Jeta de kriptonita
Luis Ventoso.- Entre las muchas innovaciones aportadas por Sánchez a nuestra política figura la sonrojante patochada de los análisis de autoevalución. Estas ceremonias de autobombo sin complejos, que encantan también a otros grandes demócratas, tipo Vladimir P., consisten en que el presidente se examina a sí mismo para autoconcederse siempre la misma nota: sobresaliente cum laude (como en la famosa tesis doctoral).
Al habitual autobalance de fin de año, Sánchez suma ahora uno previo a las vacaciones de agosto. El mandatario que ha pulverizado el récord español de gobernar sin presupuestos compareció en la Moncloa con su nueva «cara delgá» –como dice Marisu de Triana–, y con un coro de ministros aplaudidores, a fin de explicar al vulgo que es imposible hacerlo mejor que él.
España es un «modelo de éxito para el mundo» y vivimos una de las «mayores eras de prosperidad democrática», aseguró Sánchez (por cierto, ¿qué será eso de la «prosperidad democrática»?).
Después de dos años sin presupuestos, nos comunica magnánimamente que tendrá a bien intentar aprobar unos en 2026; Puigdemont mediante. Por supuesto resulta ocioso recordar que somos los mejores del orbe contra la «emergencia climática», supuesto apocalipsis que vamos a arreglar desde un país de 48 millones de almas mientras China, Rusia, India y EE.UU. siguen manchando a saco. En cuanto a la anecdotilla de la corrupción, to arreglao, como en las comedietas de Torrente. El gran timonel, que ha movilizado a todo el aparato del Estado para proteger a los corruptos, nos recuerda que ha respondido con «prontitud y contundencia» y que una de sus prioridades es precisamente «el fortalecimiento de las instituciones y la lucha contra la corrupción» (lo cual al parecer se logrará descangallando las instituciones y con corrupción a saco en la familia, el partido y el Gobierno).
Va todo de cine, concluye Sánchez. Y nos reconforta recordándonos que quedan todavía dos años de legislatura –¡albricias!– en los que nos esperan avances sociales fabulosos. Por supuesto no habrá elecciones hasta 2027 (y porque no le queda más remedio). Y con esto y un bizcocho, cierro la tienda y me piro en el Falcón con la cuádruple imputada y las niñas rumbo a algún palacete del Estado para disfrutar gratis de la tumbona.
Es ocioso molestarse en refutar su balance, porque todos conocemos la verdad de cómo está España y del deterioro de su Gobierno. Pero no se puede dejar de reparar en la impresionante jeta de kriptonita que gasta el personaje. Hay que repetirlo: una parte notable del problema político en el que se ha metido España es de índole psicológica. Tenemos enrocado en el puente de mando a un tipo que no siente ni padece, que se encuentra de lo más cómodo mintiendo, que es como un enfermo de la propaganda y que haría cualquier cosa por una noche más en Palacio.
¡Y todavía conserva su público! Según el último barómetro de todas las encuestas que se publican en España, hay 6,2 millones de españoles que seguirían votándole. Cada vez que veo ese dato me dan ganas de mudarme a Laponia. Seguro que los renos son más razonables (o ven otras televisiones).
(PD: Mientras tanto, los tarugos desinformados de The Economist, ajenos al milagro económico y social que está ocurriendo en España, describen a Sánchez como «un pato cojo», que «vive con los días contados a merced de los acontecimientos». Bulos y más bulos de la fachosfera. No sabemos a que espera Albares para mandarles el vídeo del balance monclovita preveraniego y emitir una nota formal de protesta redactada en catalán y batúa normativo).











