Miguel Ángel Gallardo, junto con David Sánchez Castejón, durante una rueda de prensa en la Diputación de Badajoz.

Ana María Vera.- Lo que Pedro Sánchez ha hecho en Extremadura no es solo un dedazo: es una demostración obscena de hasta qué punto la dirección del PSOE ha perdido el norte, el sur y cualquier brújula que pudiera quedarle. Respaldar a Miguel Ángel Gallardo es una apuesta tan desacertada que solo puede explicarse desde la soberbia política más absoluta: Ferraz decide, la realidad molesta y Extremadura, como siempre, que arree.

La maniobra es tan burda que insulta a la inteligencia del electorado socialista. Gallardo no encarna ningún proyecto de futuro: es puro conformismo político, una figura diseñada para que todo siga igual aunque todo vaya mal. Un candidato sin arrastre, sin impulso y sin esa mínima chispa que se supone imprescindible para reconstruir un partido que ya está al borde de la irrelevancia en la región.

Pero el problema es mayor: Sánchez no solo impone a un candidato poco inspirador; impone una manera de hacer política que huele a naftalina. Una política de pasillos, de obediencias, de equilibrios internos que nadie fuera del aparato entiende ni tiene por qué entender. Una política que asume que Extremadura seguirá votando al PSOE por inercia, como si los ciudadanos fueran figurantes en un teatro de decisiones cocinadas en Madrid.

Lo que se está haciendo es sacrificar un territorio entero para mantener el control interno del partido. Y lo peor es que se hace con una mezcla de despreocupación y suficiencia que roza lo grotesco. Sánchez actúa como si el desgaste electoral fuera un tema menor, como si perder territorios fuese un coste asumible en su estrategia personal. Pero esa visión cortoplacista, casi autodestructiva, es precisamente la que está adelgazando al PSOE federación tras federación.

El mensaje a Extremadura no puede ser más demoledor: “Aquí se hace lo que decidimos desde arriba; si perdemos, mala suerte”. Ni proyecto, ni escucha, ni humildad; solo imposición. Y así, el PSOE extremeño queda reducido a un decorado, a un peón más en la partida que libra Sánchez contra su propio desgaste.

Gallardo podrá ser muchas cosas, pero no es el liderazgo que necesita un partido que se está desangrando en la región. Y la apuesta de Sánchez no es solo arriesgada: es imprudente, miope y profundamente irresponsable. Es el tipo de movimiento que convierte un problema en un incendio y un territorio complicado en un territorio perdido.

Cuando lleguen los resultados —y llegarán— Ferraz volverá a poner cara de sorpresa. Fingirán no entender qué ha fallado. Pero la respuesta es cristalina: decisiones como esta, impuestas con soberbia, ejecutadas sin escuchar y defendidas como si la militancia fuera un rebaño.

Extremadura merecía estrategia. Recibió un dedazo. Y un dedazo desastroso.

Hazte Oír denuncia el respaldo de Sánchez al imputado Gallardo

Miguel Ángel Gallardo

La asociación que denuncia la corrupción del entorno del presidente del Gobierno y a la que Sánchez ha puesto en la diana por sus denuncias, Hazte Oír, ha recordado al líder de los socialistas la imputación tanto de su hermano, David Sánchez, como del candidato del PSOE, Miguel Ángel Gallardo.

Antes del último acto de precampaña de los socialistas que comenzarán junto con el resto de los partidos la carrera hasta el próximo 21 de diciembre para convencer a los extremeños y que ha servido para que el líder de los socialistas haya tapado la imputación de Gallardo con la trampa de la deuda, un camión con pantalla LED y mensajes contra la corrupción del Gobierno ha irrumpido en las calles de Plasencia.

“Corrupto se ha quedado” o corrupción, cobardía y cobardía” o “la peor pesadilla de los tramposos”, rezaban las consignas de la asociación, junto con las habituales imágenes inspiradas en el ‘Padrino’. Como invitado especial, el candidato del PSOE en Extremadura, Miguel Ángel Gallardo que ha acompañado en la pantalla a los habituales componentes.