Con Morante, se llenan este fin de semana las plazas de Palma de Mallorca y de Pontevedra
Morante ha triunfado hace poco en Azpeitia, feudo de Bildu, y le recibieron con pancartas de bienvenida en euskera. Este jueves, ha toreado en el Coliseo Balear de Palma de Mallorca, en la corrida en la que han podido volver a esa Plaza los menores, acompañados por un adulto. El domingo, toreará en el coso de San Roque de Pontevedra. Luego, actuará en El Puerto, Gijón, Marbella, San Sebastián, Bilbao… Son distintas regiones españolas, distintas sensibilidades, distintas autoridades políticas y un denominador común: Plazas repletas de gente, que disfruta con un arte tan español.
En las afueras de algunas de esas Plazas se reúnen algunos antitaurinos: sólo unas cien personas, patrocinadas —incluso económicamente— por una Fundación alemana, Franz Weber. Dentro de las Plazas, felices, disfrutando con la Fiesta, están varios miles de espectadores, que han comprado su entrada.
El dato no es irrelevante. En cualquier espectáculo, si la gente acude y paga por verlo, habrá empresarios que lo organicen; si, por la razón que sea, el público deja de acudir, no habrá manera de salvarlo. No es ése el caso de la Tauromaquia: esta temporada, ha habido más llenos que nunca en Sevilla, Madrid, Pamplona, Santander… y se anuncia lo mismo en otras Plazas.
El caso de Baleares es singular. Hace años, el gobierno socialista intentó legislar una «corrida a la balear», sin sangre, en la que hasta se impedía que el empresario privado pudiera comprar los toros de la ganadería que quisiera: un verdadero disparate, que no fue declarado legal.
La Tauromaquia está protegida por una Ley que proclama que forma parte de nuestro patrimonio cultural inmaterial y que las autoridades están obligadas —repito: obligadas— a respetarla y promoverla. Unos cuantos políticos se pasan esa ley por donde el lector imagina… Pero, mientras esté vigente, no pueden prohibir las corridas, aunque quisieran. (Por eso intenta derogar esa ley el ministro Urtasun, como una parte de su cruzada contra la cultura española).
Lo que sí pueden intentar los antitaurinos es poner trabas a la Fiesta. Como las competencias en materia de espectáculos —taurinos y de cualquier clase— están transferidas a las Comunidades Autónomas, los antitaurinos han intentado, en varias de ellas, aprobar normas que limiten la presencia en las Plazas de los menores: es una batalla a largo plazo, para impedir la renovación del público. De momento, su éxito es nulo: nunca han acudido a las Plazas de Toros tantos jóvenes como esta temporada.
En varias ciudades, además, los jóvenes aficionados han creado una nueva costumbre: si Morante ha tenido una tarde brillante, al acabar la corrida, los chicos bajan al ruedo y lo sacan a hombros, por las calles de la ciudad. Lo vi por primera vez en Sevilla, cuando lo llevaron a hombros por el barrio del Arenal; luego, se repitió en Madrid, en Pamplona…
Aunque intente cubrirse con el amable disfraz del amor a los animales —llevado, eso sí, a un radicalismo extremo—, el auténtico motivo de las campañas antitaurinas es también político. En Palma de Mallorca, un mensaje acusaba de torturadores a los «españolitos» (cita literal), no a los aficionados a los toros. Hace algunos años, en el Parlamento catalán, un diputado dijo que había que prohibir la Fiesta «porque huele a España». Tenía razón: huele a España, forma parte de nuestra cultura popular, de nuestras tradiciones. Ésa es una razón más para que algunos amemos la Fiesta.
Aunque muchos pretendan ignorarlo, también ha habido una importante tradición taurina en Galicia. Recuerdo bien que mi amigo Luis Miguel Dominguín sentía especial afecto por La Coruña, porque en esa Plaza tomó su alternativa española. Durante muchos años, su Feria taurina tuvo gran importancia. Después de la Plaza tradicional, se construyó una Plaza moderna, multiusos. Luego, los independentistas consiguieron que La Coruña perdiera los toros.
