AR.- Cada 12 de octubre, España se detiene un instante para mirar con orgullo y con emoción el camino recorrido. El Día de la Hispanidad no es solo una fecha en el calendario: es un símbolo vivo de lo que somos, de la historia que nos une y del idioma que nos hermana con millones de personas en todo el mundo.

Hoy, la bandera ondea más alta, pero lo hace sin arrogancia: lo hace con gratitud. Gratitud hacia quienes construyeron este país durante siglos punta de lanza de la Cristiandad, hacia quienes extendieron su lengua y su cultura más allá de los mares, y hacia quienes, generación tras generación, mantienen viva la esencia de lo español: la pasión, la creatividad, la palabra.

España es una tierra de contrastes y de encuentros. Desde Galicia hasta Andalucía, desde Cataluña hasta Canarias, cada rincón aporta un matiz, un acento, una tradición. Pero en todos ellos late un mismo corazón: el de un pueblo que, con sus diferencias, comparte una identidad común que no se impone, sino que se ofrece al mundo.

El 12 de octubre es también el Día de la Fiesta Nacional de España, un momento para recordar que nuestra historia no solo se cuenta en los libros, sino también en los gestos cotidianos: en el abrazo de una familia, en la voz de un maestro, en el rezo a María, en la mirada de quien se emociona al escuchar un pasodoble o al ver el desfile que honra a quienes sirven a la nación.

Más allá de las banderas y los discursos, el Día de la Hispanidad es una invitación a celebrar la unión, a reconocer que el español —nuestra lengua común— es hoy un puente que conecta a más de 500 millones de personas en todos los continentes. Una lengua que canta, que enseña, que crea. Una lengua que nació aquí, pero que pertenece al mundo.

Hoy, España mira al futuro con inquietud y desesperanza. Consciente de estar siendo gobernada por un autócrata sin moral y sin principios, sí, dispuesto a que lleguemos al enfrentamiento civil con tal de seguir manejando los hilos del poder, pero también sabedora de que a lo largo de nuestra historia tuvimos que hacer frente y vencer a muchos traidores. Esta vez no va a ser una excepción. Esta es la tierra sagrada que venció al islam en Navas de Tolosa, a las tropas napoleónicas en Arapiles y al comunismo en Belchite.

Porque, al modo de Lope de Vega:

“Ser español es llama que no muere,
es mar y sol en lucha enamorada;
es voz que canta, aun rota y fatigada,
y en su dolor más hondo, siempre hiere.

De olivo y sangre el corazón prefiere
la senda altiva, libre y despejada;
no teme al mundo, aunque la suerte airada mil veces pruebe cuánto el alma puede.

Ama la vida, y muere por su historia,
ríe en la pena, y sufre con decoro;
su fe, su amor, su honor son su memoria.

Y cuando el cielo tiñe en rojo el oro,
renace España —eterna en su victoria—,
y el viento canta: “¡Viva su tesoro!”

En este día, celebremos lo que somos: un país con historia, con alma, con vocación universal. Una nación que, pese a sus enemigos ancestrales, sigue escribiendo su historia con la misma tinta que un día cruzó los océanos: la tinta del idioma, del arte, de la bravura y del corazón.

¡Viva España y la Hispanidad!