El extraño caso de Jordi Pujol
Mayte Alcaraz.- El juicio contra los Pujol, que comienza hoy, ha sido escandalosamente retrasado durante más de diez años. El hijo del banquero Florenci Pujol, Jordi, a la sazón el padre putativo del golpe de Estado del separatismo catalán, está procesado, junto a sus siete churumbeles, por corrupción. Sin embargo, los gravísimos delitos por los que se les investiga no han servido para que el procedimiento fuera acelerado. Todo lo contrario.
Sospechosamente ha sido dilatado. Tanto, que hasta la prensa extranjera llegó a especular con que el exdirigente nacionalista gozaba de cierta protección por parte del sistema español. La escandalera empezó en 2014 cuando el expresidente reconoció haber regularizado fondos en el extranjero, ocultos al Fisco, tras una denuncia de la expareja de su hijo mayor. Contó una versión que la Fiscalía –que le pide nueve años de cárcel– jamás creyó: que había recibido un legado de su padre Florenci, herencia que la familia jamás ha podido demostrar documentalmente. A raíz de esa confesión, se abrió una instrucción judicial y la Audiencia Nacional acordó en 2021 llevar a todos a juicio, basándose en indicios fundados de que los Pujol se enriquecieron a través del cobro de comisiones por la adjudicación pública en administraciones controladas por la extinta Convergencia. Es decir, hace más de diez años que todos sabemos que los retoños y el papá, que gobernó durante 23 años Cataluña, convirtieron el presupuesto público en un botín familiar. Pero sorprendentemente la justicia se llamaba a andanas.
Hasta hoy, que a pocas horas de que comience la vista, la defensa del patriarca, de 95 años, recién salido del hospital por una neumonía, ha aprovechado para pedir que se archive su causa por su deteriorado estado cognitivo. Sin embargo, la Audiencia ha ordenado que hoy comparezca por videoconferencia y así poder evaluar su estado. Lo de menos es ya si el encausado tiene salud o no para sentarse en un largo juicio –quizá no la tenga, como determinan los forenses–-, lo inexplicable es cómo es posible que esta familia que tiene oculto dinero de procedencia irregular desde hace lustros, siga viviendo en la impunidad, sin que nuestro ordenamiento jurídico los haya puesto a buen recaudo.
De hecho, el juez Santiago Pedraz, de la pandi de Dolores Delgado y Baltasar Garzón, ha eternizado la instrucción del sumario que persigue a la familia que robó «en nombre de la nación catalana»; por un quítame allá esta documentación que puede afectar a la intimidad de la famiglia, la causa ha estado dos años paralizada, para posibilitar que la defensa de Jordi expurgara el material informático que le fue requisado ¡hace ocho años! Por el camino, se retiró la acusación de organización criminal, aunque se mantiene blanqueo de capitales, falsedad documental, asociación ilícita y siete delitos fiscales.
Por fin, arranca esta semana el enjuiciamiento de los Pujolones, que guardaban millonadas en Andorra, fruto de los favores que el expresidente catalán regalaba a los empresarios con el presupuesto público. Este árbol genealógico, de forma concertada y aprovechando su poder político, ejerció actividades corruptas, envueltos todos en la señera y pregonando aquello de que «España nos roba» cuando los que robaban eran ellos a todas horas. Curiosamente, este Gobierno tan exigente con la justicia que no le es favorable, no ha dicho ni mu sobre esta sospechosa dilación que no ha buscado otra cosa que evitar que el viejo Jordi se sentara en el banquillo. Parece que lo va a conseguir, al fin, por razones biológicas. No olvidemos que Salvador Illa es uno de los valedores de su antecesor, al que ha invitado a actos oficiales. De hecho, el dirigente del PSC es un claro heredero de las políticas del nonagenario nacionalista.
La causa no ha interesado porque tampoco era cuestión de pisar algún callo a los herederos del molt honorable, que permitieron que Sánchez fuera investido hace dos años. Pronto su primogénito Pujol Ferrusola, que se enfrenta a una petición de 29 años de prisión, tendrá que explicar qué llevaba en esas bolsas oscuras que trasladaba frecuentemente a Andorra, como contó su expareja Victoria Álvarez. Eso sí, según el sanchismo esta señora trabajaba a las órdenes de las cloacas del PP, cosa que nunca se ha demostrado.
En el colmo del escarnio, a esta familia que delinquía unida, la hemos tenido que escuchar el resto de españoles cómo nos daba lecciones y nos miraba por encima del hombro. Solo su cobardía y tacticismo le hicieron camuflar su objetivo separatista mientras pactaba y chantajeaba a diestro –PP– y siniestro –PSOE–, ante el silencio de los Gobiernos de España. Todo ello aderezado con las mordidas del 3 % y, antes, con el escándalo de Banca Catalana.
Resumen de una época: el matrimonio Pujol dirigió el ocultamiento del dinero, el hijo mayor se ocupó de la gestión, mientras que el resto de la casa se benefició del dinero ilícito. Es de agradecer el apoyo a la institución familiar que practican nuestros dirigentes: Pujol, Santos, Ábalos, Koldo… sin olvidar a Pedro.
Eso sí, queda una pregunta en el aire: ¿por qué la justicia ha arrastrado los pies con Jordi?












