Begoña, no te rindas
Mayte Alcaraz.- Las mujeres empoderadas y progresistas son eso que eres tú, Begoña. Por la mañana se sientan, rodeadas de más seguridad que Kim Jong-un, ante un juez para torpedear su instrucción negándolo todo y por la tarde se van al cine con el marido, ese que estuvo a punto de dejar el puesto por amor, para visibilizar que Cervantes era homosexual, y ya de corrido, un declarado activista contra la emergencia climática, feminista de corazón y progresista, sobre todo muy progresista, pero con buena mano derecha. La historia también la escribes tú, ex cátedra, con Amenábar de amanuense. Eso de acudir a los juzgados imputada por cinco delitos y luego enfundarse un mono de cuero del barrio de Salamanca para entretener a la canallesca y que olviden los dimes y diretes de un juez facha, es parte del espectáculo político. Y así la gente ve cómo tu cónyuge puede ir al cine –siempre de sus directores de cabecera– sin que nadie le insulte, porque dar tres pasos desde el coche blindado hasta la sala de cine rodeado de una cápsula de seguridad sin precedentes, y que la gente no le grite que le gusta la fruta, es una hazaña digna de telediario. Y eso lo tiene que saber la fachosfera.
Pero, Begoña, tú no desistas. Sigue defendiendo que tu asesora te hacía favores privados esporádicamente –como si los delitos no fueran esporádicos en sí mismos. Cristina era una soldado más en Moncloa. La llamaste para que fuera directora de Programas de Presidencia del Gobierno, cuando ni tú ni ella sabíais qué era eso, y ella, como buena colega, te dijo aquello de «si tú me dices ven, lo dejo todo». Y luego las cosas pasan porque tienen que pasar. Un día le dices que llame al rector de la Complutense para que venga a Moncloa a despachar contigo tu futuro académico y él lo hace sin rechistar; después, le pides a la buena de Cristina que escriba al vicerrector Doadrio para que se ponga las pilas en la cátedra que ostentas sin ser licenciada; luego tu entrañable compañera le pide a Reale Seguros que siga poniendo pasta para tu máster; más tarde recabas dinero para un software con empresas del Ibex y multinacionales americanas. Oye, todo tan normal. Y más ahora que la Fiscalía se ha vuelto a sumar a tu defensa para negar los correos que te cruzaste desde 2018, no vaya a ser que sepamos alguna tropelía más.
Debes seguir así, Begoña. Tú, que has tenido que sobreponerte a un pasado familiar de saunas, negocios de lucecitas y una trayectoria profesional hasta 2018 más bien mediocre, también tienes derecho a levantar cabeza. Tú, Begoña, que hasta intercediste para que la mujer de Ábalos no sufriera mucho con las sobrinas que le salían al ministro hasta debajo de las empresas públicas, tienes razones para estar enfadada con esta España que no agradece tus desvelos por el progresismo, tus saltitos todos los 8 de marzo en defensa de la igualdad –todavía retumban en algunos de los locales de tu tío– y tu disposición a seguir al lado del líder de la izquierda global.
Definitivamente, Begoña, tú no eres como tu cuñado. Él, que decía tener un exitoso bagaje como el Barenboim hispano, terminó de jefe de conservatorios en Badajoz por un sueldo público. Lo tuyo es diferente: tú eres –ya lo dijo tu esposo en aquella carta que Neruda no hubiera mejorado– una brillante profesional, captadora de fondos sin descanso, una aguerrida trabajadora por los derechos sociales. Eso sí, la vida –o ese esposo borracho de poder– te ha hecho así y has devenido en pentaimputada, sospechosa de malversar fondos públicos para aumentar los tuyos privados, exponente de ese argumento tan eficaz de «usted no sabe con quién está hablando», ejemplo de una aparatosa necesidad de afirmación intelectual que no tienes.
Es incomprensible, Begoña, que, habiendo llegado a lo más alto del poder político por tu matrimonio con un arribista, no te hayas conformado con disfrutar de las vistas desde esa atalaya y hayas necesitado exprimir los recursos públicos de la Administración que pagamos todos –y las cuentas de las empresas privadas– para saciar tu sed de reconocimiento académico y profesional. Cuando todo esto pase, el doctor Sánchez y tú tendréis que hacéroslo mirar. Los divanes están llenos de patologías similares.
Ya lamento, Begoña, que no consiguieras los títulos a los que aspirabas por tus méritos, que la vida no haya recompensado tus esfuerzos hasta que un marido sin escrúpulos te allanó el camino para el abuso. Eres de una izquierda esnobista que critica a la derecha, pero se derrite por un traje de alta costura y por una foto con las primeras damas del mundo. Pero todo eso es perdonable. Que nos tomes el pelo, no.











