El exministro de Hacienda Cristóbal Montoro ante la comisión de Investigación sobre la denominada ‘Operación Cataluña’

Fernando Rayón.- Que Cristóbal Montoro caía mal e hizo muchos enemigos lo saben hasta en China. Dicen que tampoco le importaba, pero no es verdad. Siempre le preocupó lo que se decía de él a nivel personal y profesional. Es conocido porque llamaba a los medios en cuanto percibía el más mínimo ataque a su política económica y fiscal. También se enfrentó a todo el que pudo: compañeros y compañeras de partido, políticos, periodistas, famosos… cualquier charco le parecía bueno para darse un baño de chulería. Y claro, si encima eres ministro de Hacienda pues para qué quieres más. Pero todo esto, aunque sea difícil de digerir no es lo peor.

Lo malo de Montoro fue que traicionó a la derecha. Y no me refiero a lo sucedido ahora, con su imputación por beneficiar supuestamente a su consultora, sino en el pasado con su política fiscal que se cargó el partido durante una década. Mariano Rajoy y Montoro fueron los artífices de la mayor subida de impuestos de la historia de la democracia española: más de 13.500 millones. Solo Pedro Sánchez y María Jesús Montero han conseguido empatar con sus impuestazos aquellas subidas. Rajoy y Montoro lo hicieron, cómo no, amparándose en la desastrosa economía que dejó José Luis Rodríguez Zapatero, la peor gestión económica de nuestra democracia, pero aquella decisión no la tomó Aznar que heredó una situación parecida de González y, sin embargo, bajó los impuestos 13.000 millones. Es verdad que tuvo que pedir créditos para pagar incluso las nóminas de los funcionarios, pero —y esa siempre fue una seña de identidad de la derecha española— no subió los impuestos.

Recuerdo varias tertulias con Montoro en La Linterna de Juan Pablo Colmenarejo en Cope. Llegaba siempre como el pistolero de las películas de vaqueros. Mirándonos a los que compartíamos mesa como si fuéramos sus compañeros de partida de póker. Acababa de anunciar una subida bestial del IRPF y argumenté en mi intervención que hubiera sido mejor —lo señalaban otros muchos analistas— subir el IVA a varios productos —igualándonos con Europa— que tocar otros impuestos. Me cortó sin dejarme acabar y empezó a soltar datos sobre lo que suponía cada uno de aquellos incrementos, y que en ningún caso eran comparables los efectos de la recaudación. Pero como los tertulianos habíamos preparado la cosa, le llevamos la contraria utilizando datos de la propia Agencia Tributaria. Craso error: nos empezó a mirar con desdén. Y mientras se jactaba con aquella risita ratonil de sus argumentos, dio por zanjado el asunto diciendo que nos faltaban muchos datos para saber en realidad de lo que hablábamos. A la salida se cogió a Juan Pablo y le dijo que él no había venido a una encerrona. Pero Juan Pablo, que era un gran periodista, nos felicitó a todos a pesar de la tensión del momento vivido. Se mascaba la inspección fiscal, como ocurrió a algunos compañeros del ABC de Bieito Rubido —hoy director de El Debate— cuando empezaron a publicar la historia de sus apaños con su consultora.

La senda de Montoro la ha seguido este Gobierno con un agravante: la decisión de Sánchez de no corregir el efecto de la inflación en el impuesto sobre la renta de trabajadores, ahorradores y autónomos. El Banco de España ha calculado que esa no aplicación ha supuesto unos ingresos adicionales para las arcas del Estado de 11.000 millones de euros desde 2019. Por eso, el aumento estructural de la recaudación de impuestos en España se sitúa en unos 13.500 millones de euros. Insisto: una cifra similar a la que propiciaron las medidas adoptadas por Rajoy & Montoro durante sus seis años de mandato.

Pero no todo ha sido el regreso de Montoro esta semana. Algunos —aunque en Navarra se le conoce muy bien— acaban de descubrir la elocuencia del consejero de Cohesión Territorial del Gobierno de Navarra, Óscar Chivite, tío de la presidenta regional. Su comparecencia en el Senado propició momentos sublimes que no recordábamos desde la declaración ante el juez de David Sánchez, el hermanísimo del Presidente.

Óscar Chivite, tío de María – aquí todo queda en famiglia— compareció en la Cámara Alta ante la comisión de investigación sobre el caso Koldo. Su declaración fue posterior a la de Lorenzo Serena, secretario de la mesa de contratación para la adjudicación de las obras del túnel de Belate en 2023, que reconoció que se sabía con antelación a qué empresas se iba a seleccionar en el concurso. «Existía el nubarrón de que se suponía que podía estar dada de antemano». La adjudicación para desdoblar la carretera N-121 en el túnel de Belate, de casi 3 kilómetros, se otorgó a una unión temporal de empresas liderada por Acciona, y que incluía a Servinabar, la sociedad de Antxon Alonso participada, según la UCO, por Santos Cerdán, ex secretario de organización del PSOE.

Después de aquello no es de extrañar que Óscar Chivite respondiera nervioso, especialmente cuando le preguntaron por el interés de Santos Cerdán en acelerar aquella obra y por saber en calidad de qué estaba personado en el concurso. «Bueno, eeeeh, Cerdán…. tenía, tenía… eh, sus funciones de mediar entre los diferentes partidos políticos. Entonces, eehhhh, en ese contexto, pues eehh, tenía relación (con él) para gestionar estos asuntos». El momento cumbre del tío Chivite fue cuando reconoció que el ex secretario de organización del PSOE asistía a las reuniones por indicación de la propia María Chivite: «como responsable de la negociación parlamentaria». De nada sirvió que la senadora Ana Beltrán le dijera que ese cargo no existía. Tampoco quiso añadir más desparrame a su declaración.

En fin, ya sabíamos lo que dan de sí las comisiones de investigación parlamentaria. Solo espero que el consejero Chivite se prepare otra versión para cuando tenga que comparecer ante el juez. O ya puestos, que institucionalicen en Navarra la figura del negociador parlamentario. Toda una coartada para el trinque. ¡O para lo que haga falta!

El Debate