¡Viva la Virgen del Rocío!… pero para todos
Miguel Ángel Jiménez.- Decía la sevillana de “Amigos de Ginés ” que para ser buen rociero primero hay que ser cristiano. Lo que pasó este Rocío entre los almonteños y la Hermandad de Villamanrique no solo fue una falta de respeto. Fue, también, una falta de humildad. Y, para quienes somos creyentes, eso no es cualquier cosa: es faltar al corazón mismo del Evangelio.
Quienes vimos cómo se impidió que Villamanrique tuviera su momento con la Virgen —como manda la tradición, y sobre todo, el respeto— no podíamos creerlo. ¿En qué momento se convirtió portar a la Virgen en un acto de poder y no de servicio?
La Virgen del Rocío no es propiedad de nadie. No es de Almonte, ni de Villamanrique, ni de nadie . Es de todos sus hijos. Y cuando una hermandad actúa como si tuviera más derecho que otra, está cayendo en el orgullo. ¿Y qué dice la Biblia sobre eso?
Cristo lo dejó claro: “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mateo 23:12). María misma, , dice que Dios “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”. ¿Y no es ella el mayor ejemplo de humildad?
Lo que hicieron los almonteños este año no fue humilde. Fue dominante. No fue fraterno. Fue excluyente. Y eso no cuadra con la fe que decimos profesar.
Villamanrique no es una hermandad cualquiera. Es la filial más antigua. La primera que creyó junto a Almonte en esta devoción. Pero ni aunque fuera la última tendría menos valor ante Dios. Porque en el cuerpo de Cristo, dice San Pablo, “no puede el ojo decir a la mano: no te necesito” (1 Corintios 12:21).
Lo más triste no es la escena. Lo más triste es lo que revela: que a veces confundimos devoción con protagonismo. Que portamos a la Virgen como si fuera un trofeo, y no una madre. Que olvidamos que el primer mandamiento es el amor.
Aún estamos a tiempo de rectificar. De pedir perdón. De entender que sin fraternidad, la fe se convierte en puro rito vacío.
Ojalá todos, y especialmente los que tienen responsabilidades en las hermandades, recuerden que ser rociero es, ante todo, ser cristiano , como dice la sevillana ya mencionada.Y eso empieza por el amor, sigue por la humildad y termina con el perdón.