Athletic Club de Bilbao: cuando un club antaño ejemplar se convierte en un vertedero político
Alfredo Vega.- La reciente manifestación del Athletic Club de Bilbao en apoyo a Palestina ha abierto un debate intenso: ¿debe un club deportivo implicarse en conflictos internacionales? Esta postura, además de generar adhesiones, ha provocado críticas desde diversos ámbitos, tanto políticos como deportivos.
En primer lugar, es importante señalar que el fútbol, aunque refleja identidad y valores culturales, no es un foro neutral para conflictos geopolíticos complejos. La situación en Palestina e Israel es un asunto profundamente arraigado en historia, política y diplomacia internacional. La adopción de una postura explícita implica tomar partido en un conflicto donde las perspectivas son divergentes y las implicaciones diplomáticas son enormes. Esto coloca al Athletic en un terreno que excede su papel como club deportivo y puede cuestionar su misión principal: representar a su afición a través del deporte.
Desde un punto de vista deportivo, una institución como el Athletic, con una identidad profundamente ligada a su afición y territorio, corre el riesgo de fragmentar su base de seguidores al adoptar posiciones políticas que no representan necesariamente a toda su hinchada. El deporte tiene un poder de unión; politizarlo puede generar división y restar fuerza al mensaje comunitario que históricamente caracteriza al club.
En el plano político, la decisión del Athletic se inserta en un contexto delicado: apoyar una causa internacional puede interpretarse como alineamiento ideológico. Esto conlleva consecuencias en la percepción pública, relaciones internacionales y, potencialmente, en patrocinios o alianzas estratégicas. Un club de fútbol debería valorar si su rol se limita a generar cohesión y orgullo deportivo o si quiere convertirse también en actor político.
La polémica alrededor del Athletic de Bilbao recuerda que los clubes deportivos, pese a su peso social, deben ser cautelosos al asumir posturas políticas. El fútbol debe servir para unir, no para dividir. Y cuando se cruza esa frontera, el riesgo es abrir un debate donde se pierde la esencia deportiva a favor de una confrontación política que el campo de juego no está diseñado para resolver.












Si se negaban a guardar silencio por las víctimas de ETA, no entiendo que ahora se sorprenda nadie. Que se indigne, sí, pero que se sorprenda, no.
Pues será una indignación sorprendente, por lo que la crítica
…merece el más absoluto respaldo. Y nunca serán suficientes las veces que se denuncie el lamentable comportamiento de estos personajes.