Cultura subvencionada: cuando el arte se convierte en negocio de amiguetes
Ignacio Andrade.- La cultura subvencionada nació con un propósito noble: proteger la creación artística de las leyes brutales del mercado, garantizar la diversidad y dar voz a propuestas que, sin apoyo público, jamás llegarían a existir. Pero en demasiados casos, ese ideal se ha convertido en un caldo de cultivo perfecto para la corrupción, el clientelismo y la mediocridad institucionalizada.
El sistema de ayudas públicas a la cultura en España (y en buena parte de Europa) se ha transformado en una red de favores cruzados donde los méritos artísticos pesan menos que las relaciones políticas, las amistades de despacho o la capacidad de engordar un presupuesto con facturas infladas. En lugar de fomentar la independencia de los creadores, se ha instalado un modelo de dependencia estructural: artistas, compañías y colectivos que sobreviven únicamente gracias al maná institucional, moldeando sus proyectos para agradar a comités de selección opacos en lugar de al público.
Amiguismo, clientelismo y cajas negras
No hay que ser ingenuos: las subvenciones a menudo se deciden en comisiones donde los miembros se conocen entre sí, intercambian votos y aplican criterios estéticos o ideológicos disfrazados de objetividad técnica. Un festival de música recibe cientos de miles de euros porque su director es afín al partido de turno, mientras pequeñas iniciativas con impacto real en su comunidad mueren por falta de fondos.
El mecanismo es perverso: presupuestos inflados, proyectos “fantasma”, facturas que se pagan a empresas vinculadas, contratos adjudicados a dedo bajo la coartada cultural. Todo envuelto en la retórica de la “defensa de la cultura”, cuando en realidad se trata de la defensa de intereses muy concretos.
Cultura convertida en negocio
La cultura subvencionada, tal y como funciona hoy, beneficia menos al ciudadano y más a una élite que sabe manejar el lenguaje burocrático y las claves de acceso a la financiación. El arte deja de ser un espacio de libertad para convertirse en un negocio de gestión de subvenciones. Se mide más el éxito en euros recibidos que en impacto cultural, en expedientes aprobados más que en espectadores alcanzados.
Mientras tanto, el creador independiente, el que no tiene padrinos ni conexiones, queda marginado. El público, al que se supone que va dirigido todo este esfuerzo, acaba siendo la última preocupación.
Una reforma necesaria
La cultura necesita apoyo, sí. Pero un sistema que premia el amiguismo y la dependencia no es apoyo: es corrupción maquillada. Urge una reforma profunda que garantice transparencia en la adjudicación de fondos, evaluación real de resultados y límites claros a la financiación perpetua de proyectos que solo existen en el papel.
De lo contrario, seguiremos llamando “cultura” a lo que en realidad es un sistema de saqueo institucional. Y lo peor: seguiremos acostumbrándonos a que el arte no florezca por su valor, sino por las relaciones de quienes dicen representarlo.












A cualquier cosa llaman ” cultura”. Esos 3 de la foto son unos sinvergüenzas.
Magnífico artículo sobre lo que realmente está pasando en España con la mal llamada cultura del Ministerio de Incultura. Esto no es cultura. Esto es corrupción pura y dura coordinada por una banda de chupópteros y malandrines Que se llaman artistas y no son más que activistas políticos que a cambio de subvenciones, premios y todo tipo de prebendas le besan el culo al poder con el dinero del pueblo que se levanta a las seis de mañana para generar impuestos. ! Ya está bien de aguantar todo este ladrocinio institucionalizado! Que se lo pagen ellos y que sea el… Leer más »
Si a esto lo llaman cultura, yo prefiero ser inculto, iletrado y anafableto.
Solo el cine 300 millones, el miserable del Joaquín Sabina se hizo famoso y rico, gracias a conciertos y fiestas de pueblo pagadas por el PSOE…y muchas otras por panolis del PP, ha insultado a Franco con descaro, dé forma infame en conciertos, a los que somos de Derechas.
Armando hombre valiente tendría que dedicarle algún poema en forma de articulo a semejante miserable.
Ni Aznar y mucho menos Rajoy desmontaron el chiringuito.
El Pseudoarte se ha convertido en una herramienta mas de Ing Social , aparte de los ceporros estos, recordemos por ej a la exitosa y repugnante Marina Abrahmovic mimada por la elite e incluso premiada en España por la cuñada de la mujer de Urdangarin.