Broncano ya no resiste
Carlos Lemos.- De icono generacional a eco de sí mismo: el desgaste de La Resistencia y la pérdida de frescura del humor que quiso dinamitar la televisión.
Durante un tiempo, David Broncano fue la gran anomalía de la televisión española. La Resistencia nació como una bofetada al conformismo mediático: un programa caótico, libre, descarado, que convertía lo incómodo en virtud. Desde su debut en #0 de Movistar+, el formato parecía imposible de domesticar: entrevistas imprevisibles, humor absurdo, un aire de improvisación constante que lo alejaba de todo lo que representaba la televisión tradicional.
Pero lo que nació como una ruptura se ha convertido, con los años, en rutina.
Hoy, La Resistencia ya no incomoda. Su espontaneidad suena ensayada, su irreverencia parece un guion aprendido, y su presentador —el mismo Broncano que simbolizaba el antihéroe mediático— ha terminado atrapado en su propio personaje. Lo que antes era un desafío al sistema se ha vuelto una pieza más del engranaje televisivo que tanto despreciaba.
El salto a TVE, anunciado como la consagración del formato, ha evidenciado esa contradicción. Llevar un producto concebido para el margen a la televisión pública era, desde el principio, un riesgo. El resultado ha sido un híbrido extraño: ni conserva la frescura de sus inicios ni encuentra un nuevo sentido dentro del marco institucional. La Resistencia ha pasado de la libertad del sótano a la incomodidad del salón familiar. Y Broncano, que siempre jugó a ser el outsider, ahora parece demasiado cómodo en el centro del plató.
El problema no es solo de forma, sino de fondo. El humor que hace unos años funcionaba como lenguaje generacional —irreverente, cínico, basado en la complicidad con el espectador digital— se ha quedado sin narrativa. Las bromas sobre dinero y sexo, los silencios eternos, las respuestas absurdas, el meta-humor constante… todo eso, que en su día fue ruptura, hoy es un cliché. Broncano sigue siendo ingenioso, pero su ingenio ya no sorprende. La transgresión, cuando se institucionaliza, se convierte en estética vacía.
En ese sentido, el caso de La Resistencia es paradigmático: un formato nacido del espíritu YouTube que acabó muriendo de éxito en la televisión lineal. Mientras las nuevas generaciones migran a TikTok y Twitch, el programa intenta conservar una rebeldía que ya no le pertenece. El decorado industrial, la jerga interna y los silencios cómplices son ahora gestos nostálgicos, reliquias de una época en que la televisión todavía podía fingir ser contracultural.
La figura de Broncano merece análisis aparte. Su personaje —el presentador que se ríe de todo y de todos, incluido de sí mismo— se ha fosilizado. La ironía perpetua, esa coraza que tanto le protegía, ha terminado por deshumanizarlo. En la televisión actual, donde la autenticidad se valora más que la pose, Broncano parece quedarse a medio camino: demasiado listo para ser ingenuo, demasiado irónico para ser sincero.
No es un fracaso en términos de talento, sino de evolución. La Resistencia no ha sabido reinventarse, y Broncano no ha querido hacerlo. Ha preferido repetir el gesto, mantener la fórmula, proteger el mito. Pero los mitos, cuando no se mueven, se marchitan. El público, que una vez celebró su desparpajo, hoy percibe la rutina bajo la risa. Y en televisión, la rutina es el principio del fin.
David Broncano cambió las reglas del juego. El problema es que, cuando el juego cambió de nuevo, él siguió jugando igual. Quizá aún pueda dar la vuelta a su propio relato, si se atreve a salir del personaje y abandonar el refugio de la ironía. Pero para eso hace falta algo que su programa ya no tiene: riesgo.
Porque si algo está claro es que, hoy por hoy, Broncano ya no resiste.












Broncano y la morsa ,son insoportables,peones del poder woke y masón de Españistan
En mi casa no hay television desde hace 14 años asi que no me pierdo nada bueno
No pierdo el tiempo viendo telebasura