Merche, fascismo eres tú
Mayte Alcaraz.- En el Congreso se han cometido actos impuros, muy impuros, incluso infames, pero ninguno tan repugnante como los que protagonizan habitualmente los compañeros de Fernando Buesa, Isaías Carrasco o Fernando Múgica, es decir, los ministros y diputados sanchistas, cuando interactúan con una señora que pasa por ser la portavoz de Bildu, de nombre Merche Aizpurúa, a la que Pedro ha investido de autoridad moral para dar lecciones de democracia y de memoria histórica a todos los españoles.
Hace unas horas, la condenada por enaltecimiento del terrorismo, experta en modelos de pasamontañas de entretiempo, le pidió a su socio, al que sostiene con sus sucios votos manchados con la tinta de las dianas que colocaba en Gara contra inocentes, que las Fuerzas de seguridad del Estado -a las que los suyos llamaban txakurras- a actuar «contra los discursos de odio y los señalamientos y amenazas». Todo para acabar con «los espacios de impunidad de los que goza el fascismo». Esta individua está mandatada por el partido que vio caer a manos de esos terroristas a 12 compañeros de las Casas del Pueblo, a doce miembros del PSOE. Lo más llamativo es que a este grupo proetarra no le ha pasado factura electoral su entrega a Moncloa, por lo que sigue siendo su aliado más fiel: jamás Arnaldo ha fallado a su amigo Pedro. ¿Quién mejor que Su Sanchidad para blanquear a estas hienas?
Hay que tentarse el diccionario de la RAE para no aprovechar cualquiera de sus riquísimos y expeditivos recursos gramaticales para contestar a esta señora, sin caer en la zafiedad o la chabacanería que los lectores de El Debate no merecen. Pero lo peor y más doloroso no es que aquella que alentó la violencia para crear un espacio de impunidad para sus amigos, ellos sí fascistas, se permita establecer hoy cuál debe ser nuestra memoria democrática, cuántas tumbas debemos olvidar y cuántos símbolos nacionales deben ser estigmatizados, incluida la Real Casa de Correos de Madrid, para alimentar su delirio. Lo peor es la aquiescencia que recibe por parte de los que son nuestros gobernantes, depositarios de un poder que sindicalizan con herederos del terrorismo a cambio de que su señorito continúe subido al Falcon.
La interfecta no recibió ni un solo reproche del líder socialista tras esas palabras. No hubiéramos soñado con que el presidente de nuestro Gobierno se hubiera indignado por las lecciones de la vomitiva portavoz de Bildu -de hecho él decidió que participara con los socialistas en la redacción de la ley de Memoria democrática. Es que para responder con grandeza hay que tener algo de moral en las arterias y Pedro las tiene secas. Sin embargo, lo más espeluznante es que el presidente estuvo a punto de dar una abrazo con sabor venezolano -muy venezolano, de hecho- a Mercedes y sellar así un hecho histórico: los legatarios de Ernest Lluch y los herederos de Josu Ternera partiéndose la caja conjuntamente decidiendo qué placas antifachas hay que poner a nuestros edificios históricos, mientras los niños vascos no tienen ni pajolera idea de quién fue Miguel Ángel Blanco y ya se preparan con su futuro voto a colocar a un descendiente político de terrorista en la Presidencia del Gobierno autonómico. Al tiempo.
Una anotación final: como su jefe se marchó para evitar dar explicaciones, María Jesús Montero pidió en la Cámara respeto para Batasuna. Y sin cambiar de color. Es de esperar que sus palabras, un monumento a la ignominia, hayan retumbado con los suficientes decibelios en la tierra que espera gobernar, donde los amigos de su protegida Aizpurúa mataron a decenas de inocentes y dejaron muchos huérfanos, como los hijos de Alberto Jiménez Becerril. No ya es el cupo catalán, no es ya la defensa de los privilegios de los separatistas, ni siquiera la persecución de Hacienda a los autónomos, es el asco que produce escuchar a una vicepresidenta del Gobierno español lisonjear a Bildu, reclamando que los demócratas caigamos en la amnesia y olvidemos quiénes son los buenos y quiénes los malos en esta película de terror.
Para alguien como Montero, que le cuesta construir un sencillo sintagma, seguramente le será difícil distinguir entre el demonio y Dios. Para el resto de gente de bien, es muy sencillo: solo hay que aplicar la parafina a las manos de algunos, y comprobar que todavía existe rastro de la vesania con la que actuaron contra quienes sí luchaban contra el fascismo. Ya advirtió Pier Paolo Pasolini sobre el fascismo de los que se creen antifascistas.
Porque fascismo, Merche, fascismo eres tú.












