El gran apagón: cuando la ideología corta la luz
Ricardo Díaz Martín.- El histórico apagón del pasado lunes 28 de abril dejó sin electricidad a millones de personas en la península ibérica. El sistema eléctrico colapsó sin previo aviso en lo que ya se considera uno de los mayores fallos de suministro de las últimas décadas. Aún hoy, las autoridades siguen sin dar una explicación clara, incluso hay quien indica que quizá no se llegue a saber nunca; sin embargo, el sistema eléctrico no es un fenómeno natural sino un diseño humano, registrado, monitorizado, controlado al milisegundo. No es creíble que nunca se sepa la causa exacta. Alguien tiene que saber qué falló y asumir responsabilidades.
En cualquier caso, todo apunta a dos posibles causas: un ciberataque o un fallo interno; y ambas son totalmente inaceptables. Si fue un ciberataque, demuestra una vulnerabilidad inadmisible de nuestras infraestructuras críticas. No podemos permitir que un grupo externo tenga la capacidad de apagar un país entero. Si fue un fallo del propio sistema, entonces estamos ante una negligencia mucho más inaceptable.
¿Quién gestiona realmente el sistema?
En los días posteriores al colapso, se ha oído de todo, incluso que la culpa es de las eléctricas. Pero conviene aclarar un punto esencial: la responsabilidad operativa del sistema eléctrico no recae en las empresas privadas. Es Red Eléctrica de España (REE) quien gestiona y ordena el flujo eléctrico, decidiendo qué industrias generadoras inyectan energía, cuándo y en qué cantidad. Y REE está controlada por el Estado, a través de la SEPI, que posee un 20 % de sus acciones. El resto del capital está en manos de accionistas minoritarios, ninguno con más del 5 %, tal como establece la ley. Además, su cúpula directiva está vinculada al Gobierno de turno.
Por tanto, la gestión y la responsabilidad es pública, no privada. Si la red eléctrica cayó, es a REE y al Gobierno a quienes hay que pedir explicaciones.
El fracaso de un modelo ideologizado
Uno de los errores más graves de los últimos años ha sido el de construir un modelo energético enfrentando tecnologías y politizando las decisiones. Se ha instalado una narrativa en la que las renovables son patrimonio de la izquierda, mientras que el gas, la nuclear o el carbón se asocian a la derecha. Esta visión maniquea no sólo es absurda: es peligrosa.
Todos los expertos independientes coinciden en que España necesita un mix energético equilibrado, basado en la complementariedad de tecnologías. Las renovables son esenciales para descarbonizar, pero no pueden sostener por sí solas la estabilidad del sistema. No al menos con el modo en que se están implementando.
¿Qué tecnologías estabilizan el sistema?
El apagón ha puesto sobre la mesa una realidad técnica que los ingenieros conocen bien. Las tecnologías como la nuclear, los ciclos combinados de gas y la hidráulica de embalse son las que estabilizan el sistema eléctrico. ¿Por qué? Porque son gestionables: producen energía a demanda, se adaptan al consumo, aportan inercia al sistema, y pueden regular su potencia al instante. Son el anclaje que asegura la estabilidad del sistema.
Las renovables, tal como se usan hoy, funcionan de otro modo. Su producción depende del viento o del sol, y por tanto no se puede controlar a voluntad. Se inyectan cuando hay recurso natural, no cuando hace falta energía. En condiciones normales, eso ya exige una coordinación compleja. En condiciones críticas, puede causar desajustes severos.
Y eso fue lo que probablemente ocurrió el 28 de abril: en un día con baja demanda y alta producción renovable, el sistema entró en desequilibrio. Hubo una sobretensión, la frecuencia subió, y se dispararon protecciones automáticas que desconectaron en cascada el suministro.
¿La culpa es de las renovables? No. El problema no es la fuente, sino cómo se integra en el sistema.
Las renovables no son el problema, sino parte de la solución
Las energías renovables son imprescindibles en la transición energética. Pero no se pueden verter a la red de cualquier manera. Para que sean tan útiles y competitivas como las fuentes convencionales, deben poder producir a demanda, como la nuclear o el gas. Eso implica una condición técnica clave: deben ir acompañadas de sistemas de almacenamiento que las habilite para verter con un flujo regular y constante, según la demanda, en cualquier momento del día, como hacen las convencionales.
Hoy ya existen soluciones maduras: centrales hidráulicas de bombeo, grandes baterías industriales, o hidrógeno verde. Todas permiten guardar el exceso de producción renovable en momentos de baja demanda, y liberarlo cuando el sistema lo necesita. Así, las renovables pasan de ser una fuente intermitente a una gestionable.
Sí, todo almacenamiento implica pérdidas. Pero no olvidemos una ventaja crucial: el recurso energético renovable (el sol y el viento) no tiene coste de combustible. Por tanto, el rendimiento global sigue siendo absolutamente competitivo.
Almacenamiento: clave para la seguridad y la estabilidad
El almacenamiento no solo evitaría apagones como el del 28A. También contribuiría a estabilizar el mercado eléctrico, reduciendo la volatilidad de precios y frenando la especulación que hoy se basa, en buena parte, en predicciones meteorológicas.
Además, permitiría una transición más sólida, más rápida y, sobre todo, más realista hacia un modelo sin emisiones. No se trata de elegir entre renovables o convencionales. Se trata de usar bien cada tecnología en función de sus características técnicas.
El gran apagón del 28 de abril no ha sido un accidente aislado. Ha sido una advertencia y la prueba empírica de que no estamos gestionando correctamente el sistema. No se puede seguir ignorando a las voces técnicas, ni se pueden seguir tomando decisiones estructurales con criterios ideológicos o políticos; obviando criterios científicos y tecnológicos que deberían constituir su base prevalente.
Tenemos la tecnología, la experiencia y el conocimiento. Lo que falta es sensatez. Y voluntad para dejar a un lado la ideología y priorizar lo esencial: la seguridad, la estabilidad y la eficiencia del suministro eléctrico.
Porque cuando la política se impone a la técnica, a veces, literalmente, se apagan las luces.
*Ricardo Díaz Martín es decano del Consejo General de Colegios Oficiales de Químicos de España y Catedrático de Ingeniería (especialista en almacenamiento energético)











