Joaquín Abad, periodista y escritor: “Mientras los fiscales persiguen palabras, los criminales de verdad disfrutan de inmunidad y subvenciones”
Joaquín Abad, periodista, escritor y editor del medio Mil21, lleva casi cincuenta años en una profesión que lo ha llevado a dirigir El Caso y La Crónica de Almería, donde llegó a estar amenazado por la mafia local.
Desde hace unos años ha virado también sus inquietudes a una prolífica carrera de escritor donde, variando títulos entre la ficción y la no ficción, no ha tenido tampoco reparos a la hora de elegir temáticas: Andorra, Soros, corrupción…
Con este bagaje, no es de extrañar que este corajudo periodista se atreva con el que está siendo uno de los temas de la actualidad española: el juicio al Padre Custodio, acusado de islamofobia. Y lo ha hecho como suele ser habitual en este periodista de raza y de larga data: con valentía, claridad expositiva y compromiso ético con la libertad. Denuncia con contundencia las restricciones que sufren las opiniones que no se ajustan al guión oficial. “No estamos ante un caso aislado. Estamos ante un aviso. Un precedente que pretende enseñar a todos los demás lo que ocurre cuando te atreves a cuestionar los dogmas del progresismo”, advierte el periodista y escritor.
Reproducimos a continuación la opinión de Joaquín Abad recogida en el Podcast de Mil21. (Pinche aquí para escuchar el Podcast)
El Padre Custodio: el pecado de contar la verdad
Se llama Custodio Ballester. Es sacerdote. Catalán. Con más de treinta años de servicio pastoral. Y hoy puede acabar en la cárcel por decir en voz alta lo que muchos piensan en silencio.
El delito —dicen— es “odio”. Pero lo que ha hecho este hombre no es odiar: es advertir.
Advertir de una realidad que cualquiera con los ojos abiertos ve.
Advertir de una radicalización creciente, de una ideología que, bajo la excusa de la religión, ha traído atentados, persecuciones y miedo en media Europa.
Y por hacerlo, por usar el lenguaje de la verdad en un país donde la mentira es rentable, hoy el padre Custodio se sienta en el banquillo.
En España ya no se encarcela por matar, se encarcela por hablar. Por opinar. Por disentir del discurso oficial.
El delito de odio se ha convertido en el nuevo bozal del Estado. Un instrumento útil, discreto, aparentemente noble —¿quién quiere defender el odio?—, pero que sirve para perseguir a quien piensa distinto.
Y así, mientras los delincuentes reinciden, los violadores salen antes por “buen comportamiento”, y los okupas se pasean impunes, el Estado dedica su maquinaria judicial a procesar a un sacerdote que solo usó el verbo y la razón.
No estamos ante un caso aislado. Estamos ante un aviso. Un precedente que pretende enseñar a todos los demás lo que ocurre cuando te atreves a cuestionar los dogmas del progresismo.
Custodio Ballester no está en el punto de mira por lo que dijo, sino por lo que representa: un hombre libre, con fe, con criterio, que no pide permiso para hablar.
Porque la libertad de expresión en España ya no existe.
Solo queda la libertad de repetición: puedes decir lo que quieras, siempre que coincida con el guion del poder. Y si no, te caerán encima fiscales, asociaciones, medios subvencionados y una oleada de linchamiento moral que acaba, como en este caso, en los tribunales.
Esa es la verdadera censura moderna: no te prohíben hablar, te destruyen si hablas.
El padre Custodio no quemó una bandera, no insultó a una persona, no incitó a la violencia.
Habló de un problema real. De un choque cultural evidente. De una infiltración ideológica que ha destruido barrios enteros y amenaza con destruir nuestra identidad.
Pero claro, decir eso hoy es anatema.
El mismo Estado que ampara a los que desprecian la cruz, persigue al que la defiende.
Y mientras tanto, los mismos que se rasgan las vestiduras por la “libertad artística” de un rapero que pide fusilar guardias civiles, callan ante la condena de un cura por decir que el islam no es compatible con los valores occidentales.
¿Dónde están los que llenaban tertulias hablando de la “libertad de expresión”?
¿Dónde los intelectuales que juraban defender el derecho a decir incluso lo que no les gustaba oír?
Han desaparecido, o peor: aplauden al verdugo.
No hay mayor hipocresía que la de quienes convierten la libertad en privilegio de partido.
Y no hay mayor cobardía que la de quienes callan para no ser los próximos señalados.
España ha pasado de ser un país libre a ser un país vigilado. No por policías, sino por correctores morales. Cada palabra se examina, cada opinión se pesa, cada matiz se interpreta bajo el prisma del delito.
Y mientras los jueces persiguen palabras, los criminales de verdad disfrutan de impunidad y subvenciones.
El padre Custodio no debería estar sentado ante un tribunal: debería estar protegido por el Estado que promete garantizar la libertad religiosa y la libertad de pensamiento.
Pero no: en esta nueva Inquisición la fe cristiana es sospechosa y el silencio, obligatorio. Solo se puede predicar lo que el sistema aprueba. Por eso este caso no es solo suyo. Es nuestro.
Porque si hoy condenan a un sacerdote por opinar, mañana condenarán a un periodista por escribir. Y pasado, a un ciudadano por publicar un tuit.
El silencio será la nueva obediencia.
El padre Custodio no pide inmunidad. Pide justicia. Pide el derecho elemental de poder hablar sin miedo. Y ese derecho, que fue la base de la civilización occidental, hoy se está dinamitando en nombre de una supuesta tolerancia que solo tolera lo que conviene.
Por eso, cuando lo metan en la cárcel —si lo hacen—, no será solo él quien entre:
será toda una sociedad que ha decidido rendirse.
Que ha cambiado el valor por el miedo.
La verdad por la corrección.
Y la libertad por la complacencia.
Y entonces, cuando ya nadie se atreva a hablar, cuando cada palabra tenga un precio, recordaremos que todo empezó aquí: con un sacerdote que no quiso callar.













Totalmente de acuerdo El Padre Custodio no ha hecho ningun mal a nadie solo ha opinado libremente como corresponde a una democracia y hacemos millones de españoles Lo que si seria digno de juicios y querellas son los bochornosos espectaculos que se dan en el parlamento y en ruedas de prensa por los politicos que en teoria fueron votados para defender el bienestar de los españoles que se supone deben de guardar la educacion y formas de decir las cosas y no utilizar vocabulario que en la mayoria de las veces roza el lenguaje barriobajero Repito el Padre Custodio tiene… Leer más »
Son las leyes que hacen los carniceros traficantes de humanos con sus barquitos de la “sociedad abierta”. Esas personas no son culpables de nada, al revés, también son víctimas de los engaños de esta gentuza, pagando auténticos dinerales en su país por una supuesta vida mejor, para luego encontrarse en guetos enganchados a la droga sin oficio, beneficio ni futuro, en la “maravillosa ” Europa (aunque les den paguitas, eso no soluciona nada, al revés) , ¿decir esto también es delito, señor Soros? porque es vox populi…