Y el gran evento se produjo
Por Alberto González Fernández de Valderrama.- Como anunciábamos en un artículo reciente, la zarzuela “El Café de la Rima Ondulante” se representó en el patio acristalado del Palacio ducal de Medinaceli, en el marco del Festival Lírico que se celebra anualmente en esta localidad soriana, logrando un rotundo éxito. Las gradas se llenaron casi por completo y el público gozó al máximo de la representación, como ya esperábamos que ocurriera. La obra, cuyo libreto es del dramaturgo Fernán de Valder -mi otro yo- y cuya genial partitura es de Manuel Valencia, encandiló al público, tanto por la belleza de su música -de endiablada dificultad técnica- como por la gracia del texto -modestia aparte- y el buen hacer de todo su elenco, como tuvo ocasión de resaltar la desinteresada prensa local. Véase, por ejemplo, el titular del periódico “Alto Jalón”, a cuyo director -a quien no tengo el placer de conocer- le envío un caluroso y ondulante abrazo: “La zarzuela contemporánea ‘El Café de la Rima Ondulante’ levanta al público del Palacio ducal en el XII Festival Medinaceli Lírico”. Ningún otro titular describió mejor la emoción del público que asistió al evento, que puesto en pie al final de la función aplaudió y ovacionó con ganas a todo el elenco. Mandamos también otro abrazo no menos ondulante al director de “SORIAnoticias.com”, que habla del gran éxito de público de esta representación, que “recibió una ovación de los cerca de 150 asistentes”. Un millón de gracias a todos por este sincero apoyo a un productor que comienza a abrirse paso en ese complicado mundo del espectáculo y que desea poner su granito de arena para conseguir revitalizar la zarzuela luchando contra viento y marea.
Pero… ¿por qué esta obra se llama así? Acostumbrado a revelarles misterios filológicos en este medio digital, no me resistiré ahora a desvelarlo a quienes no hayan visto aún la obra, que pronto se verá en Madrid. En un viejo café de los años veinte se celebra un certamen musical al que acuden a participar unos personajes de lo más variopinto y surrealista, y en el que todos los cantantes (incluso en parte de sus diálogos) se expresan en un tipo de poesía inventada por este servidor de ustedes en 2016, cuando colaboraba con Miguel del Pino, en su programa radiofónico “Futuro Verde”, interpretando al poeta Don Dioscórido. No es cuestión ahora de definir la rima ondulante que caracteriza a los pentástrofos octosilábicos encadenados que le dan sustento. Pero ustedes mismos van a descubrir su misterio al leer este poema que canta uno de los personajes de la obra. Y cuando lo escuchen en boca de nuestro barítono me dirán si no es buena, buena y requetebuena la música compuesta por el maestro Valencia:
Canción del Esclavo
Yo soy un humilde esclavo
y obediencia siempre debo
a un amo que es muy altivo
y más violento que un lobo.
Hombre vil nunca lo hubo
cual él, elevado al cubo.
Pero yo, que no soy bobo,
me siento a gusto cautivo;
no me quejo ni sublevo:
ser libre me importa un nabo.
Una vez se puso bravo
por mancharle un traje nuevo
que estrenaba un día festivo;
vino hinchado como un globo:
como nadie le retuvo,
su furia no la contuvo,
me amarró a un gran algarrobo
y muy fiero y agresivo
con una rama de acebo
me pegó en el taparrabo.
Pero a mi amo lo alabo,
la contraria no le llevo;
si me pega sin motivo
le sonrío y me jorobo:
soy pelota por un tubo.
En su chepa yo me subo:
en su ausencia yo le robo
y de nada me cohíbo;
sus licores me los bebo
y borracho siempre acabo.
Todos a coro:
¡Ser libre me importa un nabo!
Solo por este invento, que será algún día reconocido en todos los libros de lengua española del Siglo XXI, he sido propuesto por el Ministro de Cultura para ocupar una silla como miembro de la Real Academia Española a título póstumo. Me ha prometido que cuando muera -parafraseando a Jardiel- me serán prodigados los máximos honores y los mayores elogios por parte de las instituciones públicas. Y yo lo acepto encantado. Así que cuando la muerte venga a buscarme a mi casa o a un escenario teatral para llevarme al cementerio de la Almudena, si la Divina Providencia me lo permite mi espíritu acudirá puntualmente a la Academia cuando haya una sesión plenaria para tratar de influir por telepatía en las mentes de sus miembros y así seguir limpiando, fijando y dando esplendor a la lengua española, aunque sea en rima ondulante.
¡Y viva la zarzuela!











