La corrupción como factor económico-social
Ignacio Pozo.- Flaco favor se hace a la democracia, a la economía, a los españoles, y a su imagen y desarrollo económico las operaciones antifraude que vienen desarrollándose en las últimas fechas. Nos preguntamos ¿no existían antes?. En cualquier caso el núcleo duro de la trama no ha enmascarado a sus complicidades, tremendo error en un aparato delictivo, y ahora se extiende la presunta mancha de la prevaricación, cohecho y soborno, incluso a familiares del presidente, ministros, y altos argos del partido. Alguna de ellas repetidas de otras y tras haber disfrutado de una fugaz libertad bajo fianza. Mientras el asunto se centró en Aldama, con leves ramificaciones hacia un segundón de presidencia, todo parecía la metáfora diferida de unos hábitos de gestión pública implantados con una asombrosa impunidad por los altos cargos del partido y del gobierno, con la impasividad culpable de los poderes públicos, en la que convertía en oro las operaciones ilegales. Y el oro llegaba a los investigados, a la mayoría de su entorno, a avaros conseguidores que con una ingenuidad adolescente caían en sus planes, etc…
En las operaciones Koldo, Santos Cerdán, Begoña, el hermano… hay más capítulos que una serie televisiva con los dramas que se ven, la aparición de escorts, drogas, seguimientos, grabaciones de todo tipo…
Todos son gente que viene de la política. La mayoría sin preparación alguna, esa que en una empresa privada no hubieran llegado ni a ordenanza (con todo el respeto que merecen ese cuerpo laboral) y los hemos visto en puesto de primer orden, incluido ocupando el cargo de ministros, y eso dice mucho de la representación política que tenemos, y da un no sé qué hablar mal de ella, en definitiva es la que nos representa dentro y fuera de nuestras fronteras. Si hubieran actuado estos políticos de actividades diversificadas con la honestidad que aconsejan las buenas costumbres; España no sería probablemente una burla nacional e internacional.
Y en esta última representación de presuntos delitos, las cárceles han vuelto a abrir sus puertas a estas personas que, en una barrera de cualquier coso taurino, parecen soportes firmes de la nación española, en la que los magistrados que los investigan se han revelado –presuntamente algunos de ellos- como los grandes capos de una corrupción de tales proporciones, que se antoja muy difícil acabar con ella.
Algún sociólogo o etnólogo, o incluso un moralista profesional, que los hay, debería estudiar si en un ambiente de corrupción absoluta, una parcela de honestidad es posible o si, por el contrario, la corrupción, al ser total, deja de parecerlo, y en ese ámbito, que parece muy respirable, el desprecio a la ley, a la ética , al honor, son simples escrúpulos de conciencia que te permite cualquier cosa.
*Abogado y colaborador de AD











