23 días nada más
Ramón Pérez-Maura.- Con la que está cayendo, hace falta bastante desfachatez para decir sin síntoma de vergüenza que te vas de vacaciones 23 días al Palacio de La Mareta. Sé bien que sólo le damos la consideración de palacio por haber sido residencia de Reyes. Del Rey Husein de Jordania que fue quien lo construyó y después se lo regaló al Rey Juan Carlos que, como tantas otras cosas, se lo cedió a Patrimonio Nacional para que acaben veraneando allí Sánchez y sus amigos secretos. Digo secretos porque desde El Debate hemos pedido a Transparencia saber quién se beneficia de los vuelos a Lanzarote y de las estancias allí, pero no hay manera. Ni del vuelo ni del hospedaje.
La Mareta sería considerado por cualquiera un pedazo de chalé, pero lo conocemos como palacio por su vinculación a la Familia Real. Sin duda no por lo mucho que lo hayan empleado, pero al menos porque pasaron allí toda la Familia Real y toda la familia del Rey el Año Nuevo de 2000, el del cambio de milenio, y estando allí, el 2 de enero de 2000, falleció en La Mareta la Condesa de Barcelona, Doña María de las Mercedes, madre de S.M. el Rey Don Juan Carlos.
Yo no he estado nunca en La Mareta, pero sí bastante en Lanzarote donde he visto por fuera la residencia de José Luis Rodríguez Zapatero en Famara y hasta me lo he encontrado cenando en La Bodega de Uga –cuando funcionaba bien– y en el vuelo de vuelta a Madrid. Que ahora se dé la conjunción de Sánchez, Rodríguez Zapatero, Illa y Grande-Marlaska en la isla en tan pocos días y con citas en la piscina de La Mareta es como para convocar después a un exorcista. Por cierto, La Mareta que cedió Don Juan Carlos ha tenido que ser muy mejorada a conveniencia de los presidentes del Gobierno Rodríguez Zapatero y Sánchez. El nivel del palacio que valía para la Familia Real no es suficiente para las familias Sánchez y Rodríguez Zapatero.
Pero yo quería llegar a otro punto de más formalidad. En la década de 1990, mi mujer, Clara Isabel de Bustos, era la corresponsal de Familia Real de ABC. Uno de sus cometidos era cubrir el veraneo real en Mallorca y allí me pasé yo como consorte varios veranos en el hotel Bendinat. Se daba la curiosa circunstancia de que al lado del hotel había una pequeña capilla o ermita, no estoy seguro, sobre una cala a la que íbamos a Misa los domingos. Y a ella subía desde su barco un personaje que pasaba el cepillo en la Eucaristía. Se llamaba –y se llama– Javier de la Rosa. Este detalle es irrelevante a efectos de lo que estamos tratando, pero me apetecía contarlo.
Anson tenía establecido en la Redacción de ABC unos términos perfectamente claros sobre el veraneo de la Familia Real. Aquello no eran vacaciones. No. El Rey trasladaba el despacho a Mallorca. Y desde luego era cierto en la medida en que, durante las «vacaciones», hay personas que tienen que atender asuntos cada día. Si hasta un matado como el arriba firmante tiene que dedicar unas horas al día a sus modestas responsabilidades laborales durante el periodo vacacional ¿Qué no tendrá que hacer Sánchez? ¿O es que no da un palo al agua? Hombre, no les negaré que quizá fuese mejor si no lo hiciera. Pero yo no tengo duda de que no para. Por desgracia.
Lo que quiero señalar es que hay que estar muy sobrado para decir que te tomas 23 de días de vacaciones en predios de patrimonio nacional, incluyendo un Palacio Real, en lugar de tomarlo con un poco de humildad e intentar hacértelo perdonar. «Trasladar el despacho» se llamaría. Ya está inventado. Pero no. Ya estamos a pleno rendimiento en la senda de la autocracia sin pudor. Y esperan que aplaudamos.











