Atraco a mano armada
Antonio R. Naranjo.- El Consejo de Ministros va a aprobar uno de los atracos más lamentables que se recuerdan con Sánchez, y eso es mucho decir: el presidente de la amnistía, la liberación de etarras, el pacto con un prófugo al que Salvador Illa cumplimenta con una visita humillante a Waterloo para reforzar las gestiones nefandas previas de Cerdán y de Zapatero; el derroche a manos llenas con el dinero confiscado a la clase productiva para montar un sistema clientelar infumable, el guerracivilismo estructural o la compra de votos a todo el separatismo para ser investido, entre otras tropelías indecentes, no tiene sencillo superarse a sí mismo.
Pero nadie podrá decir que no está dispuesto a intentarlo: ahora condonará al menos 15.000 millones de euros a Cataluña, según la exigencia de ERC; que será además el primer paso de algo todavía más grave reclamado por Puigdemont, que es la Agencia Tributaria Estelada y la recaudación total de los infinitos impuestos abonados por los pobres catalanes.
El robo es conceptual y práctico: de un lado se consagra el principio inconstitucional de que puede fraccionarse la Hacienda pública y, de otro, se va a empezar a aplicar la máxima de que un territorio es propietario del esfuerzo fiscal individual de quien tributa en él, un despropósito que adjudica a los políticos de Cataluña lo que en realidad procede del esfuerzo de cada uno de los allí empadronados.
Aunque en el viaje se pretende hacer una especie de quita global a todas las regiones, que simplemente trasladará la titularidad de la deuda de una Administración a otra pero no la anulará y provocará que lo que no se pague como andaluz o madrileño se haga como español; la única intención es avanzar en la conformación de un Estado dentro del Estado con un techo competencial incompatible con la solidez del propio Estado.
Por mucho que socialistas y nacionalistas hablen de terminar de desarrollar los estatutos, en el primero de los casos con la paparrucha federal y en el segundo como preámbulo de la independencia, lo cierto es que se avanza sin frenos hacia la desmembración de España por la vía de los hechos consumados, con una falsa pacificación que solo obedece a la certeza de que el separatismo no necesita acelerar el proceso ni cometer delitos porque tiene secuestrado a un presidente que solo lo es precisamente por esa razón: legalizar lo que antes hubiera acabado en condenas y, además de indultar los excesos previos, autorizarlos con una falsa pátina constitucional inducida por Conde-Pumpido.
Aunque es probable que Sánchez no pueda culminar todo lo que está dispuesto a hacer con tal de mantener su sociedad fraudulenta con sus secuestradores, que son a la gobernación de España lo que un borracho a la seguridad vial, la huella que dejará el blanqueamiento de los objetivos separatistas, la aceptación de sus metas y la devaluación de las respuestas legales a sus futuros excesos será inmensa.
De momento, a ver con qué cara se presenta Sánchez en Europa a pedir que los alemanes sean solidarios con los españoles, mientras en el país al que representa se consagran excepciones con los más pudientes en contra de los derechos de los menos favorecidos para ganarse en los despachos más sórdidos lo que se ha perdido en las urnas.
Sánchez ya ha malherido el concepto de unidad de España, presentado como una antigualla franquista cuando en realidad es la mayor garantía de igualdad de los españoles ante la ley y, también, ante la ventanilla de pagos y cobros. Y la creación de un «cupo catalán», con ese u otro nombre, es la intentona de puntilla a eso que despectivamente llaman ‘Régimen del 78’, ahora subastado por la codicia sin límites de un siniestro personaje que en los inicios luchó por el poder y ahora, tal vez, lo hace para utilizarlo como escudo de las consecuencias políticas y judiciales que su vida y obra reclaman a voces.












