Silvia Orriols emerge con fuerza imparable y mete miedo a Puigdemont (Video comentario de Joaquín Abad)
En el panorama político catalán, hay un partido ascendente que está trastocando el equilibrio tradicional del separatismo. Aliança Catalana, liderada por Silvia Orriols – alcaldesa de Ripoll (Gerona) –, ha dejado de ser una anécdota local para convertirse en una amenaza real para partidos consolidados como Junts per Catalunya y Esquerra Republicana (ERC).
Con un discurso ultranacionalista y abiertamente antiinmigración, el partido está captando a una parte del electorado secesionista desencantado con la gestión y el rumbo de los partidos tradicionales. Ante los pactos de ERC y Junts con Pedro Sánchez los votantes que creen que España es «el enemigo» están huyendo. Y como en política el vacío se llena rápidamente, Orriols está pescando en estas aguas: ella no ha pactado y mantiene la confrontación con «el Estado».
Silvia Orriols ha sabido ocupar ese vacío que Junts y ERC han dejado crecer: la sensación de estancamiento del procés y la tibieza en cuestiones identitarias. Mientras Junts se consume en tensiones internas y ERC apuesta por un discurso institucionalista que prioriza la gobernabilidad, Aliança Catalana presenta un mensaje sin matices, cargado de contundencia, que apela al votante que se siente traicionado por años de promesas incumplidas.
El éxito del partido en las elecciones municipales de Ripoll, donde Orriols logró la alcaldía, ya no puede considerarse un caso aislado. Las encuestas y los sondeos más recientes reflejan un crecimiento sostenido en intención de voto en varias comarcas del interior de Cataluña, especialmente aquellas donde el discurso identitario cala con mayor facilidad. En estos territorios, Junts y ERC están empezando a perder terreno de forma preocupante para sus líderes.
Lo más alarmante para el independentismo tradicional no es solo el trasvase de votos, sino el tipo de discurso que Aliança Catalana está legitimando dentro del movimiento. La mezcla de separatismo con postulados xenófobos rompe con el consenso amplio y transversal que caracterizó las movilizaciones del 1-O, que estaba dominado solo por la hispanofobia. Orriols plantea una independencia excluyente, donde la identidad catalana se define en términos étnicos y no culturales, alejándose de cualquier forma de inclusividad.
Junts y ERC, hasta ahora acostumbrados a disputarse la hegemonía dentro del bloque independentista, se ven obligados a responder a un fenómeno que no controlan. Intentar ignorarlo o tacharlo simplemente de extremista ha resultado insuficiente. Cada vez que se evita un debate profundo sobre las causas del ascenso de Aliança Catalana, el partido de Orriols gana espacio en la conversación pública.
La falta de autocrítica por parte de los grandes partidos ha contribuido a este crecimiento. Muchos votantes que hoy apoyan a Aliança Catalana no lo hacen solo por convicción ideológica, sino por frustración acumulada. Se sienten olvidados por una clase política que, en su opinión, ha priorizado pactos con Madrid y gestos simbólicos en lugar de avances reales hacia la independencia.
Silvia Orriols, con un dominio evidente de las redes sociales y una estrategia comunicativa populista, está logrando algo que parecía improbable: hacer que sectores del independentismo vean con buenos ojos discursos antes considerados tabú. Su éxito no es una anomalía, sino el reflejo de una crisis profunda de liderazgo en el separatismo catalán.











