LGI.- El patrimonio inmobiliario de José Luis Rodríguez Zapatero y de su mujer, Sonsoles Espinosa, se ha multiplicado por más de 90 desde que el ex jefe del Ejecutivo comenzó a actuar como mediador con el chavismo tras abandonar La Moncloa en 2011. En la actualidad, la familia ha llegado a reunir hasta tres chalets de alto nivel, cuyo valor conjunto supera holgadamente los tres millones de euros.

En los últimos años, la adquisición de inmuebles se ha acelerado. En 2017 compró en Lanzarote una vivienda de lujo en la urbanización Famara Bungalows, valorada en 1,2 millones de euros, aunque solo solicitó una hipoteca de 295.000. Posteriormente, en 2019 se hizo con el chalet de Aravaca en el que residía de alquiler, una propiedad moderna con piscina y acabados de alta gama, por algo menos de 800.000 euros, pese a que el mercado lo valoraba en más del doble. Esta residencia fue vendida el pasado 14 de enero de 2025. La tercera adquisición llegó en abril de 2024: una casa en Puerta de Hierro (Madrid), pagada en torno a 700.000 euros, aunque con una tasación que superaba ampliamente los dos millones.

A todo ello se suma la proyección pública de sus hijas. En febrero de 2024, Laura Rodríguez Espinosa adquirió un piso próximo a la zona de Puerta de Hierro. Su agencia de publicidad, What The Fav, dirigida junto a su hermana Alba, ha visto cómo sus ingresos aumentaban con fuerza desde 2019, coincidiendo con la expansión del grupo familiar.

Si se retrocede a 2011, el contraste es evidente. En su última declaración como presidente, Zapatero consignaba apenas 32.258 euros en patrimonio inmobiliario, correspondientes a un solar en León, y un total patrimonial ligeramente superior a los 209.000. Sus posesiones previas —una casa en Las Rozas y un chalet en Vera— ya habían sido vendidas. Durante su etapa en el Gobierno, su salario osciló entre los 78.000 y los 84.000 euros anuales.

Tras dejar la jefatura del Ejecutivo, la familia se instaló en un chalet en alquiler en Aravaca. A nivel económico, Zapatero tuvo que escoger entre la asignación vitalicia de ex presidente (unos 74.000 euros) y la remuneración del Consejo de Estado (cerca de 100.000 euros). Optó por la segunda, tras una norma aprobada en 2012 que impedía compatibilizar ambas pagas. Ese ingreso le acompañó hasta 2015, cuando abandonó el Consejo para presidir una fundación alemana, con la idea de volver más adelante, algo que nunca ocurrió. Desde entonces percibe únicamente la pensión de expresidente.

Su salto al tablero internacional vino tras un periodo personal complejo. Tras salir del Gobierno en plena tormenta financiera, fue marginado incluso de los actos de su propio partido. En ese contexto, y casi por casualidad, viajó a Venezuela, iniciando un vínculo cada vez más estrecho con el chavismo y con Nicolás Maduro, que acabaría marcando gran parte de su trayectoria posterior.

El ex presidente también ha mantenido actividad en el ámbito de los lobbies y la consultoría. Durante más de una década colaboró con la firma Kreab, que prescindió de sus servicios en marzo de este año, sin que se conozcan las cifras que cobraba. Paralelamente, ha reforzado sus lazos con China, donde preside el consejo asesor del Gate Center, un think tank de orientación prochina financiado por Fangyong Du, investigado por el CNI por sus vínculos con la inteligencia de Pekín y con compañías como Huawei.

Su presencia en Lanzarote, además, le ha servido para estrechar la relación con el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que cada verano acude con su familia a la residencia oficial de La Mareta. Allí ambos suelen coincidir, lo que obliga a desplegar un fuerte dispositivo policial.