El «finde» trágico de la izquierda enloquecida

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el desfile la Fiesta Nacional este domingo en Madrid
Ignacio Sánchez Cámara.- Aborrezco el abuso del refranero casi tanto como don Quijote. Aun así, Dios aprieta, pero no ahoga. Cuando parecía que ya nos faltaba el aire, nos regala un fin de semana reparador. Mala cosa es que haya que comenzar por aclarar el título del artículo, pero la culpa es mía. «Finde» va entrecomillado porque su uso es irónico. Soy incapaz de utilizar expresiones como «finde» o «peli». No me siento superior por ello. Es una pura incapacidad. Simplemente, no puedo. Ya me gustaría. Me resulta muy simpático, pero no puedo. La segunda observación se refiere a la expresión «izquierda enloquecida». Con ella no me refiero, faltaría más, a que toda la izquierda haya enloquecido, sino a que una parte de ella, mayor o menor, ha enloquecido. La otra parte goza de buena salud. Pero quien enloquece no merece reprensión ni menos condena, sino piedad y atención médica y, si fuera posible, curación. Sentado esto, vayamos a la cuestión.
Con la paz en Gaza, por precaria y breve que pudiera ser, se acaba el horror y también el jolgorio emotivo y activista, y el turismo indignado por el Mediterráneo. Supongo que no pocos lo lamentarán y pensarán que contra Israel vivíamos mejor. Hamás son unos blandos pacifistas. Al menos, la izquierda Dior podrá despojarse de las pañoletas feministas en bien de la estética. ¿Con qué abriremos ahora los telediarios? ¿Contra quién nos manifestaremos? ¿Y si, al cabo, Trump no fuera tan malo? Para los más radicales, siempre quedará el objetivo del exterminio de los judíos.
Y, por si fuera poco, María Corina Machado recibe el Nobel de la Paz por su heroica oposición a la tiranía bolivariana de Venezuela. La izquierda enloquecida apoya a sus tiranos y denigra a los luchadores por la democracia y la libertad. Naturalmente, habrían preferido a Maduro para el Nobel de la paz, pero los noruegos son muy raros. Veamos la docta reacción académica de Pablo Iglesias. Uno de sus problemas es que, aunque acaso sea menos culto e inteligente de lo que se cree, lo es bastante más que la mayoría de sus compañeros y compañeras. Y, claro, pierde la perspectiva. Lamenta el premio y clama que podrían dárselo a Trump o a Hitler. El parecido político y moral entre la disidente venezolana y el criminal alemán es paradigmática. Como no es necio, el problema tiene que ser necesariamente moral. Están un poco obsesionados con Hitler. Y no es extraño. Debe de resultarles fascinante. Las más terribles dictaduras totalitarias (y genocidas) han sido perpetradas por Hitler, Stalin, Mao y Pol Pot. Tres comunistas y un socialista nacionalista. Pleno. Cuba y Venezuela son leves aprendices caribeños, pero también comunistas. El fascismo italiano, aunque su fundador fue socialista, tuvo bastante de derechas, pero al lado de los totalitarismos de verdad fue casi una broma. Como testimonio artístico puede verse la «peli» «Amarcord» de Fellini. ¿Dónde está el totalitarismo conservador, liberal o demócrata cristiano? El totalitarismo parece cosa de izquierdas. Es natural que haya nostalgia y obsesión con Hitler. Netanyahu, personaje por lo demás poco recomendable, se parece tanto a Hitler como Ada Colau a las víctimas judías liberadas en Auschwitz, por no hablar de los millones de cadáveres. No conviene frivolizar con el terror absoluto y los hornos crematorios.
Encima, y sin ánimo de establecer imposibles comparaciones, la dana se va y no nos deja muertos ni «mazones». Y la UCO saca basura y más basura. La cosa apesta tanto que llega hasta las narices de la izquierda enloquecida. Ya no hay aborto que les salve de la catástrofe. Solo la dimisión de Pedro Sánchez y la convocatoria de elecciones sería un adecuado colofón a tan radiante fin de semana. Y encima la Virgen del Pilar y la Fiesta Nacional, que no es por el Pilar, la patrona es la Inmaculada, sino por el desembarco americano de Colón. Hay fines de semana para olvidar (o, según, para recordar). La izquierda enloquecida necesita pasar por el diván. La Inteligencia Artificial, la Psicología profunda y, sobre todo, los buenos libros pueden curarlo casi todo.











