Las hijas de ZP sí que van como un cohete
Mayte Alcaraz.- Laura y Alba Rodríguez Espinosa son la prueba evidente de cómo «la economía española no va como una moto, va como un cohete», como presumió en mayo del año pasado Pedro Sánchez, el doctor Frankenstein, criado a los pechos del padre de estas dos muchachas. Y observando el progreso de ambas, no le falta razón. Los que sostienen que la vivienda en España es un problema capital, que los jóvenes no tienen ni para alquilarse una habitación con derecho a cocina y que su horizonte vital se encuentra frustrado por la falta de un techo con el que proyectar su vida, son unos catastrofistas. Unos fachas antipatriotas, que diría el progenitor de las chavalas y repite con frecuencia su delfín. La ultraderecha no sabe reconocer los aciertos de este Gobierno que lleva a dos treintañeras a disfrutar de una vida acomodada, con estupendas inversiones inmobiliarias. Quién dijo que España es el país con más alto paro juvenil de la Eurozona, con un 23% de desempleo. A Alba y Laura esto se lo tienen que jurar para que se lo crean.
Resulta que las dos hijas del expresidente Zapatero, aquellas que solo atisbamos a ver, cuando eran menores góticas, en una polémica foto con los Obama, de la que es mejor no acordarse, son hoy dos jóvenes con una visión para los negocios –inmobiliarios y mercantiles– envidiable. El diario Vozpopuli ha revelado que acaban de adquirir cada una de ellas una vivienda en exclusivos barrios de Madrid. Ambas residencias tienen un precio aproximado de 300.000 euros, para lo que han pedido una hipoteca, y una está muy próxima al chalé de los padres en Puerta de Hierro. Uno de los chalés, porque luego tienen otros dos. El matrimonio, que salió de Moncloa en 2011, tiene un patrimonio inmobiliario que supera los 2,7 millones, incluida una mansión en Lanzarote que ni ‘La Mareta’. Todas residencias lujosas, exclusivas, elitistas. Y eso que Sonsoles no tiene trabajo conocido. Todo se debe al esfuerzo incansable del hombre de la casa, ese ser de luz que susurra al oído del presidente Sánchez. Así que sus hijas no podían aspirar a menos.
Ambas estudiaron, con distintas especializaciones, Comunicación audiovisual, Imagen y Sonido y han despegado profesionalmente de forma extraordinaria, cobrando suculentos dividendos, que son la envidia de su promoción. Su empresa de marketing y deportes electrónicos, se ha posicionado muy bien en Venezuela, ese territorio que tanto se trabaja papá y que, con Trump pisando los talones a su amigo, el dictador Maduro, es posible que termine metiéndole en aprietos judiciales. Por no hablar de la carta del Pollo Carvajal. Atentos a su pantalla. Pero entonces Pedro también a este negará tres veces, y dirá que de José Luis solo conocía sus poemas, refritos de Gloria Fuertes.
Las hermanas Rodríguez han aprovechado el camino abierto por el expresidente como ‘mediador’ internacional con clientes venezolanos y el gigante tecnológico chino Huawei –en nombre del Gobierno español, por cierto, y sin haber sido investido para ello oficialmente– para abrir un nicho en su mercado de negocio. Es edificable y de agradecer que esta familia tan progresista haya elegido dos regímenes abiertamente democráticos como Venezuela y China, donde se respetan escrupulosamente los derechos humanos y la libertad política, para asentar sus reales y llenarse la faldriquera. No esperábamos menos de quien accedió al poder tras el atentado más trágico de nuestra historia, el 11-M, quien abrió el camino para normalizar a los proetarras y quien se ha sentado mendicante ante un prófugo de la justicia.
Según el INE, hay cerca de cinco millones de jóvenes de entre 20 y 30 años en España. De ellos, tan solo 15 de cada 100 pueden acceder a una hipoteca porque sus sueldos son tan paupérrimos que deberían destinar más del 90 % de sus ingresos para pagar la casa. El reciente informe de Cáritas estremece en el apartado de la exclusión social y la precariedad laboral en la juventud, juventud a quien mira este gobierno solo para darle paguitas con que se compren videojuegos o dedicarles tiktoks ridículos, y a enfrentarles contra los pensionistas, porque estos sí gozan de subidas en su jubilación. Y que ni unos ni otros se despisten y dejen de votar a Sánchez.
Pero hay que alegrarse por estas muchachas tan avezadas que saben sortear las dificultades económicas y vitales que sufren sus compañeros de generación. Deberían echar una mano a Sánchez en sus absurdos vídeos y ofrecer tutoriales a sus coetáneos de cómo ser progresista y vivir como uno «de derechas» sin morir en el intento.











