Cuando el «… y si Sánchez» escalofría jugando al «No pasarán» con la reVuelta
Francisco Rosell.- En la celebración de la Diada en París, Salvador Illa aseguraba el viernes que «cada día se traspasa una nueva línea roja» recabando que «a los agresores no se les apacigua con comprensión». Cualquier inadvertido asistente creería que se había caído del caballo como Saulo camino de Damasco al denunciar, como esa mañana había hecho la vicepresidenta Yolanda Díaz tras naufragar por culpa de Junts su reducción de jornada laboral, el chantaje del prófugo Puigdemont al que blanqueó antes que nadie y al que Illa rindió pleitesía días atrás en Bruselas. Pero era obvio que se trataba de un subterfugio de quien supedita la normalización catalana a darle el fuero y el huevo a los golpistas del 1-O y ejecuta las políticas de estos, al igual que su Pigmalión Sánchez las de sus socios Frankenstein haciéndose indistinguibles, como explicitó ayer en Málaga donde sólo le faltó el «¡exprópiese!» de Chávez con los pisos turísticos.
Sin duda, el destinatario de los venablos del pío Illa era Israel, cuyo espantajo enarbolan ambos a modo de cortina de humo que tape la anomalía española con un presidente sin Presupuestos y que, en contraste con la Francia visitada por Illa, sigue como si tal la cosa sin someterse a una moción de confianza. Sistematiza un desafuero en el que no incurrió Felipe González cuando Pujol le denegó su apoyo a las cuentas gubernamentales y que tampoco armó, tras su «dulce derrota» ante Aznar, una coalición de perdedores como Sánchez tras su revés de julio de 2023.
Pero, cuando se legitima al golpismo catalán y al terrorismo de ETA, se calcan sus artimañas para un «autogolpe» con la ventaja de controlar los organismos del Estado que lograron que la independencia quedara en «suspendencia» en aplicación de una Constitución que, empero, no contempla dispositivos del tenor del artículo 155 contra el Gobierno que se alce contra el orden que facultó su designación. Así, el Rey no podría asomarse al televisor a exigir el restablecimiento de la legalidad como Felipe VI el 3-O de 2017 ni emular a su Juan Carlos I contra la asonada del 23-F de 1981. Como subraya el politólogo británico John Keane en «Vida y muerte de la democracia», los despotismos coetáneos pueden usar los votos para arruinar la libertad con la eficacia de las balas. Si los Parlamentos no fiscalizan al Ejecutivo, si los tribunales no juzgan los atropellos y si la prensa no destapa lo que el poder vela, la mariposa de la democracia muta en oruga democida.
En esta acusada deriva sanchista, en la recepción del Día de la Hispanidad de 2023, algunas personalidades del Derecho presentes en el Palacio Real me trasladaron esta pregunta: «¿Aguantará «éste» (por Sánchez) o no?» Desde el conocimiento del personaje desde hace quince años donde ejercía de tertuliano meritorio socialista para salvar la cara de Chaves y Griñán con los ERE, les auguré que resistiría lo que no hay en los escritos por su falta de escrúpulos como la del protagonista de una de las novelas del estadounidense Richard Ford: «No reconocería ni a mi propia madre, por lo que podría ser político». Mucho más cuando se supo que, amen de plagiar su tesis, su carrera tuvo como «modus vivendi et operandi» el negocio de prostitución de su suegro.
Bajo esa premisa, el quid de la cuestión no era lo que «aguantará éste», sino cuánto se sostendrá «esto» (o sea, la democracia y la nación) con quien no rehusará arrastrar en su caída todo lo que quede a su alcance sin excluir la Corona cuando, para más inri, la podredumbre cerca a su «famiglia» (esposa y hermano), al partido y a la Presidencia que mercadeó como Simón el Mago tratando de adquirir el poder de San Pedro para obrar milagros. Al negarse a asumir responsabilidades políticas y atornillarse al sillón incluso si es imputado como su fiscal general, ¿las Cortes desalojarían a quien arrió el pendón de la regeneración en cuanto subió a bordo y degenera cada instancia de poder que toca? O ¿coadyuvará a su impunidad? Escalofría sólo con imaginarlo ante el atolladero en el que plantaría a una España en la que Sánchez recoge a manos llenas la cizaña guerracivilista que sembró Zapatero y de la que él se surte desde su cara a cara electoral de 2015 con Rajoy al que tachó de indecente.
