Al Gobierno se le funden las luces
Jordi Benítez.- Pedro Sánchez lo ha vuelto a hacer. Al igual que en la pandemia, anunció una comparecencia a una hora determinada (las 17.15) para explicar qué había ocurrido en el apagón y no apareció hasta más de una hora después. No se sabe si lo hizo para demostrar que es el que manda y habla cuando quiere, o porque no sabía qué decir. El hecho es que su estrategia se repite, y el respeto que muestra a los ciudadanos dista mucho del que debería tener un cargo que está para servir a su país.
Más allá de esta cuestión, el hecho es que con el apagón se ha demostrado que no funciona la ideología radical a favor de las renovables que venden Pedro Sánchez, la ex ministra de Transición Ecológica Teresa Ribera y la actual, Sara Aagesen. El apagón se produjo cuando el suministro energético provenía en casi un 80 % de fuentes renovables. Su intermitencia e inestabilidad no permitieron que el sistema energético resistiera y se produjo el apagón.
Sánchez y sus seguidores intentaron desviar la atención hacia la posibilidad de un ciberataque, y se habló de que el apagón podía haber afectado a otros países aparte de Portugal y algo a Francia, pero la realidad es que el apagón se produjo por el excesivo peso de las renovables que han favorecido Sánchez, sus ministras de Transición Ecológica y la empresa que controla el suministro energético, Redeia (antigua Red Eléctrica), que actúa bajo la supervisión del Gobierno.
En cualquier país algo serio se depurarían responsabilidades por una imagen bananera que a muchos ha recordado a la de lugares como Cuba, pero está por ver que se haga, y desde luego lo más importante es actuar para que este hecho no vuelva a producirse más, algo que los expertos no descartan.
Desde luego todos los focos están puestos en Beatriz Corredor, la presidenta de Redeia, registradora de la propiedad y ex ministra de Vivienda con Zapatero. Redeia es la responsable de garantizar que en todo momento haya equilibrio entre demanda y oferta de energía. No debe atender solo a criterios económicos que nos lleven a tener una energía más barata; también a criterios técnicos que garanticen en todo momento el suministro. Redeia manda quién produce y quién para de hacerlo, cuándo, durante cuánto tiempo y dónde. Las plantas de generación están a sus órdenes.
El día anterior, en el mercado diario, se casan las ofertas de energía por precio. Se hace de menor a mayor para cubrir la demanda prevista. Este es el criterio económico. Si después de este paso Redeia ve que hace falta que produzcan otras centrales para garantizar el suministro y la estabilidad de la red, les ordena producir y les paga el precio al que han ofertado (esto es lo que se llama restricciones técnicas).
Redeia consideró que, en un momento de temperaturas que no son ni frías ni cálidas, con anticiclón, entre la Semana Santa y el puente de mayo en Madrid, el sistema podría prescindir de las centrales nucleares, que no pueden vender electricidad por debajo de los 28 euros debido a las tasas fiscales. Consideraban que con la fotovoltaica, mucho más barata, se cubriría la demanda.
El problema es que el sistema necesita tensión; estabilidad de fluido eléctrico que solo le dan tecnologías que producen luz mediante turbinas: hidroeléctricas, turbinas y ciclos combinados. Hace unos días se apagó la refinería de Repsol en Cartagena por problemas de tensión.
A las 11.30 del lunes, el sistema empezó a dar problemas de fluctuaciones, pero el sol brillaba en España gracias al anticiclón y la producción fotovoltaica crecía a un ritmo fuerte. Los ciclos combinados de gas bajaron su producción para dar paso a la fotovoltaica. Sin nucleares, ciclos combinados y con la hidroeléctrica parada, no había casi turbinas operativas, y la tensión quedó más fluctuante y vulnerable que nunca hasta que ocurrió el incidente.
La caída de tensión (dicen que de cinco segundos, una eternidad en el sistema eléctrico) hizo saltar los diferenciales del sistema. Se apagó todo de golpe: la fotovoltaica, los ciclos combinados, las cuatro nucleares que quedaban… Y fue una suerte: de esta forma no se quemaron los transformadores que nos hubieran llevado a un apagón no solo de un día.
Redeia calculó mal los riesgos. Permitió el cierre de tres centrales nucleares que hubieran dado estabilidad al sistema. Es un ejemplo de lo que puede pasar en cuanto España prescinda de las centrales nucleares sin contar con una alternativa equivalente (podrían ser las centrales hidráulicas de bombeo, con turbina. Las baterías no valen, al no dar tensión).
Las centrales nucleares no son rentables básicamente debido a dos impuestos añadidos: el que grava el consumo de combustible nuclear (impuesto del Gobierno central) y las tasas autonómicas. Estos dos impuestos recaudan unos 500 millones de euros anuales.
Al problema del cierre nuclear se une el de una red de transporte eléctrico envejecida y que no está adaptada a la generación masiva de energía fotovoltaica y renovable. Necesitaría inversiones urgentes, apuntan fuentes del sector.
En su informe financiero anual, Redeia reconocía el riesgo de incidentes que podrían afectar al suministro eléctrico, y que tendrían «posibles impactos en la reputación». Pero como afirman fuentes del sector, lo que está en juego no es la reputación de Redeia, sino la economía y la seguridad de todos.
El Debate












