Ozores, Esteso y Pajares lo vieron venir
Luís Ventoso.- Se ha muerto a los 98 años el entrañable director madrileño Mariano Ozores, un estajanovista del cine que goleó en la taquilla de manera apabullante. Fue un cómico prolífico, de ojos saltones y mirada tristona, hijo de una saga de actores. Sus astracanes le salían como si fuesen ristras de chorizos (96 películas), pues las rodaba en menos de un mes y lanzaba tres o cuatro al año.
Eran comedias ramplonas –adjetivo generoso– y chabacanas, aunque con actores sobresalientes. El argumento subyacente daba un poco de sonrojo, pues venía a ser siempre el mismo: un salido, o dos (Esteso y Pajares), persiguiendo a unas jabatas de buen ver con una rijosidad más pleistocénica que contemporánea. Cuando en la Transición llegó la ola del destape, las actrices de Ozores perdían la ropa por exigencias del guion hasta para tomarse un café con leche.
Aunque no era precisamente Ernst Lubitsch, Mariano Ozores supo mantenerse fiel a una infalible máxima comercial: «Dad al público lo que quiere». Desde finales de los setenta hasta los bien entrados los ochenta arrasó. Sus comedias con Esteso y Pajares no bajaban del millón de espectadores (cifra que para un Almodóvar resultaría estratosférica). Cuentan que cuando estrenó su parodia del Rocky de Stallone, titulada Yo hice a Roque III, Hollywood retrasó el estreno de una entrega de La Guerra de las Galaxias, sabedores de que no podrían en la taquilla con Ozores, Esteso y Pajares.
Aquellas comedietas aspiraban a arrancar unas risas con un humor muy básico –y desde luego lo lograban– y parodiaban de un modo simplón el espíritu de un momento concreto. Por eso resulta curiosa la clarividencia con que Mariano Ozores predijo, sin saberlo, nuestra crisis política actual. Los títulos de su extensa filmografía como director y guionista anticipan todos los aspectos del pedrolismo de una manera portentosa. Veamos algunos ejemplos selectos:
Ozores supo ver el peligro que se avecinaba en su obra ¡Que vienen los socialistas!. Anticipó el talante de Mi Persona (Los chulos, Donde hay patrón…), y también la moral de la camarilla que lo rodea, con Los liantes y con La loca historia de los tres mosqueteros (Koldo, Ábalos y Cerdán).
Vio venir las andanzas del ministro José Luis con El liguero mágico y El erótico enmascarado, y el chantaje periférico en Los autonómicos. Predijo los mordiscos de Marisu a nuestros bolsillos en Hacienda somos casi todos. Hasta previó el entusiasmo por el movimiento LGTB con su película A mí las mujeres ni fu ni fa, y el alborotado desempeño gubernamental de Yolanda y Marisu y su alquimia contable en Brujas mágicas.
De chaval, Ozores me parecía más malo que la quina, aunque a veces se me escapaba la risa floja con sus patochadas. Ahora me doy cuenta de que fue un visionario. A su modo, mantuvo viva nuestra eterna veta picaresca, que hoy sigue palpitando con las fiestuquis en los paradores, las lumis en nómina del ministerio, el pisito del conseguidor cercano a las Cortes para los esparcimientos «progresistas», el hermano enchufado y sus óperas frikis, la primera dama aprovechategui, el fiscal borramóviles, el altivo Pato Cojo fingiendo que hace todo cuando nada hace…
Si Cerdán ha llegado a número tres del PSOE, Pachi López es su portavoz y Marisu ocupa una vicepresidencia, ¿qué cimas no habrían alcanzado Esteso, Pajares y Gracita Morales si se hubiesen afiliado al PSOE a edad temprana? El pedrolismo se ha convertido en una bufonada, a medio camino entre Ozores y Torrente, pero con una mala leche de severos efectos secundarios.