Zulueta, matador de Sevilla
Miguel Ángel Jiménez.- La Maestranza vivió este domingo una tarde destinada a quedar grabada en la memoria. Entre la solemnidad de los clarines y la expectación de los tendidos, Javier Zulueta Muñoz cruzó el umbral que separa la ilusión del compromiso: tomó la alternativa como matador de toros. Lo hizo de la mano de Morante de la Puebla, con Roca Rey como testigo de excepción, en la plaza que lo ha visto crecer desde niño.
Heredero de una familia profundamente ligada al coso sevillano —su padre y su tío ejercen como alguacilillos—, Zulueta conoce los secretos de la Maestranza desde la infancia. Ese vínculo íntimo con la plaza no le ha pesado como una carga, sino que lo ha empujado a forjarse con disciplina, respeto y un concepto del toreo marcado por la seriedad.
Su trayectoria como novillero ha sido intensa y reveladora. Con una campaña cargada de actuaciones, ha sabido aprovechar cada oportunidad, sumando trofeos y demostrando regularidad. En plazas de primera y de provincias ha dejado tardes de importancia, como aquella en la que abrió la puerta grande tras cortar tres orejas, prueba de que el valor y el temple ya estaban en su mano mucho antes de la alternativa.
Lo que más impresiona de Zulueta es su forma de interpretar la tauromaquia: torea despacio, con serenidad, sin perder la verticalidad clásica de la escuela sevillana. Sus muñecas parecen buscar siempre la pureza del trazo, y su carácter —humilde y seguro al mismo tiempo— completa el retrato de un torero llamado a más.
En su vestimenta del día grande no faltó un detalle muy suyo: la medalla de la Hermandad del Rocío de Sevilla, que lució con orgullo en la corbata, como símbolo de fe y raíces. Una muestra clara de que su carrera está muy ligada a su identidad sevillana.
Y es que Sevilla no es solo plaza, es también cuna de toreros. Desde Pepe Luis Vázquez y Juan Belmonte, pasando por Curro Romero o el propio Morante, la ciudad ha sido cantera de figuras que marcaron época. La Escuela Taurina de Sevilla, a la que pertenece Zulueta, continúa siendo un semillero de talento donde se cultivan la técnica y el carácter, forjando a jóvenes que buscan emular a los grandes maestros. Dentro de ese linaje, el nombre de Javier Zulueta aparece ahora como la nueva joya, con el peso de la tradición a sus espaldas y la frescura de quien quiere escribir páginas propias.
La afición sevillana, exigente como pocas, supo ver en él el poso de lo auténtico. La tarde de su alternativa, a pesar de la ganadería ,no fue un simple trámite, sino la confirmación de que Sevilla tiene en Javier Zulueta a una nueva promesa de la que seguir disfrutando. Ahora, tras el paso decisivo, queda el camino largo de consolidarse. Pero si algo ha dejado claro este joven torero es que tiene hambre, verdad y el coraje necesario para escribir su propia historia en los ruedos.
¡Suerte Maestro!












