Silvia Inchaurrondo cae, Sánchez ya tiene a Pepa Bueno (Video de Joaquín Abad)
En 2023, RTVE contrató a Silvia Intxaurrondo a través de la empresa Sukun Comunicación S.L., percibiendo un salario anual de hasta 269.000 euros. Sin embargo, tras una inspección de Trabajo que determinó una relación laboral irregular, RTVE la dio de alta en la Seguridad Social, cambiando su relación contractual a personal no fijo bajo el convenio colectivo de la corporación. Este cambio implicó una reducción significativa de salario a unos 45.000 euros anuales en catorce pagas más pluses, sin reconocimiento de antigüedad. Además, sus opiniones ahora están sujetas al Código Ético de RTVE, a diferencia del contrato con Sukun, que le otorgaba mayor libertad.
Demanda por condiciones laborales
Debido a esta situación, Silvia Intxaurrondo ha demandado a RTVE, exigiendo más de 269.000 euros relacionados con su contrato anterior. La demanda busca obtener las condiciones salariales altas de su contrato anterior junto a los beneficios del convenio de RTVE. El caso será resuelto en los tribunales durante la primavera de 2026.
Además de los cambios en su situación laboral, Silvia Intxaurrondo ha estado involucrada en disputas mediáticas. Por ejemplo, demandó al diario El Mundo por informaciones sobre su salario en RTVE, pero la sentencia desestimó su demanda y la condenó a pagar las costas del juicio. La periodista planea apelar ante la Audiencia Provincial de Madrid.
En resumen, aunque no ha habido un cese oficial de Silvia Intxaurrondo en RTVE, su situación laboral ha cambiado drásticamente, y está en curso una demanda legal para resolver las diferencias surgidas de estos cambios.
En el vídeo comentario que les ofrecemos hoy, el escritor y periodista Joaquín Abad ahonda en la caída de Silvia Inchaurrondo y apunta que Sánchez ya tiene el nombre de su sustituta: Pepa Bueno. Se trata de una periodista próxima al entorno del sanchismo. .
La entrevista de Pepa Bueno a Sánchez como síntoma
Hay entrevistas que iluminan, y hay otras que delatan. La conversación de Pepa Bueno con Pedro Sánchez pertenece a la segunda categoría. No por lo que reveló del presidente —que fue lo de siempre: autocomplacencia, relato prefabricado y victimismo a medida—, sino por lo que dejó al descubierto del periodismo que se pliega, del micrófono que se convierte en almohada, del periodista que renuncia a incomodar.
Bueno presentó su entrevista como “periodismo riguroso”, pero el tono, las preguntas y los silencios contaban otra historia: la de una periodista convertida en notaria del poder, más interesada en acompañar el discurso de Sánchez que en someterlo a contraste. Ni una repregunta incisiva, ni un dato que pusiera en aprietos al entrevistado, ni un momento de tensión periodística real. Todo fue un cómodo paseo por el relato gubernamental, envuelto en la cortesía de la connivencia.
El periodismo no está para aplaudir al poder, sino para enfrentarlo. Y cuando una figura como Pepa Bueno —con su trayectoria y su altavoz— opta por la docilidad, no sólo traiciona la exigencia profesional: contribuye a degradar la confianza en los medios. Porque lo más grave no es el sesgo ideológico, sino la normalización del sesgo, la impostura de presentarse como neutral mientras se ejerce como parte del aparato narrativo del poder.
No se trata de pedir hostilidad gratuita, sino de exigir contraste, valentía y distancia crítica. Lo que vimos fue justo lo contrario: un simulacro de entrevista pensado para apuntalar una imagen, no para someterla a escrutinio. En esa coreografía blanda, la periodista desaparece, y el poder sonríe.
El problema no es sólo Pepa Bueno. Es el síntoma de una enfermedad más profunda: una parte del periodismo español que ha confundido el acceso con la independencia, la influencia con la credibilidad, el equilibrio con la sumisión. La entrevista a Sánchez fue una lección involuntaria de cómo se erosiona la función crítica del periodismo cuando el periodista decide ser parte del relato en lugar de su contrapunto.
Y así, mientras el presidente se recreaba en su propio discurso, la periodista asentía. Fue, más que una entrevista, una reverencia











