La “profecía” de George Soros sobre España hace más de una década: “Su destino es quedarse permanentemente en crisis”
El polémico filántropo George Soros, acusado en numerosas ocasiones de utilizar sus ONG para influir en gran parte de las naciones del mundo a favor de perfiles izquierdistas, hizo un pronóstico sobre el futuro que le esperaba a España en el año 2012: «El destino que le espera es quedarse permanentemente en crisis». Hoy, 13 años después, sus palabras siguen resonando con fuerza, ya que el país atraviesa una situación económica marcada por la incertidumbre, la pérdida de competitividad y una deuda pública que no deja de crecer.
En aquella entrevista concedida a El País, Soros comparaba la crisis de la Eurozona con la Gran Depresión y advertía de que la arquitectura del euro estaba diseñada para condenar a los países del sur, como España e Italia, a la dependencia crónica de las potencias del norte. Según su visión, Alemania ejercía un control hegemónico sobre las políticas europeas, haciendo lo justo para mantener a flote la moneda única, pero sin resolver los problemas de fondo.
«El verdadero peligro es que Europa quedará dividida entre acreedores y deudores», señalaba entonces. Soros consideraba que esta brecha estructural forzaría a los países periféricos a soportar intereses mucho más elevados, atrapándolos en un círculo vicioso de estancamiento y desigualdad con respecto a las economías centrales.
Soros no se limitó a criticar el rumbo de la Unión Europea; llegó a vaticinar que las tensiones financieras desembocarían en un accidente «al estilo Lehman Brothers». Según él, los mercados no esperarían a que se implementaran reformas de largo plazo como la unión bancaria y aprovecharían para presionar la prima de riesgo, alimentando una crisis sistémica del euro.
Hoy, España sigue atrapada entre la fragilidad de sus cuentas públicas, la dependencia del crédito exterior y un mercado laboral tensionado por la inflación y la pérdida de productividad. La sombra de aquella advertencia de Soros —que anticipaba una «periferia permanentemente deprimida»— planea sobre un país que aún no ha logrado dejar atrás la etiqueta de eslabón débil de Europa.
La visión sombría que presentó en 2012 se enmarca ahora en un contexto global marcado por la ralentización del crecimiento, la presión de las agendas climáticas y el encarecimiento de la energía, factores que refuerzan la idea de un ciclo largo de crisis para las economías más vulnerables del continente.











