A largo plazo, la tradición vence a la novedad
Es una lástima que una institución milenaria como es la Iglesia católica, haya optado en sus estrategias de largo alcance, por el cortoplacismo. Teniendo un recorrido de más de mil años que avalan la tradición, los altos pastores de la Iglesia tendrían que ser muy prudentes a la hora de sugerir novedades en cuestiones de fe y moral. Era obligado tener en cuenta que se trata de una fe y una moral que han ido decantando y dejando poso a lo largo de muchos siglos, hasta formar parte de la “naturaleza” católica.
Estamos asistiendo con enorme estupor a operaciones extravagantes que se promueven desde las más altas esferas de la comunidad eclesial, yendo frontalmente contra el sensus fídei de la gente de a pie. Lo sorprendente es que esas innovaciones se empujan con unos niveles de soberbia inaceptables para los simples fieles, que perciben esos movimientos como apostasía pura y dura, sin atenuantes.
Para ilustrar esta realidad, estamos asistiendo hoy a una operación temeraria de los obispos de Alemania embarcados en su “Camino Sinodal” (caminante, no hay camino, se hace camino al andar), que acaban de descubrir la imperiosa necesidad de introducir en los colegios católicas la más amplia educación polisexual guiada por la ideología de género. ¿Por homologarse con la fe? No, por homologarse con el mundo. Y de paso, con el demonio y la carne.
Ah, pero he aquí una gran curiosidad: si se hacen encuestas promovidas por el camino ése sinodal, todas ellas dan un resultado abrumador en favor de esa modernización de la Iglesia. Ya, pero eso son las estadísticas, que siempre tienen un promotor que espera de ellas un resultado determinado. Y si no lo da, ya hemos visto lo que ha sucedido con la encuesta en favor de Traditionis Custodes: lo que le sucede siempre al interesado en la encuesta, lo normal.
Ahí tenemos un ejemplo incontaminado de la fuerza de la tradición. En el tema sexual, al moverse pasiones y la necesidad de cohonestar conductas, hay nuevos factores de distorsión. ¿Adónde nos lleva el sensus fídei de la masa inmensa de catecúmenos que sólo saben de la fe lo que han escuchado en la Iglesia, en la escuela y en casa? Los lleva a abrazarse a lo que tienen, y a huir de las novedades que tan mal se llevan con la fe de sus padres (gran referente éste de la fe de los padres).
Es que el sensus fídei goza de las mismas prerrogativas que la “competencia lingüística” en que se sostienen todas las lenguas: no sólo no se necesita ningún título académico para reivindicar la competencia lingüística, sino que son precisamente los títulos académicos, los mayores enemigos de la competencia lingüística, patrimonio de todo hablante de una lengua, sea el que sea su nivel académico.
Así nos encontramos con esas raras iniciativas de los obispos alemanes (seguro que con espléndidos títulos académicos) que repugnan al sensus fídei de todo simple bautizado con una mayor o menor frecuentación del culto religioso y de los sacramentos. No cuela de ningún modo. Simplemente, no cuela. Y efectivamente, por más tesis y explicaciones teológicas que aporten los promotores de esas novedades, no hay modo de colársela a un fiel normalillo, a un semianalfabeto religioso. Porque lo que trabaja ahí, no son ni los títulos académicos, ni los grados jerárquicos, ni las encuestas, sino el sensus fídei del que ha heredado la fe de sus ancestros, el instinto de la fe.
¿Qué está ocurriendo en la virulenta confrontación entre el Vetus ordo y el Novus ordo? Sólo un mínimo porcentaje de los que asisten a las misas en latín, tienen una formación suficiente para entender y argumentar esa opción por lo más difícil de explicar; siendo la mayoría, de los que se guían por un sentimiento, una intuición, una corazonada que no saben explicarse, pero que ahí está.
