Sandra Peña
Fraguas.- Es mejor y más sano hablar del dolor cuando se posa con el tiempo.
El tiempo, evidentemente, es relativo, no a todos nos acompaña igual y el dolor es más cruel según el interés afectivo al que se arrima.
Por eso estas palabras, amado lector, a más de una semana de la despedida precipitada de este mundo de Sandra Peña.
No comienzo un recuerdo de alguien a quien no conocí sin un padrenuestro previo. Sin un agónico intento de apartar la indignación, ni el jucio impreciso de la soberbia.
Cuando una desgracia como ésta acontece, todos buscamos el problema en la circunstancia inmediata, como el ángel vengador que mata aquello que está al alcance de su espada; pero aunque su siega sea efectiva la cizaña espera al otro lado de la linde.
Me explico:
Que si el colegio que no estableció los protocolos obligados. Que si la crueldad manifiesta de las acosadoras. Que si la ley es roma, bla, bla, bla…
La verdad es que los protocolos antibulling están establecidos en una estructura lineal. La niña llora en casa a sus padres y estos denuncian. El colegio aparenta tomar cartas en el asunto, incluso con un informe de una psicóloga, y se eleva a la administración.
Basta con que un eslabón de esta cadena no funcione para que el proceso gripe. Y el resultado de un gripado todos lo conocemos; después ante la alarma social todo funciona con el mejor lubricado.
El colegio quiere reparar y no puede. La administración pone en marcha a la Consejería. Informes del Defensor del Pueblo que presionará a todo actor inmediato y la fiscalía con las mangas verdes.
La Santa Hermandad, la primera policía de Occidente, llevaba las mangas verdes, de ahí el dicho cuando siempre llegaba tarde “… a buenas horas mangas verdes” pues eso.
A parte de que no es un problema solo recurrente e imprevisiblemente localizado, sino que es una enfermedad social fruto del nihilismo. De la moral de familias rotas, desnaturalizadas o de familias carentes de esencia moral, que todo hay que valorar. El desapego del Estado con la Nación es la primera causa y origen.
Qué podría pasar, amado lector, si esa estructura protocolaria fuera poligónica; es decir que los protocolos se activaran desde tres puntos incidentes. El colegio por la denuncia de los padres lo elevara a la administración. El psicólogo lo informara mediante expediente al colegio y a la administración y además tuviera la competencia de fiscalizar al colegio. Y la Junta activara inmediatamente a la inspección.
Sería imposible la inacción y la desidia. En el hipotético caso de que un eslabón rompiera una de esa cadenas, otras dos seguirían operativas haciendo de la maquinaria una estructura fuerte y eficaz que hubiera sido bastante para seguir oyendo la risa de Sandra en casa, en el barrio y en el colegio.
No hay solución donde no hay voluntad. No hay efectividad donde el pegamento pragmático es la voluntad.
Solo la formalidad, aquello que se agarra a la norma, es la única forma efectiva. En el colegio, en la administración y en la vida.
Hoy la pequeña Sandra ha sido víctima de la falta de norma y de la falsa voluntad.
Dios te guarde pequeña.
Dios dé a tus padres la fuerza del perdón y la entereza de tu recuerdo.











