«Bailando con toros»
Manuel Recio Abad Hay veces que confeccionar una crónica de lo sucedido en una corrida de toros se convierte en una tarea harto complicada, si se pretende plasmar lo vivido con la mayor exactitud y justedad posible.
El día 11 de junio de 1964 se inauguraba la plaza de toros de Marbella, de Primera Categoría por cierto y con capacidad para 7.000 espectadores. Un auténtico lujo para los aficionados disponer de ella de nuevo tras nueve años de oprobiosa, incomprensible y abusiva clausura de espectáculos taurinos y que ahora vuelven a ser una realidad de la mano de Arenal de Marbella Toros, la empresa que capitanea Miguel Báez “Litri” junto a Fermín e Ivan Bohorquez Domecq y José María Pacheco Guardiola, con la colaboración de Raul Gracia “ El Tato” y Antonio Cutiño.
Ayer viernes 8 de agosto volvió a celebrarse la tradicional Gran Corrida nocturna de los Candiles, colgando en taquilla el cartel que toda empresa ansía de “No hay billetes” y que estuvo protagonizada por los diestros José Antonio Morante de la Puebla, al que su segundo toro provocó, según figura en el parte facultativo, una “ herida incisa en el parietal derecho y contusión en el glúteo mediano de la cadera derecha», Juan Ortega y Pablo Aguado que lidiaron toros de la ganadería salmantina de Garcigrande, de encaste Juan Pedro Domecq, propiedad de D. Justo Hernandez Escolar. Un encierro bien presentado, con báscula y de desigual comportamiento, destacando los lidiados en segundo, tercero, cuarto y quinto lugar. En general tuvieron transmisión, nobleza y embistieron metiendo la cara en los engaños con humillación. El subalterno Diego Ramón Jiménez, de la cuadrilla de Pablo Aguado, resultó arroyado y tendrá que pasar por el quirófano debido a un traumatismo en su muñeca derecha.
Con el toreo de Pablo Aguado en el primero de su lote, Sevilla exportó al coso marbellí y sin pago de aranceles, todo un catálogo de remembranzas del concepto que Pepe Luis y Manolo Vázquez, Manolo González o Pepin Martín Vázquez tenían de este oficio. A pies juntos consigue Aguado con un movimiento de brazos armónico, templado y mandón, llevar al toro embarcado en los vuelos del capote y la muleta de forma erguida y tan natural como cuando se torea de salón. Hay que destacar el quite al segundo toro de la tarde, primero de Ortega, dando una lección magistral de cómo se torea por chicuelinas. Nada pudo hacer con su segundo oponente, sexto de la tarde, el más deslucido de la corrida, que para mas inri se partió un pitón al derrotar en un burladero. Consiguió dos tandas de derechazos de muestrario de toreo clásico y en su conjunto consiguió ahormar una faena armónica a un toro algo incierto en sus acometidas y al que enseñó a embestir en el primer tercio capote en mano. Dos orejas tras una gran estocada.
Juan Ortega está muy empeñado en protagonizar la quinta esencia del toreo. A pocos matadores le sienta tan bien el traje de torear, lo que unido a sus formas de entender que no es lo mismo torear que dar pases, convierte en lentitud todo lo que hace, consiguiendo que de cada muletazo se pueda hacer un cartel de toros. El escultor ateniense Fidias habría tenido en el diestro de Atrayana al mejor de sus modelos. Ayer hizo una exhibición de elegancia, temple, dominio, maestría y saber estar ante la cara de un toro bravo. Cortó una oreja a cada uno de su lote con dos faenas de muleta que rozaron la perfección. Parece ser que por fin haya recuperado con buena nota su asignatura pendiente con la espada que tanto se le ha resistido aunque aún se echa en falta una más correcta colocación. La suerte de matar en su segundo, con un volapie aguantando unos segundos eternos con el estoque montado a que el toro se centrase en él, fue todo un prodigio.
Y Morante… ¿Qué se puede escribir sobre el Guijarrero de Puebla del Río que no se haya plasmado ya?. Está haciendo una temporada colosal y ayer volvió a demostrar por qué y de lo que es capaz. Asombra en cada actuación y ello por varias razones. Es distinto, diferente, trasmina arte, valor, serenidad, acortando las distancias cada vez más y haciendo un toreo a treinta y tres revoluciones cuando es a cuarenta y cinco lo que normalmente hay que hacer para no resultar prendido de un pitón a las primeras de cambio. Morante piensa en cada pase cuando lo está ejecutando y se olvida del siguiente, el cual sin duda será fruto de su agigantada improvisación y su facilidad para crear arte con una tela en sus manos. Recursos tiene para dar y repartir. Transmite a los tendidos paz espiritual y un arte vivo en su momento histórico. Los siete elementos del arte son la línea, la forma, el espacio, el valor, la textura y el color y Morante aglutina los siete en cada tarde. Por eso ya hay grandes eruditos y maestros de la crónica taurina que lo califican como probablemente el mejor matador de toros de la historia. ¿Un torero de arte que lo hace de rodillas? También. Que vuelve a la cara del toro continuando su faena tras la aparatosa y peligrosa voltereta recibida ayer? Pues también. Con el capote acaba con el manido axioma de que “la vida es corta”. Ningún maestro relojero es capaz de parar los relojes. Morante lo consigue en cada pase y además lo hace con una naturalidad que asusta. Dos orejas y el rabo cortó a su segundo, cuarto de la noche, tras conferirle un pitonazo en la cabeza y lastimarle la cadera en un peligroso revolcón que gracias a Dios no pasó a mayores. Hoy le espera la plaza de toros de El Puerto de Santa Maria. José Gomez Ortega “Gallito” dijo aquella famosa frase que recuerda el azulejo que preside la puerta principal de la Plaza: «Quien no ha visto toros en El Puerto, no sabe lo que es un día de toros».
Una gran noche en definitiva de candiles y toros en Marbella de las que hacen afición, con savia nueva y animan a una nueva clase empresarial para ir renovando vetustas ideas organizativas que ya poco o nada pueden aportar a nuestra fiesta nacional. Renovación taurómaca obliga. Agradecer también desde nuestro medio a Canal Sur la retransmisión de esta corrida en abierto con los siempre sabios, interesantes y a la vez divertidos comentarios de Noelia López, Enrique Romero y el maestro Ruiz Miguel.
¿Alguien puede superar este espectáculo único en el mundo? Imposible.