Y eso, teniendo enfrente una misa, la del Novus ordo, tan adaptada, tan comprensible, tan moldeable según las exigencias de cada momento… una misa que, desde la razón y la más rigurosa racionalidad litúrgica, es inatacable. En cambio, el peligro de la misa de S. Pio V es que se convierta en el refugio de ciertos católicos que buscan en ella una especie de pedigrí de católica clase alta. Más o menos como en la liturgia mozárabe, a la que pertenece lo más granado de las antiguas familias toledanas con ocho apellidos acreditados. Por otro lado, también los hay que acuden al Vetus ordo con la aviesa intención de criticar todos los fallos en el latín o en las rúbricas que comete el celebrante que, si no es un experto latinista, pueden ser muchos.
Sin embargo, el fiel normal, el del sensus fídei, el de la competencia (en este caso religiosa) asume con total disciplina el principio de autoridad y jerarquía en la Iglesia. Pero con el nivel de apostasía y desvarío que ha soportado de tantos pastores, ha quedado vacunado contra los eclesiásticos abusos de autoridad, y ha adquirido una notable capacidad de discernimiento. Y es justamente el sensus fídei complementado con tantas experiencias demoledoras, el que le ha llevado a entender por sí mismo, sin necesidad de que nadie se lo explique, que para jerarquía suprema, la de la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura; todo ello, simplificado en el catecismo. Y entiende perfectamente este fiel ingenuo, que todo lo que se oponga a la Palabra de Dios, ha de ser rechazado: venga de quien venga.
Y claro que existe el fiel bobalicón, el fetichista que se abraza a su párroco, a su obispo o a su papa como si fueran su Dios. E incluso se abrazan a determinadas “manías” o a prácticas religiosas que no son esenciales; pero si eso les ayuda a sostener su fe, pues bien está. No deja de ser una ingenuidad religiosa sin fondo, que se centra en el fiel cumplimiento de normas. Eso ha pasado siempre; también a los judíos. Pero es fe, al fin y al cabo. Y eso ocurre tanto entre conservadores como entre progresistas. En el otro extremo (normalmente entre progresistas), está el desprecio absoluto de las normas.
Andamos temerosos por si el nuevo papa se inclinará más por los conservadores o por los reformistas, tanto en liturgia como en dogma y moral. Pero resulta que con una visión providencialista, eso tiene muy poca importancia; porque por encima del papa está el sensus fídei de los fieles y el depositum fidei de la Iglesia. La resistencia del sensus fídei es increíble. Lo hemos visto en Rusia, donde tras 80 años de autoridades furibundamente antirreligiosas, ha resurgido la iglesia ortodoxa como si no hubiese pasado nada; lo hemos visto en el anterior pontificado, en el que, para algunos, llegó a parecer que la Iglesia pasaba a adquirir una naturaleza casi imposible de reconocer.
E independientemente de la inclinación que adquiera la Iglesia con este pontificado, el sensus fídei volverá para colocar las cosas en su sitio. Los papas pasan, mientras que la Iglesia permanece. Estamos conteniendo la respiración, pendientes de si el papa se inclinará en una dirección o en otra. Relajémonos, que al final el papa hará lo que pueda hacer, aun suponiéndole las mejores intenciones desde nuestra perspectiva. Los Papas pasarán, pero la Palabra de Dios no pasará (cf. Mateo 24:35). Es la promesa de Cristo.












¡Qué maravilla leer los artículos del Padre Custodio! Pero, ¿qué hace este sacerdote que no está dirigiendo la Conferencia Episcopal? ¡Ah!, que lo estan atacando a él y a su parroquia día sí y dia también. ¡Ladran, luego cabalgamos!
Al padre Ballester no le dejarían llegar lejos. Lo que dice no gusta a los curiprogres
Creo, que ha acertado, es obvio, en decir que “los papas pasan mientras que la Iglesia permanece” En muchísimas ocasiones, los catequistas de la Iglesias, los que nos transmiten el sentido de la fe (laicos, curas, obispos y demás jerarquías) nos han enseñado a celebrar actos religiosos como sacramentos vacíos de contenido, procesiones, rezos rutinarios, novenas, adoraciones a santos y vírgenes, etc,etc. Pero a conocer de verdad Jesús, profundizando en su vida, en su mensaje, en su misión, en su historia, en su esencia…, en este sentido, la de transmitir la naturaleza de Jesús, la institución eclesial no avanza, está… Leer más »