La casta de los toreros
Ayer Morante recibió una grave cornada en Pontevedra. Sufrió herida en la cara interna del muslo derecho, de 10 centímetros, que afectó al tejido subcutáneo, la fascia muscular, además de un desgarro del abductor mayor. La herida por la cornada presentaba dos trayectorias, una descendente de 10 centímetros y otra ascendente de 6 centímetros. Con semejante parte médico, cualquier funcionario blandengue habría pillado un parte de baja indefinida. Morante, en cambio, ya tiene entre ceja y ceja volver a los ruedos.
Sin embargo su patrimonio millonario, del que podrían vivir holgadamente sus próximas veinte generaciones, se impone en este corajudo sevillano de La Puebla la exigencia del deber para con los aficionados.
Así son los toreros, el único colectivo que ha sobrevivido a una población descastada, feminizada, atrincherada en el miedo, incapacitada para nada heroico y refractaria a la heroicidad, el dolor y el sacrificio como fórmulas vitamínicas, en ellos comunes, de una existencia heroica y digna.
He sido amigo de algunos toreros, incluso apoderé durante un tiempo, frisando el nuevo siglo, al diestro cordobés Rey Vera. Son los últimos héroes vivos de nuestro tiempo y ejemplo de todas las cualidades que subliman la condición humana.
Dios bendiga a los toreros y mantenga siempre viva nuestra Fiesta Nacional.











