Nos estamos acostumbrando a la mierda
De todas las enfermedades, carencias y bajezas que padece la España gobernada por Pedro Sánchez, la peor es que nos estamos acostumbrando a vivir en la mierda.
Ayer fue un día apestoso para España porque la mierda lo inundaba todo: juicio al Fiscal General, dimisión del presidente de Valencia, acusaciones contra el ministro Ángel Víctor Torres… y las habituales dosis diarias de excrementos malolientes en administraciones y partidos.
Pero, de manera asombrosa, la mierda ya no produce asco ni vómitos en España.
Nos levantamos cada día envueltos en su hedor, caminamos sobre boñigas y la porquería nos envuelve en el trabajo y en la diversión, en las ceremonias y cuando vamos de paseo o de compras. La mierda es la compañera de los españoles gobernados por la podredumbre.
Cuando una sociedad se acostumbra a la basura y a lo podrido, ya no tiene solución porque la mierda lo corroe todo y es incompatible con la bondad, la verdad, el amor, la fe, la libertad, la ética, la democracia, los valores y la dignidad.
Para sacar a España de este pozo hediondo hace falta un revulsivo de extraordinaria potencia, como ocurrió en 1936, cuando hubo que librar una terrible guerra civil para limpiar el país y liquidar el océano de heces fecales que inundaba la nación.
El sanchismo ha inyectado tanta porquería, indignidad y vileza en la vida política que la sociedad española ha dejado de sentir estupor, vergüenza y asco para abrazar una indiferencia anestesiada, nadando en la mierda y el hedor.
El sanchismo somete a la nación a una brutal sobredosis de suciedad moral y corrupción sistémica: indultos a delincuentes condenados por sedición, alianzas con separatistas y filoetarras que odian a España y sueñan con su fragmentación, mentiras reiteradas y descaradas ante el Congreso y los ciudadanos, inflación galopante de corruptos en la cúspide del poder y en el entorno familiar del presidente, asesinato progresivo de la democracia mediante leyes a medida y control de instituciones, acoso sistemático a la Justicia con reformas que erosionan su independencia, opacidad absoluta en los actos del poder con contratos opacos y fondos públicos desviados, y un largo etcétera de degradación que normaliza lo abyecto.
Esta toxicidad no es abstracta: contamina la economía con subidas fiscales asfixiantes y deuda pública desbocada, destruye la cohesión social al priorizar agendas identitarias divisivas, y ahoga la meritocracia en un lodazal de enchufismo y clientelismo. España ya no se indigna; se resigna, como un adicto que inhala su propia ruina sin pestañear.
En 2021, Sánchez indultó a los 9 líderes del procés condenados por sedición y malversación (sentencia del Tribunal Supremo, 14/10/2019). Incluido Oriol Junqueras (13 años de cárcel). A cambio, ERC y Bildu apoyan presupuestos y leyes. En 2025, el Gobierno ha aprobado la amnistía para todos los implicados en el 1-O (Ley Orgánica 1/2024), borrando delitos de hasta 400 personas, según el propio texto legal. Aliados como Bildu (heredero de ETA) tienen 7 escaños y han colocado a ex condenados por terrorismo, como Arnaldo Otegui, en listas electorales.
Sánchez ha mentido en más de 50 ocasiones documentadas ante el Congreso, según el registro de sesiones. Sin embargo, algunos medios afirman tener más de un millar de mentiras de Sánchez constatadas.
Negó pactos con Bildu en 2019, pero los cerró en 2020. Prometió no subir impuestos a la clase media, pero ha aprobado 22 subidas fiscales desde 2018 (OCDE, 2024).
El Gobierno oculta contratos de mascarillas COVID por 3.500 millones de euros (Caso Koldo, instruido en la Audiencia Nacional, 2025). El Tribunal de Cuentas ha detectado irregularidades en 1.200 millones euros de fondos europeos mal justificados (informe 2024).
La cúspide del sanchismo está corrompida hasta el tuétano. Caso Tito Berni (2023-2025), diputado del PSOE implicado en orgías pagadas con sobornos con 20 cargos socialistas implicados. Caso Begoña Gómez (esposa de Sánchez), Investigada por tráfico de influencias (Juzgado 41 de Madrid, auto 2024, que usó la Moncloa para cartas de recomendación a empresas que recibieron 20 millones de euros en subvenciones (Air Europa, Globalia). Hermano de Sánchez (David Sánchez), enchufado en la Diputación de Badajoz con sueldo de 55.000 €/año sin funciones claras (informe Guardia Civil, 2024).
El PSOE lidera el ranking de corrupción con 150 casos abiertos (datos CGPJ, 2025), superando al PP.
Se está asesinando la democracia desde el poder y acosando a la Justicia. La reforma del CGPJ está bloqueada desde 2018. Sánchez propuso en 2023 bajar mayorías para controlarlo (Ley fallida por UE). La ley del “solo sí es sí” (2022) liberó a 1.155 agresores sexuales y redujo penas a 117 (datos Ministerio Interior, 2025). El acoso judicial es intenso y procede de numerosos ámbitos del poder. El Fiscal General del Estado (Álvaro García Ortiz) está imputado por revelación de secretos (TS, 2025). Los nombramientos a dedo para controlar RTVE son otro escándalo que refleja la bajeza y el deterioro brutal en el lago de la inmundicia sanchista.
Hay otras muchas bajezas y canalladas del sanchismo, desde control indecente de instituciones e impuestos abusivos hasta contratos amañados, subvenciones compradas, robos descarados, enriquecimientos ilícitos y comisiones ilegales por doquier, pero seguir enumerándolas causa asco y provoca vómitos. Mejor dejarlo porque con lo expuesto es suficiente para sentir horror, nauseas y ganas de huir de este país.
Esta “sobredosis” de excrementos no es casual. Es un modelo de poder que prioriza la supervivencia de Sánchez sobre el bien común. España merece despertar antes de ahogarse del todo.
El sanchismo no es un gobierno; es un tumor que metastatiza corrupción, traición y miseria en las venas de España, convirtiendo la indignación en apatía y la nación en un estercolero donde los delincuentes son indultados, los separatistas dictan leyes y los españoles pagan con impuestos, deuda y dignidad la factura de un presidente que sobrevive mintiendo, comprando y degradando todo lo que toca.












España está ahora mismo, en oferta con saldos, pero con un deterioro tan, tan, deteriorado que ni con esos saldos, ni con mentiras, se acepta en el mercado internacional. Españistán, ya ni convence por su color ni por su sombra. Otrora faro espiritual de Occidente, hoy letrina de desechos inmundos.