Iñaki Williams condena el racismo, pero se olvida de Sabino Arana y de la xenofobia ultranacionalista
Edurne Uriarte.- Esas redes sociales que la izquierda ahora cuestiona porque no las controla representan en los últimos tiempos la voz contestataria y la incorrección política que los medios tradicionales no osan exponer. Ha ocurrido de nuevo con Iñaki Williams y su discurso contra el racismo y «la ultraderecha», tras pasar a ser el primer capitán negro del Athletic de Bilbao. Las redes son las que han puesto de manifiesto las grandes contradicciones de ese discurso, renuentes los medios tradicionales a molestar a un ídolo deportivo y muy querido como es él.
Cientos de tuiteros le recordaron a Sabino Arana, el racista que el nacionalismo vasco nunca ha rechazado ni condenado. Y luego nos sumamos los que apuntamos a los ultras olvidados en su arenga contra el racismo. Realmente, Iñaki Williams es el que menos culpa tiene de esta negación de los auténticos ultras peligrosos del País Vasco. No solo porque tiene razón en denunciar el racismo contra los negros, que, en efecto, existe en toda España; no hay más que ver lo que ocurre con los jugadores negros de La Liga y lo que tienen que soportar en cada partido. También, porque Iñaki y su hermano Nico bastante han tenido con el enorme esfuerzo y mérito de salir adelante y triunfar como hijos de padres inmigrantes que llegaron sin nada a España.
La causa está en el silencio sobre la lacra ultranacionalista en el que han sido educados los jóvenes como Iñaki y Nico en el País Vasco. El problema se niega y, por tanto, no existe. Y, por supuesto, a esos ultras no se les llama ultras; abertzales, en todo caso, es decir, patriotas, pero dicho en euskera, que suena más progresista. Y ahí tenemos a toda la izquierda española clamando contra «la ultraderecha» y el racismo, y apoyando la intolerancia y la xenofobia contra los vascos y catalanes no nacionalistas en el País Vasco o en Cataluña.
El racismo de Sabino Arana ha evolucionado y se ha transformado, por supuesto. Ahora, los ultranacionalistas te admiten en el pueblo vasco aunque no tengas ocho apellidos vascos, o aunque seas negro como Iñaki. Pero siempre que te sumes al credo nacionalista y al rechazo a España. Si no lo haces, sufrirás su xenofobia, su rechazo por tu condición de español, con múltiples consecuencias en todos los campos. En el académico, cultural y mediático, por ejemplo, como nos ha pasado a tantos.
Que pruebe cualquier jugador del Athletic de Bilbao, o del Barça, a salir con una bandera nacional, o, simplemente, a decir que se siente orgulloso de ser español. Entonces comprobará cómo es un ultra de verdad. De esos de los que hay muchos en el País Vasco o Cataluña. Como el jefe de la oficina de Puigdemont, Josep Lluís Alay, que cuando vio al catalán Marc Cucurella celebrar con una bandera nacional la victoria del Chelsea en la final del Mundial de Clubes, le negó su condición de catalán.
Esa es la gran xenofobia silenciosa que impregna el corazón de sociedades democráticas y teóricamente avanzadas como la nuestra. Pero no existe, porque nadie habla de ella. Es feo y políticamente incorrecto. No molesten, y como diría el desaparecido y querido José Mari Calleja, «y otra de kokotxas».











