Cuando las pulseras antimaltrato se convierten en símbolos de abandono institucional
Ignacio Andrade.- Si algo demuestra este nuevo escándalo de las pulseras antimaltrato es que las promesas del gobierno de Pedro Sánchez, de proteger a las víctimas de violencia de género, han resultado ser humo. Lo que debía ser una red de seguridad se ha transformado en una farsa de incompetencia, negligencia y responsabilización diluida.
El núcleo del desastre
El sistema de pulseras telemáticas para agresores —el llamado sistema Cometa— que debería impedir acercamientos, alertar tras incumplimientos de las órdenes de alejamiento, y proteger de verdad a las mujeres víctimas, ha fallado estrepitosamente.
¿Cómo ha sucedido esto? Porque el gobierno cambió de empresa adjudicataria: pasó de Telefónica con Securitas Direct a una UTE entre Vodafone y Securitas. En ese proceso —su principal argumento oficial— hubo una migración de datos mal hecha. Resultado: durante meses no se tuvieron los registros previos a marzo de 2024, lo que significa que no se pudo demostrar dónde estaban los agresores cuando se denunciaba un incumplimiento de alejamiento.
Ese fallo no es anecdótico ni técnico sin consecuencias. Ha provocado absoluciones, sobreseimientos provisionales, pérdida de pruebas claves y, lo peor, puso en riesgo la seguridad de mujeres que confiaban en que el Estado cumpliría su obligación.
La gravedad de este asunto exige nombres, responsabilidades, consecuencias. Y no meras disculpas blandas.
El Ministerio de Igualdad, con Ana Redondo al frente, debe responder cómo permitió que un cambio tan sensible —las pulseras de seguimiento— se gestionara con tan poca previsión. Se advirtió de los riesgos: María Ángeles Carmona, expresidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica del CGPJ, alertó en enero de 2024 sobre los peligros de la transición de proveedor. ¿Qué hizo el ministerio? Seguir adelante sin garantías suficientes.
El gobierno de Sánchez como conjunto tiene que aceptar que esto no es un “error técnico puntual” sin mayor importancia. No. Poner en la calle a agresores porque no se pueden usar los registros es una desprotección directa de las víctimas. No basta con decir “ya está arreglado”; hace falta asumir responsabilidad política y legal. Exigir dimisiones no es un capricho: es lo que corresponde cuando vidas humanas han estado en riesgo.
Transparencia y cifras reales: Hasta ahora no se sabe cuántos casos concretos han sido afectados, cuántas víctimas han perdido la posibilidad de protección efectiva, cuántas denuncias se han quedado sin base probatoria por culpa de este desaguisado. El público tiene derecho a saber no sólo que “hubo fallos”, sino cuán grande ha sido el daño.
Una gestión chapucera con consecuencias reales
Ese tipo de negligencia no es inesperado si se observa el patrón: promesas grandilocuentes y después respuestas a medias, escudándose en tecnicismos o en que “ya está solucionado”. Pero para quienes han sufrido violencia de género, la diferencia entre “funcionó mal” y “funcionó tarde y de forma incompleta” puede ser la diferencia entre seguir siendo una víctima o perder protección judicial vital.
Aunque ahora se diga que “ya no hay incidencias en 2025” o que todo fue culpa del cambio de empresa, lo que está hecho ya no se deshace. Las consecuencias de esos meses sin datos no se pueden borrar, los perjuicios son irreversibles para muchas personas.
Exigencia ciudadana
El gobierno de Sánchez debe afrontar las consecuencias: dimisiones, responsabilidades políticas, auditorías externas y, sobre todo, comprometerse a que nada parecido vuelva a ocurrir. En un asunto como este, no hay margen para errores caros ni excusas baratas.
Las pulseras antimaltrato debían ser garantía de protección, no emblema del abandono. El Estado que dice defender los derechos de las mujeres no puede permitirse fallar donde la vida y la libertad de otros dependen directamente de su eficacia.













Otro caso igual que las mascarillas compradas a los chinos e hinchando las facturas desapareciendo el dinero pero las mascarillas eran defectuosa pues esta pulseras mas de lo mismo y luego los politicos con cara de gilipollas afirmando no saber nada de lo que a pasado
Ni pulseras ni nada lo mejor un microchip en el pescuezo igual que los perros seria mas eficaz que las pulseras
Dimisión. Dimisión. Guarra. Irresponsable. No te queda otra. Dimite falsaria.
En este pais nadie acepta ninguna responsabilidad ni nadie dimite esto es España
Y como se vea acorralada siempre podra decir la culpa es de Franco
Dejan pasar a África a Sudamérica y Centroamérica y la solución es una pulsera. Nos mean y dicen que llueve.
Las pulseras nunca estuvieron para solucionar nada, sino que para promover control e indignidad. ¿Es que la falta de amor se soluciona con esto? Si tuvieran auténtico interés dejarían de corromper, y de promover malas costumbres, Por el contrario utilizan el mal, para promover más mal. Y veremos a dónde quieren llegar con esta noticia.