La misa negra de Sánchez
Antonio R. Naranjo.- Con Sánchez se ha impuesto la política del todo vale: perder elecciones y alcanzar el poder con acuerdos comerciales propios de la Camorra; intercambiar su supervivencia por la destrucción de España o agredir al Estado de derecho para evitar las consecuencias punitivas de los escándalos delictivos de su entorno personal y político.
Sánchez es a la vez un inmoral, un insurgente y un capo que se salta todos los controles infranqueables para cualquier persona decente, que son las normas y leyes vigentes, el pudor y el sentido común.
Por eso es tan difícil de abatir: las personas normales no saben qué hacer cuando se topan con alguien que no duda en atropellarte en un paso de cebra, huir y fabricar una coartada en la que la víctima es acusada y el verdugo se hace el ofendido, como si no hubiera existido el delito o, en el caso de tener que aceptarlo, hubiese sido culpa de quien en realidad lo padeció.
El líder del PSOE es, él solo, un desafío a la naturaleza espontánea del ser humano, que distingue fácilmente el bien y el mal y, al juntarse en sociedad, convierte ese simple razonamiento en un orden jurídico que lo lleve a la práctica: no puede ganar quien pierde, no pide explicaciones al juez el delincuente y no tiene premio el merecedor de un castigo.
Todo se invierte con un psicópata de libro, el líder de una secta que un día fue el PSOE y hoy es la Iglesia de Adoración a Pedro, con sus misas negras en un altar en el que penden, boca abajo, la Constitución y el Código Penal y se ofician homilías diarias contra la ciudadanía, la ley y la educación.
Ahora van a juzgar a su hermano, el pavisoso de David, músico de pandereta y vago redomado que logró un buen puesto de trabajo gracias a los esfuerzos de los lacayos del General Secretario, encantados de homenajear al jefe por el método de enchufar a este artista de la zambomba, que ni siquiera tuvo el detalle de personarse alguna vez en el cargo para disimular un poco.
Y mañana seguirá un camino similar su esposa, la catedrática, por utilizar la Moncloa para hacer favores a cambio de contraprestaciones, según el demoledor auto de la Audiencia Provincial de Madrid con el que Sánchez y sus esbirros piensan compensar la ausencia de papel higiénico en la próxima pandemia o el siguiente apagón.
Cosas parecidas pueden decirse de su vieja y de su nueva mano derecha, Ábalos y Cerdán respectivamente, elegidos personalmente por Pedro Sánchez para que le llevaran al poder, a cambio de mirar para otro lado, dejarles hacer y, cuando llegaran curvas, protegerles a toda costa.
Todo esto lo hace un señor que pierde en las urnas y asalta el poder en nombre de la regeneración, que es como si el Valladolid se anotara la Liga secuestrando a los árbitros. Y le incorpora una novedad siciliana, de la misma factoría a la desplegada por la Mafia para acabar en su día con el incorruptible juez Falcone: modifica leyes para concederse el derecho a la impunidad y persigue públicamente a los jueces que no tragan y a los periodistas que no callan, que es tanto como atacar a la democracia con armas de destrucción masiva.
Sánchez no es de este planeta, pero es más humano que nadie: a ver quién no entiende que uno haga lo que sea menester por no acabar con sus propios huesos en un centro penitenciario.











