Socios de la corrupción
Sobre el futuro inmediato de la política española planea la hipótesis de una moción de censura a Pedro Sánchez de la que el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, llegó a hablar este viernes. Lo hizo en la sede de la patronal catalana, donde instó a los empresarios a convencer a Junts –«lo que me faltan son votos de los suyos», dijo– para apoyarla en el Congreso. Cabría preguntarse qué necesitan los independentistas catalanes, el PNV y el resto de socios del Gobierno para dejar caer a Sánchez, cercado por la corrupción y castigado en los últimos días por unos reveses judiciales y parlamentarios inéditos en la reciente historia democrática. El planteamiento de una moción de censura instrumental del Partido Popular que desembocaría en la convocatoria de elecciones responde, en una primera lectura, al uso legítimo de todas las herramientas para cerrar el ciclo de un sanchismo que deteriora los pilares de la democracia, toda vez que el presidente del Gobierno no asume su más elemental responsabilidad política, que debiera conducirlo a un adelanto electoral. Con su partido convertido ‘de facto’ en una minoría de bloqueo, y sin un horizonte creíble para legislar o aprobar unos presupuestos, el compromiso de regeneración recae de manera automática en los socios que lo sostienen contra viento y marea.
Cabe recordar que estos fueron los partidos que, con el fin de una pretendida lucha contra la corrupción, descabezaron en 1998 el Gobierno de Mariano Rajoy. Cuesta creer que sean los mismos que ahora toleran las miserias morales y penales del sanchismo, un partido sitiado por las corruptelas. Si Junts considera que ha llegado «la hora del cambio», como aseguró Míriam Nogueras, tumbar en el Congreso los proyectos del Ejecutivo y, a la vez, tolerar que se perpetúe en el poder y agote la legislatura pone de manifiesto hasta qué punto los socios de Sánchez encarnan hoy la hipocresía.
Tras el ingreso en prisión de Koldo García y José Luis Ábalos, después de que la Justicia haya procesado a los dos últimos secretarios de Organización del PSOE, tras conocer la condena del fiscal general del Estado, cuya inocencia proclamaba el presidente del Gobierno; después de que la sombra de la corrupción y el nepotismo cerquen a la mujer y al hermano del jefe del Ejecutivo, con la imputación de varios altos cargos, y de que incluso se investigue al propio partido por la sospecha de una financiación irregular, cabe preguntarse qué más tiene que suceder para que los socios de la investidura de Sánchez lo dejen caer. Qué nuevas revelaciones han de aparecer en un país en el que según el propio Aitor Esteban se están «tensando las costuras del Estado» y donde su partido, en cambio, sigue comportándose como un deshonroso sostén del Ejecutivo; qué más tiene que ocurrir para que la izquierda populista, la que emergió del 15-M por una presunta necesidad de limpieza en la vida pública, deje de mantener en La Moncloa a un Gobierno desposado con la corrupción desde los orígenes de su mismo candidato. Cabe preguntarse cómo es posible que Sumar y Podemos, que irrumpieron supuestamente para regenerar el país, sostengan en el poder a un partido cuyos cimientos se han visto socavados por los continuos escándalos. El argumento del mal menor, por el cual es preferible un Gobierno de Pedro Sánchez para que no accedan al gobierno partidos de pretendida ultraderecha, además de beber de fuentes profundamente totalitarias, está agotado en sí mismo. Los partidos que apoyan a Sánchez no son ya solamente socios de Sánchez, sino que se han convertido, tristemente, en cómplices necesarios del blanqueo de la corrupción.











