La deuda del Estado: vivir por encima de nuestras posibilidades
AD.- España lleva demasiado tiempo gastando lo que no tiene. Nos hemos acostumbrado a que el endeudamiento sea la respuesta automática a cualquier problema: crisis, pandemia, inflación, o simplemente la falta de valentía política para ajustar las cuentas. Hoy la deuda pública supera el 105% del PIB, y lo peor es que ya no nos alarma. Hemos normalizado el déficit como si fuera una forma natural de gobernar.
Pero endeudarse no es gratis. Cada euro prestado hoy es un compromiso con el futuro, un lastre que pagarán nuestros hijos en forma de impuestos, recortes o falta de oportunidades. La deuda no es progreso: es el precio del aplazamiento.
España sufre un mal estructural: un Estado sobredimensionado, ineficiente y adicto al gasto. Mantenemos una administración pública con duplicidades, subvenciones clientelares y programas que nadie evalúa. Se gasta mucho, pero se gasta mal. Y cuando falta dinero, la respuesta no es recortar ni reformar, sino pedir más prestado.
Mientras tanto, seguimos atrapados en un modelo económico que premia la dependencia del Estado en lugar del esfuerzo individual. Subvenciones, ayudas, prestaciones… todo en nombre de la justicia social, pero a costa de una factura que alguien acabará pagando. La verdadera justicia sería garantizar un país solvente, capaz de sostener sus compromisos sin hipotecar su futuro.
Europa volverá a exigir disciplina fiscal, y hará bien. España necesita menos populismo económico y más responsabilidad. No se trata de recortar por recortar, sino de poner fin a una cultura política que confunde solidaridad con despilfarro. Si queremos crecer de verdad, debemos liberar recursos para la inversión productiva, reducir burocracia y premiar a quien trabaja, emprende y crea riqueza.
La deuda pública no es un problema técnico: es un síntoma moral. Refleja un país que ha preferido vivir del crédito antes que del mérito. Y hasta que no asumamos que gastar menos también es una forma de progresar, seguiremos atrapados en el espejismo del dinero fácil.8












