Feijóo manda una carta a Vox (y al resto del Congreso) desde el Templo de Debod
En el Madrid de la última década, después de las carreras populares (maratones, medias maratones y demás modalidades) solo hay una actividad que reúna tanta gente y corte las calles del centro con tanta frecuencia: las manifestaciones contra el deterioro democrático de España.
Se empezó con las marchas contra la amnistía, ese intercambio de impunidad por votos que el PSOE negó hasta el mismo día de las elecciones. Se siguió con las protestas contra el cupo fiscal y el quebranto de la igualdad entre españoles. Y hoy se ha estrenado una nueva modalidad: la del hartazgo por la corrupción tras el encarcelamiento de José Luis Ábalos, el hombre que puso letra y voz a la moción de censura que llevó al poder a Sánchez, padre putativo de todo lo anterior. Si Sánchez conserva hoy el poder que Ábalos y Cerdán le pusieron en bandeja es porque ha comprado los votos que no le dieron las urnas en despachos fuera de nuestro país. Y todo en cooperación forzosa con un prófugo de la Justicia y bajo la supervisión de un mediador salvadoreño. Ahí es nada.
Con esos antecedentes, los autobuses del entorno de la calle Princesa iban peligrosamente llenos desde una hora antes. Los ocupa gente mayor en su mayoría, seguramente jubilada y con la casa pagada, pero con ganas de defender lo que considera justo. Unos claman contra el latrocinio así como otros cortan La Vuelta a España o se manifiestan por el sacrificio de un perro expuesto al ébola. Cada uno levanta las banderas que puede soportar.
Ya en templo de Debod, a mitad de camino entre la sede de Ferraz y el piso de Jessica (la sobrina carnal de Ábalos), lo esperado: muchas banderas de España, alguna de las distintas comunidades autónomas y prácticamente ninguna del PP, ajustándose a lo que pidió Alberto Núñez Feijóo: convertir esta manifestación no en un acto de partido, sino en una reacción de la sociedad civil. Como representantes de esa oposición sin siglas estaban Fernando Savater, Alejo Vidal-Quadras o Andrés Trapiello (habituales de otras convocatorias). También Iván Espinosa de los Monteros, que recibió una ovación espontánea al ser anunciado por megafonía.
Con media hora de retraso comenzó el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, quien ironizó sobre los orígenes mismos del sanchismo y la banda del Peugeot: «Eso no era un coche, era un furgón policial con presos preventivos».
Presentó el alcalde a Isabel Díaz Ayuso como aquella que «ha sufrido» y «ha sido perseguida por los poderes del Estado». Llegaban desde el costado más próximo a Príncipe Pío ráfagas de aplausos y gritos de «Ayuso, Ayuso». La presidenta de la Comunidad de Madrid denunció que España vive el «momento más crítico de nuestra democracia en los últimos 45 años», con un Gobierno que polariza para «que ser de izquierdas o de derechas pese más que ser decentes». Un Gobierno al que tachó de «mafia» y del que criticó su «proyecto totalitario», un proyecto que se cimentó «sobre la peor trama de corrupción: que es blanquear a Bildu y hacerle fundamental».
Ayuso presentó a Alberto Núñez Feijóo como el «líder de la oposición», pero también como el hombre que «ojalá sea pronto el presidente del Gobierno». El líder del PP se llevó uno de los aplausos más sonoros mientras se abrazaba con la presidenta de Madrid, vencedora por proximidad del juicio al fiscal general, que se prestó a delinquir solo para erosionarla (con poco éxito, por otra parte).
«Prisión» rima con «dimisión»
Feijóo comenzó tocando el bolsillo de la gente, quejándose de que «ya basta de que te crujan a impuestos y ellos cuenten billetes de 500». Se oyeron gritos de «presidente», nuevamente iniciados desde la parte más remota del ‘mogollón’. Enunció el presidente popular a los corruptos probados del PSOE, empezando por Tito Berni, que tras todo lo ocurrido parece ya un recuerdo en color sepia, cuando en verdad es bastante reciente. «El sanchismo está en la cárcel y tiene que salir del Gobierno».
Se iniciaron entonces gritos de «Pedro Sánchez, dimisión», que en otros puntos de la concentración entendieron como «Pedro Sánchez, a prisión», que rima consonante.
«No levanta pasiones pero levanta el país»
Feijóo aprovechó, «ahora que estamos sin siglas», para mandar un mensaje a todos los partidos del Congreso, como reclutando los apoyos para esa moción de censura que algunos le reclaman.
Comenzó por el PSOE, al que preguntó «¿hasta dónde vais a tragar?». Siguió dirigiéndose a Vox, para lo que hizo una pausa para beber agua: «No vamos a estar de acuerdo en todo con Vox. No somos Vox. Somos un partido diferente (bis). Sí les digo: hay una mayoría de españoles que exigen madurez y responsabilidad. Déjense de pinzas y no cometan los errores de hace dos años (…). No me equivoco de adversario, de objetivo ni de prioridad. Mi prioridad es España».
Se congratuló de pactar con UPN en Navarra y no con Bildu. Le mandó un recado a Sumar, fuertemente abucheado: «No se le pide dignidad a aquellos que aceptan ser un juguete del sanchismo a cambio de sus puestos», lamentó. De Podemos dijo que «quién les va visto y quién les ve» y los tachó de «indignados de pacotilla»: «A ver si vuelven a acampar en la Puerta del Sol», les deseó.
Al separatismo vasco y catalán le preguntó si «su ideología es sostener la corrupción», para concluir reivindicando una moderación productiva que «quizá no levanta pasiones pero sí levanta el país».
La convocatoria de hoy era la más arriesgada de todas las realizadas hasta la fecha. En primer lugar, por ser la última de muchas, algunas muy exitosas (lo que le expone a comparaciones odiosas). En segundo lugar, por la premura con la que fue convocada (hace solo tres días, tras el ingreso en prisión de José Luis Ábalos). Y en tercer lugar porque cuenta con el rechazo, cuando no el desprecio, de un partido (Vox) que a día de hoy rondaría los cuatro millones de votos, que no es ninguna broma. Súmale a eso el frío de todo un 30 de noviembre y te da la medida del atrevimiento de Feijóo llamando a la gente a manifestarse contra este deterioro. Pero más frío hace en Soto del Real (o eso dice Ábalos).











