Feria de San Isidro: Juan de Castilla sacó lo poco estimable de la mansada de Dolores Aguirre
La cuadrilla del Búcaro.- La ilusión viaja en tranvía, decía un amigo mío. Y ayer había mucha entre los aficionados. Pero la seria mansada de la Dolores, dura y sin opciones, nos ha quitado mucha.
Desrazada y sin fondo ha mantenido el Interés por la sincera y valerosa apuesta de los tres matadores anunciados. Ni un tercio de varas, evidentemente lo del nulo capote lo teníamos asumido, no han regalado ni cuatro embestidas encastadas, emoción mucha con tres hombres jugándose el pellejo, riesgo excesivo asumiendo su profesión y pobre balance final.
Fernando Robleño, que saludó una merecida ovación de Madrid al comienzo, lo ha intentado con su primero manso y avanto, con cierta nobleza, buscándole las vueltas con paciente oficio hasta que el toro se rajó del todo. En el muy serio cuarto, parado y deslucido, no tuvo opciones.
Damián Castaño ha dejado los muletazos de la tarde, manejando las distancias y con relajada disposición, en un segundo blando y de mejor condición, pero deslucido por una más que manifiesta invalidez, que no tuvo trascendencia en los tendidos. En el quinto, estuvo muy valiente, con un ramillete de vibrantes muletazos en un inteligente y corto trasteo, ante un toro de complejas intenciones. Ovación.
Juan de Castilla llevó la emoción a los tendidos en un emocionante y apasionado trasteo, después de una severa cogida, frente a un Dolores menor pero muy cabròn, que fue protestado. Volapié sin red. Vuelta al ruedo. Herido salió a matar el sexto, pero se le paró pronto.
No me aburri, nunca lo hago en una corrida de Toros de verdad, y aunque se me descarriló el tranvía, espero la próxima entrega de Dolores Aguirre.
Los tres toreros, cada cual en sus formas, honraron con su valor, entrega y conocimiento a la profesión que con tanta categoría defienden.











