El púlpito enmudecido: la jerarquía católica española se pliega al sanchismo y renuncia a ser voz moral

El presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello (a la derecha), con su vicepresidente, José Cobo
AD.- Hay silencios que resuenan más que mil discursos. Entre ellos, el de una Conferencia Episcopal que, llamada a ser conciencia y guía espiritual de la nación, parece hoy conformarse con la discreción cómoda del poder. Donde antes se erguía una voz profética capaz de incomodar al César, hoy se percibe una prudencia que roza la claudicación. La Iglesia —no como edificio ni jerarquía, sino como institución moral— corre el riesgo de confundir la caridad con la conveniencia, el diálogo con la rendición, la humildad con el olvido de su propia misión.
Durante siglos, la autoridad moral de la Iglesia fue el contrapeso de los excesos del poder temporal. No porque aspirara a dominarlo, sino porque recordaba que toda ley humana debe someterse a una ley más alta, inscrita en la conciencia. Esa función no era política, sino civilizatoria: ser la memoria del bien, la advertencia ante la deriva de las ideologías, el refugio de una verdad que no depende del aplauso ni de la coyuntura.
Pero cuando la Iglesia calla ante los escándalos que erosionan los fundamentos morales de la sociedad, cuando su palabra se disuelve en el lenguaje de la corrección política, algo más que su influencia se desvanece: se apaga su alma profética. No se le pide que gobierne, sino que alce la voz frente a quienes ejercen el poder con desprecio a las normas colonizando las instituciones; no que se someta, sino que recuerde. La tibieza que busca agradar al poder se convierte pronto en servidumbre. Y una Iglesia que se acomoda al discurso dominante deja de ser levadura y pasa a ser adorno.
No hay neutralidad posible cuando lo que está en juego es la verdad del ser humano. El Evangelio no fue escrito para la comodidad del mundo, sino para su conversión. Por eso, cada vez que la Iglesia española renuncia a pronunciarse sobre las heridas morales de nuestro tiempo —ya sea por temor a la crítica, por cálculo institucional o por la falsa ilusión de conservar influencia— se aleja de su deber más alto: ser testigo de una verdad que trasciende las ideologías.
El poder político, en cualquier época, busca legitimidad moral. Y es precisamente ahí donde la Iglesia debe mantenerse libre. Cuando su palabra se diluye en comunicados ambiguos o en silencios que suenan a aprobación, se convierte en cómplice involuntaria de aquello que debería examinar con la luz de la conciencia. No se trata de confrontar por sistema, sino de custodiar la independencia espiritual sin la cual su voz deja de ser guía y pasa a ser eco.
La Iglesia no está llamada a ser oposición ni aliada de nadie: su misión es más alta. Pero para cumplirla, necesita recordar que la verdadera prudencia no es la que evita el conflicto, sino la que se atreve a decir la verdad con firmeza. El que calla ante la injusticia por temor a perder privilegios acaba perdiendo también el respeto de los fieles y la autoridad moral que pretendía conservar.
Hoy, más que nunca, España necesita una Iglesia que hable con claridad. No desde el resentimiento ni desde la nostalgia, sino desde la convicción de que el silencio cómplice ante el mal es una forma de mentira. La historia demuestra que las épocas de mayor grandeza eclesial no fueron aquellas en las que la Iglesia pactó con el poder, sino aquellas en las que se atrevió a desafiarlo por fidelidad a la verdad.
Si la Iglesia calla, otros ocuparán su lugar con voces vacías pero más audaces. Y entonces no solo se habrá perdido una institución: se habrá debilitado la conciencia moral de un pueblo entero. Recuperar esa voz no es una cuestión política, sino espiritual; no es un gesto de rebeldía, sino de fidelidad. Porque cuando la Iglesia renuncia a ser luz, deja al mundo en tinieblas. Y no hay pacto ni estrategia que pueda justificar semejante pérdida.












YA NO SON CATOLICOS SON GLOBALISTAS Con estos dos pájaros al frente de la iglesia española, los católicos ya podemos salir corriendo y esperar tiempos mejores o que se les lleve el viento de la historia. Están sometidos a una agenda 20-30 por el poder globalista que les domina, y se hacen los locos ante los cada vez menos creyentes que les observa y alucina con su aptitud pusilamine y cobarde; están encantados con el aborto masivo de la población autoctona, la invasión migratoria musulmana, la eutanasia, el recorte de derechos fundamentales, la censura del gobierno, y la libertad de… Leer más »
Apóstatas, sobornados. traidores
estan a favor de la emigracion…de darles a los emigrantes de todo….
pero si aqui en españa....hay 12 o 14 millones de pobres……y a los de aqui no les damos nada o que…?….
hasta la pension no contributiva un español no la puede cobrar porque el ingreso de la unidad familiar supera el limite..
y vienen los emigrantes y la cobran…por que no tienen nada.
nada mas llegar ya son mas ricos que muchas españolas y españoles con derecho a esa pension…que no la pueden cobrar….
Comparto plenamente con usted solo quiero hacer un inciso si me lo permte
Tanto Caritas como la Cruz Roja es cierto que cuando reparten alimentos la mayoria casi la totalidad es inmigrante
Ahora bien esas dos instituciones directamente no dan nada
Quien autoriza la entrega son Servicios Sociales que dependen de los Ayuntamientos
Tambien es cierto que si a esos inmigrantes no les gusta lo que les dan lo venden o directamente.lo dejan al lado de los contenedores de basura
Cuando los rojos empiecen a fusilar curas y monjas ¿a quién van a pedir ayuda los obispillos?
Dios concedió a los sacerdotes católicos el poder de convertir el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor. Impartir los Sacramento, entre ellos, el de la curación corporal si así lo quiere el Señor y el perdón de todos los pecados en la Confesión. Y los llamados Sacramentales, como el pedir la lluvia para el campo agrícola cuando hay sequía. Y eso lo concede el Señor aun siendo el sacerdote un público pecador, putero, pederasta, homosexual, politiquero, sectario, o simpatizante del Partido Genocida: ¡casi nada, más imposible! Un sacerdote, sea obispo, arzobispo, cardenal, Papa… Leer más »