Por eso, la bandera del antisemitismo, al sobrepasar las legítimas críticas a Netanyahu y el apoyo a una banda como Hamas que ha festejado las masacres yihadistas que han crucificado a España, evoca los famosos versos del pastor protestante Martin Niemöller cuya estrofa final señala: «Cuando vinieron a llevarse a los judíos,/ no protesté,/ ya que no era judío,/Cuando vinieron a buscarme,/no había nadie más que pudiera protestar.». Mucho más cuando se tilda al rival de enemigo cuyo asesinato se justifica por sus opiniones -como Charlie Kirk, un perfecto ignoto para los españoles al que basta su afinidad a Trump para que señeros activistas dizque periodistas disculpen su homicidio como Gara o Egin los crímenes de ETA- luego de endosarle el pertinente sambenito o se denigra a desafectos sanchistas como el expresidente aragonés Lambán con su cadáver aún caliente por no bailarle el agua.
En su enfeudamiento, Sánchez agita igualmente el fantasma de la extrema derecha -la miope Yolanda Díaz acaba de descubrir esa condición en sus socios de Junts tras su debacle parlamentaria- para estampárselo en la cara de Feijóo explotando la crecida de Vox en sondeos como el de ayer de El Debate merced al «voto del portazo» de los cabreados, lo que alejaría la posibilidad de que el PP gobernara en solitario sumando más escaños que la Alianza Frankenstein. A Vox, por ahora, el «voto de portazo» no le pilla los dedos con la puerta como a Milei con el escándalo de su hermana. Ello le ha supuesto un severo sopapo en las legislativas de Buenos Aires y le ha obligado a suspender su aparición en el cónclave de Vox de este fin de semana en Madrid.
Ante este devenir, se abre paso la hipótesis de «…y si Sánchez no abandona el poder así como así» que ha hecho suya Arturo Pérez-Reverte -como el que avisa que el presidente está desnudo- al manifestar el capitán Alatriste que un tipo tan peligroso como él no se irá por las buenas y pudiera romper con la tradición de sus antecesores desde la Transición. En línea con Zapatero, puede forzar la situación como el PSOE bolchevizado de la II República cuando saboteó que la derecha gobernara montando la Revolución de Asturias de 1934 o dio un pucherazo en 1936. De momento, como le afea González, sin presupuestos y con el fiscal general en el banquillo, no convoca comicios arguyendo que se tendría que ir, por más que Tezanos le pronostique un triunfo sin bajarse del autobús.
Para no arriesgar su inviolabilidad, Sáncheztein puede causar una crisis institucional al auparse por encima de la ley. No obstante, como avizora Timothy Snyder «Sobre la tiranía», no hay que pecar de entreguismo preventivo porque ayuda al sátrapa a hacer lo que le pete. Para salvaguardan la democracia, eso sí, el ciudadano debe aprovechar el tiempo porque, sino lo hace, el totalitarismo puede adueñarse irremediablemente. De momento, tras alentar por la mañana a los manifestantes para que boicotearan el final de la reVuelta en Madrid con la excusa palestina, «Noverdad» Sánchez perfila una guerra sin cuartel en todos los frentes aunando la intifada palestina y la kale borroka como socios estratégicos. Jugando al «No pasarán» de La Pasionaria, el PSOE no conocía nada igual desde Largo Caballero, el Lenin español. Pobre España.












