El sectarismo vomitivo de Silvia Intxaurrondo: un síntoma de cómo la mafia sanchista ha colonizado la televisión pública
En una democracia madura, el periodismo debería ejercer como contrapeso del poder, no como su brazo propagandístico. Sin embargo, la deriva de ciertos comunicadores ligados al “sanchismo” ha desdibujado por completo esa frontera. El caso de Silvia Intxaurrondo es paradigmático: lejos de practicar un periodismo plural y crítico, se ha convertido en altavoz privilegiado del discurso gubernamental, degradando la esencia del servicio público que dice representar.
Resulta imposible ignorar la actitud sectaria con la que maneja sus entrevistas. A unos los interroga con la condescendencia propia de una tertulia afín, mientras a otros —si se trata de voces críticas con Pedro Sánchez o con sus socios— los acorrala con un tono inquisitorial, cortándoles, interrumpiéndoles o imponiendo el marco narrativo que favorece al Gobierno. Lo que debería ser una búsqueda honesta de la verdad se convierte, en sus manos, en un juicio sumarísimo contra cualquiera que no comulgue con la agenda oficialista.
Este sesgo no es casualidad, sino método. El guion está escrito de antemano: los ministros disfrutan de entrevistas cómodas, sin la más mínima fiscalización, mientras que los adversarios políticos son sometidos a un interrogatorio que confunde dureza con militancia. Al final, la equidistancia que debería garantizar un medio público desaparece bajo la lógica del “nosotros contra ellos”, en la que la periodista actúa más como comisaria política que como profesional independiente.
El daño de este sectarismo va más allá de su figura personal. Lo grave es que erosiona la confianza en los medios públicos, que son de todos y no del partido en el poder. Cada vez que Intxaurrondo actúa como correa de transmisión del sanchismo, la televisión pública pierde legitimidad, se aleja del ciudadano y se acerca peligrosamente al modelo de propaganda institucional.
El periodismo exige rigor, neutralidad y valentía frente a cualquier gobierno. Lo de Intxaurrondo es justo lo contrario: servilismo disfrazado de profesionalidad. Y mientras tanto, se normaliza la idea de que RTVE pertenece a Sánchez, no a los españoles.
El sectarismo de Silvia Intxaurrondo no es un desliz, es un síntoma. Un síntoma de cómo el sanchismo ha colonizado espacios que deberían ser neutrales, y de cómo ciertos periodistas han decidido renunciar a la crítica para abrazar la propaganda. Pero el periodismo, cuando se pliega al poder, deja de ser periodismo. Y en su lugar solo queda un altavoz complaciente al servicio del gobierno de turno.












Yo me pregunto por qué estas tías progrexistas tienen todas esas mismas caras sintéticas, iguales, les cambia el color y corte de pelos y facciones y son el mismo rostro de todas ellas.
Las mujeres “fachas” de primera línea son muy diferentes entre ellas y en mi opinión mucho más bellas. Más mujeres.
No sé, es mi opinión.
Y no es ideología. Para nada.
Zorra
Totalmente…