Casinos flotantes: la historia del juego sobre las aguas del Mississippi
Desde que las primeras barcazas a vapor comenzaron a surcar el Mississippi hace siglos, el famoso río y los juegos de azar comenzaron a forjar una relación eterna. Los viajeros que surcaban las aguas se aburrían y esto, combinado con la sed de negocio de los comerciantes, hizo que se tardara poco en encontrar una solución: organizar partidas de cartas y apuestas informales durante los trayectos para matar el aburrimiento y, de paso, ganar algo de dinero.
Esto fue mucho antes de que se empezara a hablar de la figura del casino en el agua, pero fue en el siglo XIX cuando el fenómeno se desató. Los casinos móviles empezaron a surcar las aguas del Mississippi aprovechando los vacíos legales de diferentes regiones americanas para escapar de las normativas más estrictas y atraer al público y jugadores con ganas de vivir nuevas emociones fuera de la ley.
Azar y agua surcando el Mississippi
Los “riverboats”, esas embarcaciones que surcaban el río constantemente para conectar diferentes partes de Estados Unidos, acabaron convirtiénndose en espacios de recreo flotantes. El sonido de las cartas barajándose se mezclaba con la brisa del río y, poco a poco, no había barco en el que faltaran los conocidos “riverboat gamblers“. Llegaron a ser una especie de icono cultural, el símbolo de una época en la que las restricciones llevaban a la población a buscar soluciones para divertirse.
Y es que las leyes estatales eran muy diferentes entre los diferentes tramos del río Mississippi, pero, al estar en agua, estas embarcaciones podían librarse de las limitaciones que había en tierra firme pasaran por donde pasaran. La picaresca es algo muy antiguo, y se manifiesta de las formas más insospechadas.
Sin embargo, hubo un tiempo de impás en el que todo este fenómeno se detuvo… hasta que volvió a finales del siglo XX. Iowa aprobó una serie de regulaciones que permitían a estos casinos acuáticos volver a operar, pero con dos condiciones: limitar las apuestas y estar surcando el río mientras dejaban a los jugadores enfrentarse al azar.
Llevar una embarcación exige afrontar una serie de desafíos logísticos, como pueden ser tormentas o incluso alteraciones en el cauce de las aguas. Por eso, varios estados adaptaron sus leyes permitiendo a estas embaraciones permanecer ancladas o simular el entorno fluvial con plataformas semipermanentes. El paso del huracán Katrina en 2005 marcó un punto de inflexión para esto, haciendo que las leyes fueran mucho más flexibles para estos barcos-casino.
En la actualidad, los casinos fluviales han evolucionado enormemente, quedando a medio camino entre las réplicas históricas con cierto sentido del homenaje y los megacomplejos ultramodernos de enormes dimensiones y con una oferta de juego y ocio descomunal. Antes, las embarcaciones solo daban cabida a algunas mesas de juego. Ahora tienen cientos de máquinas, mesas y hasta restaurantes o actuaciones a bordo para ampliar su oferta de entretenimiento y atraer a más personas.
Sin duda, el Mississippi ha sido un elemento importantísimo para la historia del juego. Una clara muestra de que, cuantas más limitaciones hay, más prolifera el ingenio cuando se tiene un propósito.











