Palestina Askatu
Antonio Naranjo.- Aquí se puede boicotear la Vuelta a España en nombre de Palestina, mientras se ondean las mismas banderas que honran a ETA, pero no quejarse por la violación de una niña de 14 años. A esto hemos llegado: a presentar la preocupación vecinal por las agresiones sexuales en un delito de odio y prohibirlas por si acaso y, en cambio, a transformar un episodio de sabotaje abertzale en un ejercicio de defensa de los derechos humanos en Gaza.
Los mismos que protestan por Palestina, siempre sin mencionar que el origen de todo es el terrorismo de Hamás y su negativa a aceptar la existencia de Israel, se callaron cuando ETA asesinaba a inocentes con bombas lapa y de tiros en la nuca: por lo visto estas víctimas se merecen menos afecto que las de Palestina, a las que no obstante rechazarían de querer venirse al País Vasco.
Allí Bildu encabeza los mensajes racistas de rechazo para no alterar con sangre impura las ansias de independencia y el célebre RH euskaldún: tanto denunciar la xenofobia imaginaria de Vox o del PP, y lo más racista que anda suelto por España es la izquierda antisistema vasca y catalana, primero con los españoles y luego con todos los extranjeros.
Y así es todo en España, atrapada en un relato eterno de ficciones hinchadas por los altavoces mediáticos del Régimen, para los que la verdad es una herramienta fascista: el problema es que no vaya Feijóo a la apertura del Año Judicial, y no que se empeñe en intervenir un fiscal general del Estado imputado por prestarse a La Moncloa a urdir una campaña sucia contra Isabel Díaz Ayuso, con un montaje infame más propio de las purgas soviéticas que de una democracia occidental.
O se pueden celebrar hasta 400 actos anuales de exaltación de terroristas sin que nada pase, que aquello no es odio a los muertos, a sus familias y a los españoles de bien, sino inevitables ejercicios de libertad de expresión; no como los de una vecina de Hortaleza, Torre Pacheco o Alcalá de Henares preocupada por la inmigración masiva, que sin saberlo forma parte del grupúsculo de cuatro idiotas ultras que se cuelan en fiesta ajena para montar sus numeritos infames.
En todo caso, el boicot a la Vuelta España es otra prueba del triunfo de Bildu, que puede reventar un evento internacional porque de Otegi depende, igual que de Puigdemont o de Junqueras, que Pedro Sánchez sea presidente. Es otra bajada de pantalones más de este infame presidente con sus secuestradores, que llevan siete años aumentando la lista de peticiones para su rescate, aunque todas se resumen en dos grandes epígrafes.
En el primero aparece la impunidad, que se concreta en indultos, amnistías y reformas del Código Penal para que ya nada sea delito y, lo que antes abocaba a condenas penales, ahora forme parte del catálogo de derechos para cuando la vaca sanchista se quede sin leche y haya que invocarlos con alguien decente enfrente.
Y en el segundo la construcción nacional tacita a tacita, resumida en el delirante empeño del Gobierno en hacer del catalán lengua oficial de toda Europa, parejo a la apuesta por excluir el español de Cataluña.
Qué decir de la catadura de la Internacional Sanchista cuando aquí se llama ya fascista a todo el mundo mientras se consiente la violencia, el golpismo, la persecución y la ruptura si es nombre de la causa correcta. Y lo correcto es apoyar a Sánchez, de ahí para arriba no hay nada, salvo esa puta España.











