Puente, ideologizar el fracaso
Juan Van-Halen.- La vida es un puente, el paso parsimonioso a una situación nueva hipotéticamente mejor. Los puentes tienen su literatura. Me quedo con Bertrand Russell: «Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar». No se trata de quemar al Puente personaje, pero acaso sí reconstruirlo y aportarle más talento, más sentido de la medida y menos hipocresía. Y, claro, más educación. Inevitablemente al sumiso servicio del Puto Amo, apelativo que goza de su copyright. Él sabrá.
No se ha dicho que Puente es un discípulo sobrevenido de Magdalena Álvarez, Maleni, ojito derecho de Zapatero que la nombró ministra de Fomento. Reiteró recientemente, presentando a Puente en Málaga, que «las infraestructuras tienen ideología». Lo que han de tener es gestión eficaz. Y no la tienen. A Maleni la llamaron «la ministra del caos»: aeropuertos, AVE, carreteras en ocasiones de nevadas… Se hizo célebre su reacción tras una nevada en el aeropuerto: «Es que Barajas es muy grande».
Le gustaba viajar gratis. Era «Lady Aviaco». Siendo consejera de esa compañía aérea utilizó 400 billetes. Años después el amigo Conde-Pumpido anuló parte de su condena por los ERE. Otro escándalo. Su procesamiento le costó la vicepresidencia del BEI. Puente ha recuperado el señuelo de Maleni. Unas «infraestructuras ideológicas» pueden no afrontar lo que conviene al ciudadano, y sí lo que sirve al partido. O lo que le produce beneficios.
Desde un campo de golf levantino, el ministro faltón criticó la ausencia, por vacaciones, de los presidentes de Castilla y León y Andalucía ante los graves incendios en sus comunidades. Los llamó «sinvergüenzas». La naturaleza no avisa y los incendios eran imprevisibles. Pero Puente conoce desde hace mucho tiempo que padecemos importantes fallos ferroviarios que suponen un constante problema, también en los incendios. No hizo nada. Siguió disfrutando del golf. Pero se volcó en las redes sociales. Puente en las redes es como un mono empuñando una pistola. Dedica horas a la faena abandonando sus deberes. Y así va su ministerio.
Puente publica burlas baratas, no da para más; algunas las borra. Pero cumple con su jefe, que no se movió de su palacio de vacaciones con media España en llamas, precisamente en comunidades gobernadas por el PP. De eso ni Puente ni los palmeros dijeron ni pío. Tampoco interrumpieron su descanso Marlaska y Robles, con personal suyo en las extinciones. Silencio de los palmeros. Al fin Marlaska apareció en la tele. El jefe y sus ministros huyen de abucheos.
Ni Maleni, ni Ábalos, ni Puente son gestores dignos del creador del Ministerio de Fomento, Bravo Murillo, en 1851, por el que pasarían, con ese nombre u otros, Echegaray, Canalejas, Sagasta, Alcalá-Zamora, Prieto, Casares Quiroga, y más recientemente Borrell y Álvarez-Cascos. Compárense con los personajes del Frankenstein.
Renfe fue un referente de eficacia y la Alta Velocidad un orgullo nacional. Entonces, y no ahora, como repite Puente, nuestros ferrocarriles eran ejemplares. Las carreteras también sufren problemas invisibles para el Gobierno. Y así en todas las áreas del ministerio. Se entiende, o no, que Ábalos y su íntimo Koldo atendieran otras urgencias, desde complacientes y falsas sobrinas a oscuros negocietes, pero Puente debería estar a lo suyo. También se columpió: encargó y asumió una auditoría fake sobre su antecesor.
Con gobiernos anteriores, Renfe devolvía a los usuarios el importe íntegro de los billetes si se producía un retraso de 5 minutos. Ahora, con las «infraestructuras ideológicas» del sanchismo, Renfe abona el 50 % en retrasos de 60 minutos y el 100 % si los minutos pasan de 90. Renfe informa a los viajeros afectados, detenidos en medio de la nada, sin agua, sin refrigeración, con baños colapsados, que se trata de «incidencias operativas». Pero estas incidencias, convertidas en costumbre, se llaman incompetencia. Es la consecuencia de la ideologización proclamada por Maleni y seguida por Puente.
El Gobierno no gobierna, malvive sin Presupuestos y dependiendo del prófugo de Waterloo. No he constatado si a Puente, de niño, le trajeron los Reyes Magos un tren eléctrico. Se cree gracioso, pero es maleducado sin gracia. Debería dedicarse full time a sus responsabilidades y no escudarse en «infraestructuras ideológicas». Primar la ideologización sobre la gestión lleva inevitablemente al fracaso.











