Leire, la cara B de Pedro
Ana Samboal.- Pedro Sánchez tiene razón, una mayoría absoluta no es sinónimo de estabilidad. Pero lo que no dice el presidente es que una minoría en precario que pretende sostenerse sobre aliados contra natura es un terremoto asegurado. Es lo que estamos padeciendo por su voluntad. Porque si antes nos entreteníamos y maliciábamos con los desplantes que se hacían Soraya y Cospedal, ahora sufrimos los recurrentes chantajes de los separatistas xenófobos, la inseguridad que provocan las urgencias electorales de la ultraizquierda y la parálisis de un gobierno que no tiene ya quien lo soporte porque se cae a pedazos. Los ministros que a regañadientes aceptaron las candidaturas autonómicas deben estar rezando para que llegue cuanto antes la cita con las urnas en cada comunidad para soltar unas carteras que empiezan a quemar. El día menos pensado, la UCO entra a volcar teléfonos y ordenadores.
La esposa, el hermano, los compañeros de primarias, el círculo de confianza en el partido y hasta la inefable mujer de los recados: más o menos estrecha, pero todos los investigados tienen relación directa con el presidente del gobierno. Unos se refieren a él como el número uno, otros como el máximo, pero todos invocan de un modo u otro su autoridad. Si en la sentencia contra el fiscal general del Estado, el tribunal ratifica que, como asegura la Guardia Civil, el correo circuló por dos circuitos, la calle Fortuny y la Moncloa, se confirmará lo que es un secreto a voces, que está infectado. Puede ser que Pedro Sánchez no hiciera, pero, si no dio la orden, al menos dejó hacer. Y habrá o no responsabilidad penal, pero la política es clamorosa.
Con todo, la corrupción no es la peor herencia que, cuando pase, dejará este gobierno. Los que sean culpables pagarán cuando toque lo que les corresponda. Su legado más venenoso es una forma de actuar que ha socavado hasta dejar en la raspa la fiabilidad de las instituciones y ha minado los valores éticos y democráticos. El atrincheramiento en palacio, a espaldas del parlamento, que debería refrendarle, es propio de autócratas. La manipulación de las estadísticas e informes económicos los invalida. La meritocracia se ha convertido en una quimera cuando una mujer va por ahí en nombre del presidente, representando su cara oculta, ofertando cargos en la Fiscalía Anticorrupción o una diputación, crea puestos a medida para alguien que ni siquiera sabe dónde está su despacho.
La seguridad jurídica es una entelequia cuando esa misma señora y su compinche, en nombre del partido en el gobierno, fantasean con asaltar sociedades cotizadas, cuando desde el Ministerio de Economía se sabotea una operación de concentración hasta hacerla inviable o cuando dueños de empresas se colocan al frente de multinacionales para que les compren. ¿Quién está seguro de que el Gobierno al que paga sus impuestos no destruirá a partir de ahora su vida profesional o su negocio si necesita colocar a un familiar, a un amigo o simplemente le estorba? La confianza en la neutralidad del poder político se ha esfumado. Y eso siempre se paga.