Aunque a algunos les extrañe, Pontevedra posee una importante historia taurina. Hay testimonios ya de un festejo taurino, en la ciudad, en 1559. Después de una Plaza de madera, la actual, de piedra, la inauguró Bombita en 1900: tiene un aforo de 7.800 localidades, repartidas en dos pisos. Es un monumento histórico. La cubierta se inauguró en 1996, tiene una abertura central, deja espacio para que no se concentre la humedad y garantiza la comodidad de los diestros y del público.
Pontevedra es el bastión taurino de Galicia, gracias a la gran labor de los empresarios, los hermanos Lozano: uno de ellos, Eduardo, suele decir que es «nuestra niña bonita». Llevan gestionando la Plaza cincuenta años, han organizado en ella más de doscientas corridas. En el coso de San Roque, más de cuarenta Peñas taurinas, con sus vestimentas de colores y sus cánticos, añaden alegría al espectáculo; las componen buenos aficionados, mayores y jóvenes. Este año, han nacido cinco nuevas Peñas juveniles; algunos de sus componentes son hijos de los miembros de otras peñas, que continúan así la tradición familiar.
No cabe duda: en una ciudad tan bonita como Pontevedra, la Feria de la Peregrina es uno más de los grandes atractivos turísticos del verano.
En esa Plaza, han actuado todas las primeras figuras del toreo. En ella, el primer rabo lo cortó Ignacio Sánchez Mejías, en 1920; el último —por ahora—, Antoñete, en 1985. Han sido ídolos, en Pontevedra, entre otros muchos, Manolete, Conchita Cintrón, Luis Miguel, Antonio Ordóñez, César Rincón, El Cordobés, Palomo Linares, Jesulín, Joao Moura, Espartaco, Enrique Ponce, El Juli, Manzanares, Daniel Luque…
Han acudido a las corridas de toros de Pontevedra, entre otros, Alfonso XIII, Rafael Alberti, Anthony Quinn, Hemingway, Camilo José Cela… Además de los aficionados locales, asisten regularmente a esa Feria aficionados venidos de toda España, de la cercana Portugal, de Francia y hasta de Hispanoamérica.
Este año, para festejar los 125 años de la Plaza, al tradicional fin de semana se ha añadido otra corrida más, con el atractivo de que se lidiarán los toros de Victorino Martín y de que va a ser un festejo goyesco, algo que no se veía aquí desde hace décadas. Junto a Morante, van a torear primeras figuras como Manzanares, Castella, Talavante y Daniel Luque, y hacen su presentación en esta Plaza Fernando Adrián y Emilio de Justo, que va a reaparecer aquí, después del percance que sufrió en Santander.
En el centro de la ciudad se advierte ya el ambiente taurino. Me cuenta Pablo Lozano, uno de los empresarios, que, el día que se abrieron las taquillas, se formaron colas delante de la Plaza desde la madrugada. Habrá una gran asistencia de público y, este domingo, con Morante, se espera colocar el cartel de «No hay billetes».
La conclusión es evidente: los toros son y siguen siendo la Fiesta nacional española. En el mundo entero se reconoce que es una de nuestras señas de identidad cultural. Ya en 1897, en víspera del Desastre del 98, el conde de las Navas tituló su libro sobre la Tauromaquia El espectáculo más nacional. Hace poco, lo ha corroborado el antropólogo inglés Pitt-Rivers: «Esto no tiene equivalente en ninguna otra cultura contemporánea. España es el único lugar que ha convertido la corrida de toros en su fiesta nacional y que la mantiene como rasgo esencial de su identidad».
Sí, aunque algunos lo lamenten, también se llenan esta semana las Plazas de Toros de Palma de Mallorca y de Pontevedra, con Morante de la Puebla. La cultura taurina sigue muy viva en las distintas regiones de España.













