Un huracán llamado Ábalos

El exministro José Luis Ábalos realiza declaraciones a los medios de comunicación este martes, tras el registro por agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil de su vivienda en Valencia.
Miquel Giménez– El que fuera mano derecha de Sánchez, José Luis Ábalos, es la persona que más teme el presidente en estos momentos. Más que a la oposición, la judicatura, los medios libres o la UCO. Ábalos estuvo en todos y cada uno de los momentos en los que el presidente hizo y deshizo y conoce al dedillo sus vicios, sus pecados y sus trapisondas debido a que la mayoría se las encargaba Sánchez para que las llevase a término. Hasta ahora el ex secretario de organización del PSOE se ha mostrado serio y circunspecto, quien sabe si esperando algún milagro. Pero me cuentan que, tras la condena del ex fiscal general del estado y constatando el abandono total al que se ha visto sometido por parte del Número Uno, Ábalos podría cambiar de actitud y hablar. De momento, se ha cargado la historia que ha contado Sánchez acerca de su reunión con Otegui. El monclovita la negaba pero Ábalos, tras decir que él no estaba, ha dejado claro que la da por cierta por lo que le contaron “fuentes presenciales”. Cuidado. Con este mensaje, Ábalos deja claro que sabe todo lo que sabe por haber estado presente y, cuando no ha sido así, también es conocedor de los hechos por terceras personas. Es decir, que si habla cae todo el sanchismo incluido el propio Sánchez, único superviviente de la banda del Peugeot.
Hoy precisamente tiene que comprobarse qué piensa hacer el antaño todopoderoso José Luis Ábalos y veremos hasta dónde llegan las fidelidades en política que, se lo adelanto, finalizan en el mismo lugar que el resto: cuando se trata de escoger entre los demás o tú. Sánchez así lo ha querido. Era inevitable que, tras el paso dado por Víctor de Aldama, los Ábalos, Santos Cerdán o Koldos se plantearan si valía la pena seguir defendiendo a un líder que huye a la primera de cambio, como vimos en Paiporta.
Habrá que seguir con mucho interés este asunto porque tengo la intuición de que podría entablarse una competición para ver quién dice más cosas y de mayor relevancia. Está la cárcel, qué duda cabe, y la colaboración con la justicia puede ayudar a quien se enfrenta a ella. Pero además de ese nada desdeñable factor también está el humanísimo “¿Y por qué tengo yo que ser el único que pague el pato?” Es una buena pregunta que, lógicamente, tienen que hacerse los ex altos cargos socialistas y, seguramente, muchos otros que todavía no han salido a la palestra pero tienen muchos números para hacerlo. Soy de la opinión, y como tal es mía y de nadie más, de que Ábalos no tiene vocación de mártir ni mucho menos de ser el cordero a sacrificar en el ya de por sí gastado altar sanchista. Y maneja información que puede tumbar al hasta ahora incólume presidente. Porque todo lo visto hasta el momento tiene una relevancia tremenda, abrumadora, jamás vista en democracia. Pero demostrar que se ha accedido a la presidencia gracias a un acuerdo con los bilduetarras va más allá de todo lo imaginable. Es el único pacto del que no sabemos nada. Y eso es gravísimo. Por mucho que Sánchez diga que vaya inventada o que Bolaños se despeine más. Estamos en tiempo de descuento.











