Marcial Dorado y Feijóo, Sabiniano y Pedro
Antonio Naranjo.- Feijóo se hizo fotos con Marcial Dorado, y previsiblemente fue amigo y vacacionó con él, allá por 1995, cuando ninguno de los dos era quien es ahora; el primero no conocía condena alguna, aunque luego recuperó el tiempo y se tiró 15 años en prisión por narcotráfico, cohecho y blanqueo de capitales. Y el segundo era un pipiolo en política y es probable que en breve presida el Gobierno.
Seguramente hay mejores imágenes en el álbum del presidente del PP. Y también es posible que, de aquella que dicen en Galicia, ya le constara alguna cosilla del empresario, aunque solo sea por las reglas de la probabilidad: en Arousa o te dedicas al percebe o a las sustancias, salvo que emigres, y no consta de Marcial saliera mucho al mar.
También hay que añadir que el tabaco de batea no está mal visto, como bien sabe cualquiera que conozca un poco Galicia y vea poco «Malas lenguas», donde todo es horroroso salvo que lo haga Sánchez, en cuyo caso el pobre siempre tiene alguna excusa que le convierte en víctima incluso de lo que él mismo perpetre.
Siendo justos, o intentándolo, podemos decir que hace treinta años Feijóo tuvo poco ojo y menos olfato o que, simplemente, no le importaron demasiado las lagunas del pillín al lado de las bondades de su amistad: a quién no le mola un amigo con barco, posibles y otra de almejas.
El problema surge cuando a Lo PSOE, por utilizar el lenguaje inclusivo, se le asoman las vergüenzas e intenta convertir en escándalos insoportables pecados veniales y, a continuación, vende la moto de que los suyos son inexistentes, incorrectos o directamente inventados por esa coalición fascista que componen los guardias civiles patrióticos, los periodistas buleros y los jueces franquistas.
Lo estamos viendo con Cristóbal Montoro, un golfo con balcones sea o no delito lo suyo: la teoría socialista es que Feijóo es responsable de lo que el Gollum hiciera hace una década, cuando nada se debían y en nada trabajaban juntos; pero Sánchez no lo es de lo que hacen aún hoy en día su esposa, su hermano y la Internacional Corrupta a la que él nombró, promocionó y protegió.
Con Marcial Dorado, que tiene nombre de árbitro cercano a Negreira, ocurre lo mismo: no puede ser, a poco que se respete un poco al gentío, que una imagen añeja y algo LGTBI (para que luego digan que los populares son unos antiguos) en lancha sea la prueba constitutiva de un delito pero que las rabiosamente actuales de Sánchez con Cerdán y Ábalos le conviertan a él en un damnificado de sus andanzas.
O para que se empeñen en encontrar una relación irrefutable entre los negocios del narco y el ascenso político del gallego, tan ficticia como la buena marcha de la economía española, mientras se infravalora el directísimo beneficio del actual presidente del Gobierno de los putiferios del suegro: hasta cuatro casas ha disfrutado o disfruta el marido de Begoña gracias a la explotación sexual de meretrices y chaperos.
Hay otras fotos que hacen de la de Alberto y Marcial, ya sepia, un pecado juvenil al lado de las de Sánchez, cuyo álbum se actualiza a diario: él las tiene con un terrorista llamado Otegi, con un prófugo de apellido Puigdemont y con un condenado que responde por Junqueras.
Y también con fontaneras, intermediarios, comisionistas, embajadores de dictadores y caraduras con pajarita. Que el yerno de Sabiniano vaya dando lecciones de imágenes lascivas no lo apaña ni un maratón conjunto de mis admirados Intxaurrondo, Ruiz y Cintora juntos.











