La muerte televisada vende: ¿Todo vale por la audiencia?
Magdalena del Amo.- Cuando en el 2012 publiqué La dignidad de la vida humana el mundo ya estaba patas arriba. La dinámica social se encontraba en un punto de viaje a ninguna parte, sin rumbo ni control. Todo estaba cambiando a grandes pasos. Los viejos sueños de controlar la población con la eugenesia y la eutanasia habían vuelto a la realidad de décadas pasadas, una vez que el tiempo había blanqueado las “leyes de punto final “de los nazis convirtiendo el hecho en una anécdota histórica. Augurábamos entonces que en los próximos años la pendiente resbaladiza nos llevaría a un estado de barbarie comparable al de oscuros periodos de salvajismo. ¡Profético! Pero nos habíamos quedado cortos. La Cultura de la muerte imperante hoy, respaldada por la ley, como en el Tercer Reich, es escalofriante. Recordamos unas pinceladas del libro:
A finales de 2008, años después de que el polémico vídeo del doctor Jack Kevorkian mostrando el suicidio asistido de Thomas Youk se pasara en un programa prime time de la CBS, y de que la cadena española Antena 3 expusiera públicamente la “indigna muerte” de Ramón Sampedro en medio de horribles dolores, la cadena británica Sky TV tuvo su espacio “snuff” emitiendo el reportaje de la muerte de un pobre hombre desde la conocida clínica de suicidio asistido Dignitas, de Zúrich. El documental llevaba el título ¿Derecho a morir? [1].
El profesor universitario de 59 años, Craig Ewert, padecía una enfermedad neuromotora degenerativa y estaba conectado a un respirador artificial. Aconsejado por la clínica Dignitas, accedió a que una cámara grabara el momento de su muerte. Los asistentes de la clínica le dan a beber un vaso de zumo con una dosis letal de barbitúricos y después desconectan el ventilador que le mantenía con vida. Pidió que para morir le pusieran la Novena sinfonía de Bethoven. Poco después muere ante la cámara. Ewert tuvo que pagar 3.500 euros por su muerte, que incluía los fármacos y la incineración.
El reportaje fue muy controvertido. Pero, una vez más, los antivida ganaban una nueva batalla, pues en todos los medios se hablaba de la eutanasia y los diarios más importantes pedían un debate parlamentario sobre el tema.
The Times dijo en uno de sus editoriales que “la sociedad y la ley protegen la santidad de la vida, pero no la dignidad de la muerte, y eso es inaceptable”. En otro párrafo, con más sentido común, alerta de que “cambiar la ley para que nadie sea procesado por un suicidio asistido sería un importante y peligroso paso”.
El canal de TV fue muy criticado por emitir material sensacionalista. The Independent defendió el video diciendo que se hizo con el consentimiento de la esposa de la víctima, Mary, y que en ningún momento rezuma mal gusto. Aconseja a los legisladores “examinar el sistema holandés, que pone el proceso en manos de los médicos, pero esta no es la panacea. Como la experiencia nos ha enseñado, los médicos no siempre son los cuidadores moralmente intachables que nos gusta imaginar”.
La esposa de Ewert consideró positiva la retransmisión de estas imágenes porque ayudan a que la gente afronte sus temores sobre los tabúes de la muerte.
La organización Alianza Provida, por medio de su portavoz, Domenica Roberts, manifestó que “resulta triste y peligroso mostrar este tipo de cosas en televisión pues se envía el mensaje de que la vida de algunas personas no tiene ningún valor”.
The Independent alude al caso de Michael Wenham, que también padece una enfermedad neuromotora. Pero, en este caso, el enfermo no quiere ni oír hablar de muerte y sí aprovechar cada momento: “No quiero el derecho a morir”, dice.
Stephen Glover, columnista de The Daily Mail opina que el suicidio asistido se va a convertir en uno de los dos o tres problemas morales más importantes de los próximos veinticinco años. El periodista criticó la emisión del video en televisión. “Acepto que tenga un interés legítimo para entrar en el debate sobre la eutanasia, aunque mostrar al señor Ewert en el momento de la muerte fue seguramente una forma gratuita y calculada de atraer espectadores de la peor de las maneras”. Y añade que la muerte es un momento demasiado trascendente como para ser mostrado entre anuncios de desodorantes y coches.
El documental ¿Derecho a morir? se emitió en TV justo al día siguiente de conocerse que la Fiscalía británica rehusaba emprender medidas legales contra los padres de un joven jugador de rugby, de 23 años, paralítico a causa de un accidente durante un partido. Los padres habían llevado al chico a la clínica Dignitas a que le inoculasen el “suero de punto final” [2].
El debate llegó al Parlamento británico. Gordon Brown se refirió al suicidio asistido como una cuestión de conciencia, pero se mostró contrario a su legalización. Unos años después, en 2025, a pesar de la oposición de los conservadores, el Parlamento británico tramita una ley para legalizar el suicidio en enfermos cuya expectativa de vida no supere los seis meses. Pero deberán hacerlo solos, bajo la prescripción de dos médicos.
El valor de la vida humana ha descendido a cotas rayando la barbarie. La eutanasia y el suicidio asistido que siempre habían tenido sus detractores para alzar la voz se han quedado casi huérfanos de oponentes. Tan solo unos cuantos idealistas seguimos erre que erre, sin demasiada cobertura. Da pena decirlo, pero hay que insistir por si alguien escucha.
NOTAS:
1 El director y productor del reportaje es el canadiense John Zaritsky, ganador de un Óscar. Durante un año mantuvo contacto con la clínica y con los pacientes que acudían a recibir el fármaco letal.
2 Cuando publicamos este texto, la colaboración con el suicidio estaba penalizado en el Reino Unido con una pena máxima de catorce años. Sin embargo, en los últimos años, muchas personas han acudido a la clínica suiza Dignitas, y sus familiares ni fueron procesados, ni se los ha investigado.
(Datos de mi libro La dignidad de la vida humana. Eutanasia y eugenesia, un análisis político y social, La Regla de Oro Ediciones, Madrid, 2012).
*Psicóloga, periodista y escritora











