Extremadura ante el espejo: María Guardiola y la pinza que la empuja a las urnas
Ignacio Andrade.- El aire político en Extremadura huele a elecciones. En los pasillos de la Asamblea, las conversaciones se vuelven más cortas, los gestos más medidos, y los micrófonos parecen encendidos incluso cuando están apagados. María Guardiola, presidenta de la Junta, camina con paso firme, aunque sus palabras destilan cansancio: “Si no hay presupuestos, habrá elecciones. No tengo miedo a las urnas”. Lo ha repetido tanto que ya suena más a destino que a amenaza.
El pulso con la oposición se ha tensado hasta el límite. Por un lado, el PSOE, que intenta recuperar el terreno perdido tras décadas de dominio político en la región.
Por otro, Vox, que no perdona a la presidenta popular su ruptura de relaciones a mitad de legislatura. Ambos han encontrado un punto de coincidencia: frenar los presupuestos del PP para 2026. La llamada “pinza PSOE-Vox” ha pasado de ser una metáfora a convertirse en un hecho parlamentario.
El bloqueo que paraliza
La sesión del debate de totalidad se prevé bronca. Las tres formaciones de la oposición —PSOE, Vox y Unidas por Extremadura— han presentado enmiendas globales para tumbar las cuentas antes incluso de que se discutan.
El Ejecutivo regional, en minoría, observa el tablero sin margen de maniobra. “No hay proyecto posible si todos se empeñan en frenar Extremadura”, lamentan fuentes del PP. Pero el bloqueo no solo es económico: también es simbólico. Guardiola propuso reformar el Reglamento de la Asamblea para que una eventual disolución anticipada diera lugar a una legislatura completa de cuatro años. PSOE y Vox volvieron a votar juntos para impedirlo.
A cada derrota parlamentaria, la hipótesis del adelanto electoral gana fuerza. En los círculos políticos ya se hacen quinielas sobre las fechas: diciembre, enero, quizás marzo. Todo dependerá de cuándo caiga el presupuesto.
Un Gobierno en minoría y una presidenta en el centro del tablero
Guardiola llegó al poder en 2023 tras arrebatar al PSOE su bastión histórico. Fue la primera mujer en presidir la Junta de Extremadura, y su victoria tuvo un aire de renovación tranquila: discurso moderado, acento regional y promesa de estabilidad.
Pero gobernar en minoría es una cuerda floja. La ruptura con Vox —tras meses de desencuentros sobre políticas sociales y nombramientos— dejó al PP en una situación precaria, obligada a negociar a izquierda y derecha para sacar adelante cualquier iniciativa.
Desde entonces, la presidenta ha intentado sostener su relato en torno a la “responsabilidad institucional”, pero los números no acompañan. Sin presupuestos nuevos, sin reglamento reformado y con la oposición unida, la disolución del Parlamento parece cuestión de tiempo.
La pinza, un arma de doble filo
En la política extremeña, el término “pinza” tiene ecos antiguos, pero en esta legislatura ha cobrado un sentido literal. PSOE y Vox, enemigos ideológicos en casi todo, han coincidido en bloquear al PP.
El PSOE ve en el adelanto una oportunidad para reconquistar su feudo histórico; Vox, una ocasión para castigar a Guardiola y recuperar protagonismo ante sus votantes. Pero ambos saben que el riesgo es alto: si la presidenta convoca elecciones, el electorado podría castigar el bloqueo y reforzar precisamente al PP.
“Esta pinza no es un acuerdo, es una coincidencia”, repiten los socialistas. En Vox, sin embargo, el tono es más desafiante: “Nos gustan las elecciones”, dicen sus portavoces. Cada uno juega su partida, pero el resultado podría beneficiar al rival que ninguno desea.
El horizonte electoral
En los despachos del PP regional ya se estudian escenarios: un adelanto inmediato antes de fin de año, o una convocatoria estratégica para coincidir con los comicios de Castilla y León, en marzo.
Guardiola busca tiempo y relato: presentarse ante los extremeños no como víctima del bloqueo, sino como líder dispuesta a devolver la voz a la ciudadanía. “Si me cierran la puerta en la Asamblea, la abriré en las urnas”, ha dicho.
La campaña, si llega, se jugará en un terreno emocional: la gestión frente al bloqueo, la gobernabilidad frente al ruido. En una región donde la política suele ser más templada, el clima actual tiene tintes inéditos de confrontación.
Al caer la tarde, los jardines de la Asamblea quedan vacíos. Los periodistas recogen sus notas, los diputados se marchan, y la presidenta sigue en su despacho, con los presupuestos encima de la mesa y la decisión más trascendental de su mandato frente a sí.
Extremadura, tierra de ciclos lentos y decisiones prudentes, se asoma a una nueva cita con las urnas. Y mientras los partidos calculan, los ciudadanos observan, quizá con cierta resignación, cómo la política vuelve a escribir el mismo guion: la pinza aprieta, el Gobierno resiste… y las urnas esperan.












